Capítulo 44

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Un rayo de sol se coló por la cortina dándonos la bienvenida a nuevo día. Kendall se estiró sobre la cama y acomodó uno de sus brazos sobre mi cara. Bufando, lo quité y me di la vuelta para no tener que soportar el sol sobre mi rostro. Kendall, se removió entre las sábanas y tomó mi cintura para pegarme a él.

-Buenos días.-susurró en mi oido y segundos después depositó un beso en mi cuello.

-Buenos días.-contesté, aún con los ojos cerrados.

-No quiero levantarme.-se quejó mientras sus dedos brindaban caricias sobre la piel de mi pierna.- Quiero estar aquí todo el día, así, sin movernos un centímetro.-murmuró y bostezó. Sonreí.

-¿No piensas desayunar, almorzar, tomar la media tarde o cenar?

-Tengo mis maneras de saciar el hambre.-dijo y largó una tierna carcajada.

-Cállate.-dije y reí.

-¿Has visto alguna vez una erección matutina?-preguntó. Eran recién las diez de la mañana y yo ya estaba sonrojada.

-Duérmete, Kendall.-dije y reí. Se pegó más a mi.- Vas a obligarme a enterrarte mi codo en tu panza.-dije. Rió.

-Malévola.-dijo y besó mi cuello nuevamente.- No has dado respuesta a mi pregunta.-dijo y siguió con sus besos.

-No, Kendall.-dije y mordí mi labio inferior.

-¿Tienes los ojos abiertos?-preguntó.

-No, ¿eso viene al caso?-pregunté riendo.

-No.-rió.- Solo quería saber.-añadió luego.- ¿Sabes?-bajó su tono de voz y habló a mi oido.- Amaría despertar todas las mañanas así.

Mi corazón dio un vuelco y sentí como mi respiración se aceleraba. Capaz era una manera de demostrarme que algo sentía por mí, que algún día podríamos llegar a ser más que una pareja forzada al casamiento.

-Eso fue tierno.-dije y abrí los ojos.

Di la vuelta entre sus brazos y quedé de frente a él. Su pelo desordenado le daba un toque hermoso a su perfecto rostro y sus labios humedecidos por su propia saliva, invitaban a darle un beso.

-Ahora si te veo.-sonrió.

-Veo que estas de buenas, Schmidt.-dije. Rió y volvió a rodearme con sus brazos.- De muy buenas.-añadí.

-Si, se llaman ataques de ternura.-dijo. Sonreí.- ¿A ti también te dan?-preguntó.

-No lo se.-dije y reí.- Me gusta que estés así.

-Me suena extraño.-sonrió. Asentí.- ¿Quieres que salgamos a desayunar?-preguntó.

-¿No querías quedarte en la cama todo el día?-pregunté. Rió.

-Si tú quieres.-dijo. Reí.- De todas maneras, yo quería otra cosa.-dijo haciendo caras. Reí.

-¿Y que quieres?-pregunté. Arqueó una ceja.- No respondas, cerdo.-añadí causando una pequeña risa de su parte.

-Desayunemos.-dijo y besó mis labios.- Ya, en serio me ha dado hambre y serás tú la que deberás sufrir las consecuencias.-sonrió. Se puso de pie y estiró sus brazos.

-Tengo una pregunta.-dije. Me observó y se frotó los ojos.- ¿Siempre piensas en lo mismo?

-Desde que te vi.-sonrió.- Hey, vamos a ti también te gusta.-dijo y arqueó una ceja.- La has pasado de lo mejor el otro día.-rió.- ¿Entonces quieres que pida el desayuno a la habitación en vez de ir a desayunar juntos por las calles de Paris?

-Okey, salgamos a desayunar.-dije y me puse de pie. Me sacó la lengua.- Muérete, Schmidt.

-Vamos, enciérrate en el baño y luego ven a la cama, aquí te espero.-dijo haciéndome burla.- Hey, me ha gustado que te aparecieras así, anoche.-sonrió.

