Agravio

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El rubio corrió por las calles, casi en zigzag. Robó al pasar una gorra de un puesto de la calle, cambió su campera reversible, y al llegar a un lugar en específico, tomó la bolsa de plástico con las zapatillas y el estuche de lentes falsos que había guardado rato antes de enfrentarse a Vongola.  Con la campera cerrada, ocultando los restos de sangre, y se bajó el pantalón,  quedando con  el que tenía debajo del que usaba al meterse contra los mafiosos. Como última medida, se quitó los restrictores de presencia y llamas, y volvió tranquilamente a su casa, pareciendo otra persona. 

Si lo rastreaban con las llamas, no temía en lo más mínimo. Ya que él no era particularmente fuerte, y podía mezclarse con facilidad entre los civiles sin entrenamiento.

Casi un año. Su victoria había sido el resultado de casi un año de constante investigación y preparación. Todo para verse arruinado en el último segundo por esa castaña. O bueno, eso es lo que otro pensaría. Él no tenía un particular interés en matar inmediatamente a la familia Vongola. 

Primero... ¿Por qué no? Los haría saborear el dolor de ser derrotado. El miedo de no poder encontrar un lugar seguro en su ciudad. 

Una vez llegó a su casa, se quitó los zapatos.  A pesar que del hall.... de la mayoría de la casa, apenas y quedaban restos. 

-Tadaima....

Una voz dulce le llegó desde una de las pocas habitaciones que no tenían grietas en el techo.

-Okairi, nii-san. 

Sonrió feliz, y caminó por el resto de los pisos salidos con su sonrisa,  a abrazar a la chica que lo esperaba en la cama. Rubia como él, pálida como una muñeca, y de ojos de su mismo color rojizo, lo esperaba con una sonrisa. Al verlo descalzo, le hizo pucheritos tiernos.

-¡Moo! ¡Ya te dije que no te descalses en casa! ¡Hay bichos por aquí aún!

 Él se rió y besó su frente al llegar, ignorando la ternura de sus reproches. 

-Tienes fiebre. Te prepararé algo de medicina. 

Ella cedió y lo vio irse, con un suspiro. Parecía feliz. Ella sabía que eso significaba algo muy, muy malo para alguien, y eso la preocupaba. Si tan sólo pudiera levantarse de la cama... 

Él, en la cocina-estudio-comedor-enfermería, preparaba la medicina, y veía el pequeño santuario que estaba en una esquina. El que habían erigido en honor a los compañeros asesinados por ese monstruo..... 

Se inclinó frente a él, y les prendió incienso, inclinándose a rezar. 

Finalizó su rezo con una declaración que su hermana escuchó en el silencio de la casa destruida, y le dio un peso en el corazón y un escalofrío por la espalda. 

-No se preocupen, compañeros, me vengaré de la masacre. Ahora.... ya sé que puedo hacerlo. Y cómo. 

***

Tsuna por fin abría los ojos. Kyoko, a su lado, lo miraba ansiosa. Tenía lágrimas en los ojos, y de no ser por Reborn, se hubiese lanzado a abrazarlo. La dejaron hacerlo, pero despacio, para no terminar de romperle lo poco que no tenía roto. Tsuna le sonrió. Quería limpiarle las lágrimas, pero no podía. Literalmente, no podía. 

Kyoko le contó que Reborn acababa de irse, había escuchado que Yamamoto también había despertado. Lambo, ella y Chrome habían resultado casi ilesos. Haru sólo había salido con un shock importante, pero ellos cuatro ya tenían el alta. 

Los que peor estaban eran Yamamoto, Hibari y él. Él estaría en el hospital, por lo menos un par de meses. Y eso sólo porque su cuerpo se había adaptado a recibir daño. 

Tsuna la escuchaba atentamente, o intentaba. Estaba sólo demasiado feliz de saber que Kyoko estaba bien. Y también el resto de los integrantes de la familia. 

Pero también... ¿Quién había sido ese tipo? ¿Por qué los había atacado? ¿Por qué los había vencido? No era fuerte. No más que Lambo enojado, al menos. Entonces... ¿cómo?

Una aclaración de garganta lo hizo levantar la vista y enfrentarse, asustado, a su tutor. 

-Kyoko. Te llama tu hermano mayor. 

La chica asintió, y se fue. El aún niño Reborn saltó hasta la silla de Tsuna y lo miró. Tsuna pensó que sería golpeado. Los ojos de su tutor no se veían. 

-Tsuna.... tenemos algo muy serio aquí. ¿¡Cómo permitiste que esto le pasara  a tu preciosa familia?! ¿¡Qué clase de jefe eres?!

Al escuchar el grito, Haru supo que no debía entrar a enfrentar a Tsuna. Así que suspiró y se giró a volver a la habitación de la que había salido, cuando quedó helada del terror. Frente a ella, aunque casi irreconocible con el disfraz que traía puesto, quien los había atacado, la apuntaba con un revolver y una sonrisa falsa.

-Este es un lugar muy transcurrido, linda, pero... ¿Por qué no vienes conmigo a tomar algo en silencio? Sé que este es un hospital, pero me pregunto si les daré tiempo a salvar tu vida.

Cuando Reborn sintió la sensación hostil, y salió, sólo logró ver la coleta de Haru doblando la esquina. 

Vendetta, amore mio.... vendetta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora