Capitulo 28: "Winter Camp"

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Al fin había llegado el día, en tan solo unas horas el Winter Camp daría inicio. Con sus bolsos preparados Byakuya y Daizen bajaron a desayunar y despedirse de sus padres para poder partir cada cual a su escuela y juntarse con sus respectivos equipos para emprender el viaje. Makoto terminaba de cocinar mientras su esposo se aseguraba de que sus dos hijos hubieran dejado todo en orden y llevaran todo lo necesario, quince largos días duraba el viaje por lo que sus hijos estarían fuera prácticamente medio mes.

– Tengan cuidado ambos en lo que se están metiendo, no me agrada nada esto. – Les advirtió Makoto frunciendo el ceño.

– Es solo medio mes ¿O acaso ya vas a empezar como esas madres lloronas y preocupadas en exceso? – Bromeó el albino despreocupadamente a lo que recibió un buen golpe por parte del mayor, su madre no era muy tolerante con bromas cuando hablaba de algo serio. – Esta bien ya entendí, lo lamento. – Se disculpó frotándose la adolorida cabeza.

– No me refería a eso, lo decía por ese entrenador Kin. Si se las arreglo para hacer tremendas atrocidades y salir impune teniendo árbitros a su alrededor no quisiera pensar que podría planear para un lugar donde no habrá nadie salvo él y los otros entrenadores controlando. Es muy peligroso, simplemente me interesa que el idiota de mi hijo regrese a casa con ambos ojos esta vez ¿Acaso está mal eso? – Preguntó elevando el tono de voz molesto.

– No, tienes razón, en serio lo lamento. – Se disculpó Byakuya arrepentido por su broma ante la preocupación de su madre. – Gracias por la comida, iré a terminar de alistar mi bolso. – Dijo al levantarse pero antes de irse le dedicó una mirada a su madre. – No te preocupes, prometo que nada pasara así que no te angusties, tienes mi palabra mamá. – Le prometió con una suave sonrisa y le besó la frente al mayor para luego retirarse a su cuarto escaleras arriba.

Teppei observó aquello con una amplia sonrisa. – Byaku es un buen chico, si él dice que no nos preocupemos, no lo haremos. Ahora, estoy seguro que tú no terminaste con nada ¿Cierto? – Preguntó comprensivo mientras le revolvía los cabellos a su hijo menor. – Ven te ayudaré a cerrar el bolso, siempre tienes problemas con eso ¿No, Dai?

– No soy un niño así que deja de tratarme como uno. – Pidió Daizen con fastidio. –Sobre lo que dijo aniki. Yo también prometo comportarme, intentaré no darles dolores de cabeza. – Prometió con seriedad.

– Eres un dolor de cabeza solo cuando te comportas así, Daizen actúa como quieras o creas que sea correcto. Todos comenten errores, sería muy hipócrita de mi parte pedir que te comportes cuando yo nunca lo he hecho. Simplemente cuídate y no importa lo que ocurra tu papá y yo siempre oiremos primero tu versión. – Le aseguró Makoto con una leve sonrisa y le acarició el rostro a su hijo.

– Mako tiene razón, así que en vez de decir todo esto aprovecha esta oportunidad para arreglar lo que quedo mal con Ritsu. Y si algo vuelve a salir mal sabes que tu mamá demandará a medio mundo a tu favor. – Añadió Teppei entre risas.

– Ya basta. A ustedes dos les fascina avergonzarme ¿Verdad? – Reclamó con un leve sonrojo. – No prometo nada pero haré lo que pueda, solo dejen de meterse, ya les dije que me avergüenzan. – Dijo finalmente poniéndose de pie y desviando la mirada.

Makoto le mostró la lengua como niño travieso. – Pues eso es parte de mi trabajo y la que más disfruto. Ahora vete arriba a arreglar todo o si no, te llevaré personalmente a patadas hasta tu escuela. – Le ordenó con seriedad.

Luego de eso cada uno se dirigió hacia su escuela, de camino el albino pasó a buscar a Mori y se dirigieron hacia la casa de la pelinegra. Kaoru vivía junto al restaurante de su padrastro por lo que generalmente a la mañana desayunaban allí, los dos solían pasar por allí camino a la escuela todos los días ya que siempre lograban conseguir un segundo desayuno por parte del padrastro de la chica. Y como todos los días en una de las mesas se encontraron Kaoru y su padre devorando carne como si estuvieran en una competencia y junto a ellos un niño de unos ocho años, moreno y de cabello negro alentándolos en la competencia. Ni bien entraron un hombre de cabello cortó y negro, con la mirada amable se acerco a ellos.

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