-Cállate.-le dije y reí.- Me quedé dormida en el jacuzzi y luego moría de frío.-expliqué. Rió.

-He conocido personas anormales, pero tú, te pasas de anormal.-carcajeó.- Nunca supe de alguien que se quedara dormido en el jacuzzi.-alzó los ojos al techo.- Dios, dime que no es un alienígena.

-Tienes problemas, Kendall.-dije y le tiré un almohadón.

-Oh, ______. Estas jugando con fuego.-arqueó una ceja.- ¡Me has tirado un almohadón!-gritó y me lo devolvió, tirándolo a mi cara.

-Dime, ¿qué te esta ocurriendo?

-Me gusta llevarme bien contigo pero cuando me tiras un almohadón, sufres las consecuencias.-dijo y esta vez me tiró una almohada.- Vamos, quieres guerra, guerra tendrás.-gritó y se subió a la cama.

-¡Kendall!-le grité mientras reía.- ¿Estas borracho?-pregunté. Negó con la cabeza y comenzó a saltar como niño pequeño.

-Ven aquí, trae el almohadón y juguemos.-gritó impulsando sus pies para llegar más alto. Reí y le tiré el almohadón.- Sube.-me tendió su mano invitándome a saltar con él.

-¿Sabes que si dañamos algo luego tienes que pagar?-pregunté tomando su mano y tiró de ella para subirme.

-Claro que si.-sonrió.- En México he tenido que pagar un florero.-dijo y rió. Reí junto a él.- Ya no quiero desayunar.-dijo y me tomó de la cintura.

-Yo si.-dije. Rió.- ¿Seguro estas bien?

-Mejor que nunca.-dijo y comenzó a saltar.- Vamos, salta, vas a caerte.-rió.

Kendall impulsaba su cuerpo con sus pies y saltaba lo más alto que podía mientras intentaba hacerme saltar a mí también. Me tiró dos veces sobre la cama y a la tercera caí directamente al suelo. Su risa era descontrolada y casi no podía respirar mientras intentaba levantarme.

-Cállate, no es gracioso.-dije mordiéndome el labio para no reír.- Basta, Kendall.-continué regañándolo.

Su risa era completamente contagiosa, por lo cual, comencé a reír.

-Es que volaste bien alto antes de caer.-dijo y siguió riendo.

-Ya, basta.-dije intentando controlar mi risa.

-Hiciste, woooooow y luego faaaaaa, y luego quedaste tirada en el suelo.-carcajeó mientras se sobaba el estomago.- Siempre te caes.-dijo intentando cesar su risa.- Te gusta el suelo.-añadió.

Bien, tenía que admitir que no sabía si me gustaba ‘Kendall extraño’, era un poco anormal para lo que todos los días aparentaba ser. Le sonreí y me puse de pie por mi cuenta, Kendall no había ayudado en nada. De pronto se dejó de reír y me miró seriamente. Me asusté.

-¿Saldremos?-preguntó luego. Asentí.- Hey, estoy bien.-alzó las manos.- En serio.-añadió.

-Si tú dices.-dije asustada.

-No estoy loco.-dijo mientras me atraía a su cuerpo.- O, bueno, debo admitir que por algunas cosas si.-sonrió y me besó cortamente.

-Debes ir al médico.-le recomendé. Rió.- Urgente. ¿Has visto como tu humor ha cambiado de repente?

-Lo hago a propósito.-confesó riendo.- Vamos, no creerás que estoy mal de la cabeza, ¿o si?-preguntó torciendo la mirada. Reí.- ¿Vas a darte una ducha?-preguntó y caminó hasta el baño.

-No, me he duchado anoche hasta las tres de la mañana.-dije y reí. Sonrió.- Dúchate mientras yo me visto.-le dije. Asintió.- No tardes, muero de hambre.

El tiempo corría de manera inusual, Kendall se comportaba como todo un marido ejemplar. Intentando cumplir mi promesa, le hice saber a Kendall que quería ir al colegio y por más que había insistido más de siete veces, él seguía con su rotundo no. La conversación se llevaba a cabo durante varios minutos y luego debía acabar si no queríamos pelear, tal cual lo había prometido una noche en Paris.

De manos entrelazadas, recorrimos Paris de un lado al otro. Kendall, con una hermosa sonrisa en el rostro, sacaba a flote su interés por la geografía y me enseñaba un poco sobre el lugar. Yo, feliz de estar a su lado, prestaba atención y hacía algunas preguntas. Claro que entre medio de esa felicidad, se escondía mi inseguridad sobre los sentimientos de Kendall y por pequeños momentos me quedaba pensativa a cerca de eso, Kendall, quien lo notaba, preguntaba sobre eso y me hacía saber que estaba todo bien; ‘No tienes nada de que preocuparte, yo estoy aquí’; había repetido más de seis veces, y aún sin saber la razón de mis hundidos pensamientos, me aseguraba que él estaba a mi lado.

Hora por medio, mi esposo, el grosero, se empeñaba en hacerme saber sobre sus deseos sexuales y debíamos dejar de lado una que otra salida para complacer aquellos deseos. El problema había sido cuando mis pensamientos se habían empeñado en molestar con que era solo simple sexo y nada con sentimientos de por medio.

Dos semanas que no me había servido del todo para averiguar aquellos sentimientos. Dos semanas, en las cuales había descubierto que el fruto del amor florecía en mi corazón a medida que latía. Su sonrisa, su voz, su risa, sus ojos, sus gritos, sus groserías y demás, me habían hecho saber que debía actuar antes de que mi corazón pudiera romperse en mil, al saber, que él no sentía lo mismo.

-Ponte de pie.-gritó desde el baño.

-No quiero.-renegué mientras aplastaba la cara contra la cómoda almohada.

-______, siempre me haces lo mismo.-se quejó.- Por favor, todavía debes ducharte y ya deben de estar esperando en el aeropuerto por nosotros.-dijo enojado.

-Kendall, no es justo que tu obtengas una acelerada cabalgata y luego te pongas de pie como si nada.-me senté en la cama y cubrí mi cuerpo con la sábana.

-Tendrás que acostumbrarte.-se sentó a mi lado y besó mis labios.- Vamos, no me obligues a quitarte la sábana y meterte en la ducha.-sonrió sobre mis labios y me volvió a besar.

-Esta bien.-dije desganada. Rió, se puso de pie y ató su cinturón.

-¿Te abro la ducha?-preguntó entrando al baño.

-Si, gracias.-dije y me estiré.

Quité la sábana de la cama para dirigirme al baño envuelta en ella. Kendall, al verme, rió y me tomó por la cintura.

-Sabes que eso no tiene sentido.

-¿Y que?-le dije. Rió.- No por eso debemos andar desnudo cuando estemos solos.-besé sus labios.

-Como digas, solo que insisto; no tienes por qué cubrirte partes que ya he visto.-me devolvió el beso.

-Tú me demoras y luego te quejas cuando llegamos tarde.-le reproché. Sonrió.

-Métete allí y deja de fastidiarme.-carcajeó antes de salir del baño.

Me di una ducha rápida, envolví mi cuerpo en una toalla y sequé mi cabello con otra. Al salir, vi a Kendall tomando café mientras hablaba por teléfono. Le sonreí y busqué mi ropa para vestirme. No volví al baño, solo porque no tenía ganas de caminar, me di la media vuelta y me vestí de espaldas a Kendall. El rió.

-¿Desayunas?-preguntó cuando me senté a su lado.

-Oh, claro.-le sonreí.- ¿Has pedido para mi?-pregunté.

-A ver, dime, ¿cuándo me olvido de pedir para ti?-preguntó. Reí.

-Okey, ya dame.

-¿Quieres que te de?-preguntó. Reí.

-Vamos Kendall, pásame la charola.-dije. Sonrió y me la acercó.

