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Scarlet

Era una completa egoísta. Miraba a mi padre, a mi amado padre, postrado en su cama, con el semblante cenizo, como muerto, tosiendo con cada vez menos fuerza. El doctor dijo que era neumonía, resultado de esa última salida a cazar en la que les llovió encima a mi hermano y a mi padre.
Pero Emilian era un joven fuerte de veinte años. Mientras que papá...

Y aunque me dolía verlo así, ya todos habíamos aceptado que era cuestión de tiempo para despedirlo de está tierra.
Y mi mayor egoísmo radicaba en qué no podía dejar de pensar en James, a pesar de todo.
A pesar de mí moribundo padre, a pesar de que papá se alegrará de saberme comprometida con Bruno,de que eso significará que estaba perdonada por mi familia. Nada importaba, solo James.
James y esa maldita necesidad de besarlo, y de llorar por su próxima boda con la señorita Dawson.

Según Constance, la futura esposa de James, era una mujer frívola, sarcástica, educada pero rebelde, engreída, y de muy ligeros cascos, motivo por el cual no había contraído matrimonio antes. Una mujer que en definitiva no se merecía a su hermano.
Y no pude evitar pensar, que, a pesar de todo, tal vez esa tal Kristen, o Kitty como al parecer James la llama, era más parecida a él que cualquiera. Después de todo, muchas de esas cualidades, sino es que todas, eran propias de ese idiota al que amaba.
Y con cada palabra de Constance entendía más el por qué James se casaría con ella. ¡Se frecuentaban desde niños! Se conocían a la perfección, según Constance, James durante muchos años no pasó más tiempo con nadie más que con ella, la visitaba a diario.

-Además, nunca se ha dicho pero...- me continuó diciendo mi cuñada.-...Estoy segura que la primera mujer con la que estuvo mi hermano fue esa zorra.

Parpadee rápido para evitar que salieran las lágrimas que amenazaban con aparecer. Sí ese era el caso, su matrimonio era cuestión de tiempo.

¡Y dolía tanto!

A pesar de que no podía dejar de pensar en él. Era hora de dejar de darle importancia. Él se iba a casar con esa mujer. Yo me iba a casar con un buen hombre, un excelente ser humano al que nadie podía igualar. Ya era hora de convencerme que cada quien se quedaría con lo que merecían.
Porque yo me merecía ser totalmente amada por un hombre intachable. ¿Pero Bruno se merecía desposar a una mujer que amaba a otro, a una mujer que pensara a otro?
No. Él merecía alguien que le entregará el alma.

Sin duda era una completa egoísta.

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James

Sí me descubrían, Lady Coninham, Armstrong, y hasta mi hermana, estarían en todo su derecho de meterme a la cárcel. Y con justa razón. Pues estaba entrando a la mansión Coninham como lo haría un ladrón
De noche, en silencio, sin permiso.

No cabe duda que por amor, uno puede a llegar a hacer las cosas más locas del mundo para estar con su amada. La mansión ya se encontraba en silencio, cada pasillo se encontraba en penumbra, y al fondo solo se escuchaban los quejidos del moribundo Lord Coninham.

Supuse que mi bella Scarlet estaría en la habitación de invitados, e iba directamente ahí, cuando de la habitación desde donde se oía al moribundo, la única que estaba iluminada, la ví salir.

La luz iluminó el pasillo, solo durante el momento en donde se abrió la puerta. Pero inmediatamente se cerró, permitiéndome  seguirla en la reconfortante oscuridad del pasillo.

Ni siquiera supe bien a donde nos dirigíamos, estaba totalmente hipnotizado por el vaiven de su falda. Solo cuando ella se detuvo frente a una puerta. Ajena a mi presencia. Me atreví a hacerme notar. Sin embargo, y a pesar de que había tanto que quería decir, no encontraba las palabras.

Simplemente se me ocurrió carraspear. Patético.

Scarlet se volteó asustada, para después mirarme con sorpresa. Sonreí.

-¿James?...-Balbuceo ella.-...¿Qué estás haciendo aquí?...-Inmediatamente ella se aferró a su bata. Lo que hasta el momento me hizo darme cuenta de que ella vestía ropa de cama.-...¿Cómo entraste?

Ni siquiera me permití decirle nada. Sabía que si abría mi bocota ahora, arruinaría el momento.

-Necesito hablar contigo y tu no estabas dispuesta a recibirme...Al parecer.- dije inseguro. Además de que siempre andaba por aquí el odioso de Armstrong, y así, pues...No.

Pude ver la duda en sus ojos. El miedo de encontrarse en mi compañía, en esas circunstancias, si alguien nos llegará a ver sería catastrófico para ambos.

Bueno, no en realidad. Por mí sería perfecto, pero no tanto para Bruno Ashton.

-No es correcto...-Balbuceo insegura.
Sus manos se ceñían a la bata, como queriéndote proteger. ¿Por qué siempre tenía que ser así?

-Scarlet, cuando nos hemos reunido ¿Cuando fue total y socialmente correcto?- a pesar de la penumbra noté su sonrojo. Sin duda ella recordaba bien como acababan siempre nuestras conversaciones, al igual que yo. Y en definitiva, iba a hacer lo posible porque está vez no fuera diferente.

El tiempo en que ella solo se quedó viéndome fijamente a los ojos, calibrando mis intenciones, y de seguro las posibles consecuencias de sus siguientes palabras, me pareció eterno. Incluso un sudor frío apareció en mi nuca.

¿Acaso ella diría que no?
¿Acaso ella no necesitaba aclarar todo lo que dejamos inconcluso?

-Bien...-Susurro mientras abría la puerta de detrás de ella.-...Hablaremos.

La gran puerta de roble se cerró tras nosotros.

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N/A:



*Se descubre la cara un poquito*

Hola.
Sé que no tengo cara para pedirles disculpas. Ahora si les dejé colgados un muy buen tiempo. Lo sé y en serio lo lamento. No tengo más excusa que la verdad. Estaba totalmente bloqueada.

En serio. Muchísimas veces me senté en la computadora sin saber que escribir, solo viendo la infinidad de mí lienzo en blanco. Blanco igual que como estaba mi mente. Al cabo de veinte minutos me daba por vencida.

Incluso esté capítulo no estoy segura que tan bueno sea.

En serio, lo lamento mucho.

Atte.
Emmerson J.B.

La Madrastra (Saga Montgomery #1)Where stories live. Discover now