[00] Añoranza.

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Jung Ho-seok, potentado y letal sucesor de una de las manadas más influyentes de toda la región y un hombre con el que nadie querría encontrarse a solas en una noche oscura, había estado buscando a su presa durante 7 años, 3 semanas y 2 días.

Incluso mientras dormía, su mente nunca dejó de buscarla. Ni por un día, ni por un segundo, había olvidado su búsqueda.

Todos los involucrados pagarían si la misma fuera interrumpida.

Se aseguraría de ello.


Se encontraba completamente vacío. Solo. Sin rumbo.

Sentir aquello no era algo que le inquietaba ni mucho menos provocaba su insomnio, ni cambiaba algo en su devastadora existencia.

Mas bien lo que le hacia sentir extraño era una sensación demasiado nueva; cálida, llenadora. Una que se alejaba demasiado de lo que normalmente cualquier humano sentiría; de aquellas emociones y sentimientos a los que muchos se encuentran acostumbrados. Y a las que tuvo que mantenerse alejado debido a su impuesto destino.

Era algo que le hacia vibrar entero.

Una abrasadora añoranza que le corrompía y obligaba a atender asuntos e intentar saciar su incertidumbre que antes quizás mucha importancia no le brindaba. Como por ejemplo, el preguntarse si realmente era importante para las personas el contacto físico; o si los sentimientos realmente son tan voraces y reconfortantes como logró escuchar mencionar en muchas personas al pasar, o en diálogos de películas y series, que pudo llegar a tener en cuenta en varias ocasiones en donde su curiosidad sobrepasó cualquier regla a la que se encontraba doblegado en aquel inquebrantable lugar en el que le mantuvieron cautivo entre cuatro paredes, durante toda su existencia.

Para muchos, tan sólo era su "as bajo la manga". Su arma más poderosa y letal. Y su condición de ser vivo quedaba siempre de lado, puesto que para ellos siempre fue una simple herramienta con un corto pero valioso tiempo de vida.

Quizás para sus hermanos el encontrarse solos es una costumbre; una orden. Una cláusula de un inquebrantable reglamento; la regla mas mordaz y significativa, mas dura y rígida. La que con mas sangre se pagaba a la hora de quebrantarla. Con el tiempo simplemente tuvieron que aceptarlo y obedecer.

Algo que aprendieron a las malas.

Y era por esa razón que se encontraba alejado de absolutamente todo y todos. Que decidió aislarse e irse lejos. Porque temía con todo su ser el hablarle a alguien sin querer, el ser impulsado por ese deseo que iba mucho mas allá de su conciencia y tenacidad. De su miedo a las consecuencias.

Porque aquel anhelo se había convertido en su júbilo.

Y, sin siquiera darse cuenta, se encontraba por momentos con un apetito tan voraz e intenso que le impedía pensar razonablemente. Con un hambre de algo que ni siquiera sabía a que se debía con exactitud. O lo que tenía que hacer para apaciguarlo.

Sintió frío cuando su sangre dejó de circular de pronto, alertándole. Cuando sus sentidos se agudizaron con una fuerza increíblemente mayor y absurda, pese al momento. A la tranquilidad que significaba encontrarse en un sector a pocos minutos de su residencia, a estas horas de la madrugada. Solo.

O eso era lo que creía.

Realmente jamás imaginó que habría quebrantado tantas reglas en unos benditos cuarenta y cinco minutos. Pero ya quedó mas que claro que su genio se encontraba levemente defectuoso por todo lo que sentía, provocando que su habilidad quedase completamente en segundo plano por momentos.

Como su inteligencia al hablar de supervivencia.

Se quedó sin habla cuando observó de pronto unos increíbles ojos del color de la luna examinarme cautelosamente.

Era un lobo. Pero no un lobo cualquiera. Era un animal demasiado enorme, de un color tan oscuro como sus ojos. Se encontraba observandole con curiosidad y algo que aun no lograba descifrar. Lo único que sabía era que eso que sentía, le provocaba que sus ojos brillasen aun más entre tanta oscuridad.

Su posición le demostraba que sabía defenderse, que no era un animal cualquiera. Su porte era de alguien experimentado y sabio. Aunque eso no era lo único que podía demostrarle aquello.

Su mirada le causaba un absoluto terror; una mirada antigua, experta, erudita. Y su cuerpo ante aquella extraña amenaza se encontraba obedeciendo ante su silenciosos mandatos.

Y sin siquiera notarlo ya se encontraba completamente sometido ante el.

Sollozó cuando se percató de que se encontraba arrodillado. Su cabeza cabizbaja, su cuerpo dolorosamente húmedo por el sudor debido al miedo del momento y a la adrenalina que no supo manejar como era debido pese a todos los años de entrenamiento.

Realmente pensó que se debía a eso. Pero cuando notó que el lobo comenzó a olfatear el aire con desesperación, y observó a sus pupilas dilatarse, empezó a dudar.

No sabía que era lo que sucedía. Se encontraba completamente perdido.

Se sentía paralizado, y su cabeza dolía como nunca antes pese a todo lo que pudo llegar a pasar de niño debido a su condición.

Se encontraba jodidamente cautivo. Por un animal. Por su simple mirada.

Por sus benditos ojos. Aquellos ojos que le hacían sentir misteriosamente vivo, ansioso, inexperto.

Suyo.

Pero aquel lobo de aspecto amenazante no era lo que mas temor le causaba. Lo que mas miedo le daba era que su mirada no era una cualquiera y que todo iba mucho mas allá de un simple animal con experiencia, o en pocas palabras, antiguo.

Estaba ante la presencia de uno que en un abrir y cerrar de ojos pudo mantenerle completamente entregado, sumiso. Por él y para él.

Se suponía que no cualquiera podría tenerme en estas condiciones. Se suponía que el que me encontrase en una condición mas privilegiada que mis allegados, era por mi ilimitada habilidad para la evasión.

Y sin embargo... ¿pero cómo? ¿por qué? ¿quién era él?

Y fue justo en ese momento cuando realmente se dió cuenta que las emociones podrían expandirse y que los limites no existían cuando de sentir hablábamos.

El terror que le amedrentó fue uno tan puro y genuino que ni cien años más de entrenamiento podrían haberle ayudado a evadirlo para enfocarme en lo técnico y olvidarme de lo simple.

Comenzó a experimentar lo que cualquier humano sentiría en momentos como ese; temblaba. Su cuerpo temblaba. Su corazón latía con rapidez. Su vientre bajo dolía. Dolía. Su pulso iba en aumento.

Sentía. Estaba sintiendo físicamente. Como una persona normal.

De pronto no pudo evitar sentir como sus ojos escocían. Dolor. Tristeza. Lagrimas.

Estaba llorando.

Pero aquellas nuevas experiencias no fue lo único que provocó que se quedase helado y completamente inmóvil. Mas bien fue debido al oscuro pero poderoso deseo que se encontraba calando por completo su cuerpo y sistema, lo que provocó que sin quererlo siquiera sollozara y se moviera en busca de alivio. En que buscara su mirada y le suplicara que le ayudara.

Que deteniese este dolor de una maldita vez.

Sí, deseaba a ese lobo como nunca antes deseó en la vida.

소원 burning desire. [Hopev]Where stories live. Discover now