Desayunamos mientras hablábamos un poco y luego Kendall se disculpó conmigo para ir a atender una llamada, la cual, no se por qué, no podía escuchar. Me limité a asentir y seguí desayunando tranquilamente.
Una vez listos, bajamos al lobby para luego retirarnos de allí, no sin antes dar las gracias por la atención. Kendall me tomó de la mano y subimos al auto que nos esperaba.
En menos de diez minutos nos encontrábamos en el aeropuerto y luego, en el avión.

-Creo que voy a dormir.-me dijo. Asentí y me aburrí medio viaje.

Cuando logré conciliar el sueño solo quedaban veinte minutos para aterrizar, así que, me arregle en cabello y luego bajamos.

Llegamos a la casa y sin decir nada, entramos. Kendall sonrió al sentir el aroma de la cena y me observó.

-¿Tienes hambre?-preguntó. Asentí.- Ven, vamos a ver que hay para comer.-dijo y tomó mi mano.

Caminamos hasta la cocina y allí pudimos ver a las tres mujeres que hacían la cena.

-Veo que nos esperaban.-sonrió Kendall observándolas desde el umbral de la puerta.

-Oh, señor Schmidt.-dijo Sandy y sonrió.- ¿Les ha ido bien?-preguntó.

-Muy bien.-respondí.- Paris es fantástico.

-Ya lo creo, me gustaría ir allí.-dijo Ali. Sonreí.- En un rato estará la cena, pueden tomar asiento.

Nos adentramos en el comedor y nos sentamos a esperar la comida. Ali nos dio los platos con la sabrosa cena y comimos en silencio. Al acabar, subimos a la habitación.
Las maletas ya estaban en la habitación y fue por eso que agradecí, estaba exhausta. Tomé mi pijama y entré al baño, me lo coloqué y luego cepillé mis dientes, salí y vi a Kendall recostado en la cama. Se apoyó sobre su codo y me sonrió. Palmeó la cama y allí me dirigí.

-Son repetidas las veces que debo preguntar si estas bien.-dijo Kendall observándome.- Es en serio ______, sabes que puedes confiar en mi.

-No creo, Kendall.-dije y apoyé mi espalda contra el respaldo de la cama. Kendall hizo lo mismo.

-¿Sobre el colegio?-preguntó.

-Eso es tema aparte.-le dije. Torció la boca y pensó un segundo.

-¿Tu cumple años?-preguntó. Negué con la cabeza.- No se que puede preocuparte.-dijo.- ¿Tienes un retrazo?-preguntó.

-No.-dije observándolo de manera extraña.- Eso sería imposible, usamos protección.

-_______, desde que estas aquí no… digo.-ladeó la cabeza.

-Ese tema lo hablé con Jane cuando recién había llegado a casa y ella me compro, ya sabes, para…-hice una mueca y me quedé callada.- No tengo por qué explicarte eso.-añadí.

-Era una pequeña duda.-se defendió.- ¿Puedes contarme?-preguntó.

-No creo que puedas comprender.

-¿Por qué no?-preguntó.- No se que será lo que te preocupa pero de verdad me hace mal verte triste.-admitió. Le sonreí levemente.- Puedes confiar en mi.-dijo.

Él quería que le contara el por qué de mis caras largas durante horas y lloriqueos de noche, pero, él no iba a comprender que era el causante de todo aquello.
Lo observé, no podía hacerlo. Él no sentía ni pizca de amor por mi y yo lo amaba completamente, estaba dispuesta a hacerlo feliz pasara lo que pasara.

-Kendall….-dije. Fui interrumpida por sus palabras.

-Por favor, solo dime. Sin rodeos linda, sabre comprender.-confesó. Asentí.

-¿Seguro?-pregunté.

-Seguro.-dijo.- Solo no me pidas el divorcio.-condicionó con nerviosismo.

-No es eso.-aseguré. Trague saliva.- No te enojes.

-No lo haré, solo dime.

-Te amo, Kendall.-confesé cuando su mirada se clavó en la mía. Respiré entrecortadamente y cerré los ojos.- Te amo como nunca en mi vida había amado a nadie.

La Bella y la Bestia. -TERMINADA- Kendall SchmidtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora