Decimonovena parte; Miedo

16 5 1
                                    

No te ilusiones, Fabián, ella solo necesitaba a alguien que tocase su acompañamiento.

Caminaba a través de un puente que queda a unas calles de mi escuela, cuando...

Es como si vieras a través de mi corazón.

Sus cabelleras rubias se revoloteaban en el viento mientras daba pequeños saltitos mirando hacia abajo para no pisar ninguna línea.

Siempre apareces...

Y al terminar el recorrido de la rayuela, se dio la vuelta, y me miró con una sonrisa radiante, de las que siempre posee, de las que nunca borra.

Repentinamente.

–Hola.– Fue lo único que musitó mientras levantaba su mano en modo de saludo.

–¿Que haces?– Fue lo único que salió de mis labios al ver su figura sobre el atardecer anaranjado.

–Tal y como ves, estoy jugando a la rayuela.–

–Dijiste que estabas esperando a alguien.– Escuché chillar a una de las niñas que la acompañaba con sus ojos levemente abiertos.

–S-si, tú...– Murmuró la otra antes de ser silenciada por Nora, quien cargaba unas mejillas sonrojadas y un rostro de vergüenza.

Ella volvió a dar vuelta hacia mi y me extendió la mano.

–En fin.–

–¿A qué viene la mano?– Miré extrañado su mano por encima de mis anteojos.

–Vamos, vamos.–

–No entiendo.–

Bufó, para luego hacer una sonrisa de lado mientras movía su mano esperando una reacción de mi parte.

–Me quedaré con lo que hayas traído para celebrar mi alta.–

–Ah...– rasqué la parte trasera de mi cabeza algo incómodo.–

–¿No trajiste nada?– Abrió su boca levemente demostrando que estaba ofendida. –¡Eres horrible! Thomas me trajo flores.– hizo un pequeño puchero simulando que iba a llorar.–

–¡Por favor no llores! Haré cualquier cosa.– Expresé mientras colocaba mi mano en su hombro.

–¿Harás cualquier cosa que te diga?– Continuó con su puchero mientras hacía resbalar una lágrima por su mejilla.

Oh no, en que me he metido.

–S-si...–

–¿De verdad?–

–De verdad.–

–¡Yey!– Levantó sus brazos frenéticamente en modo de celebración mientras alargaba la letra "e".

Lo sabía.

–¿Qué te hago hacer?– Sonrió de forma malévola. –Ya sé... Participa en un concurso de piano.

Mis ojos se abrieron por simple reflejo, mientras mis manos comenzaban a sudar de forma instantánea.

–Ahora te toca a ti.– Sonrió.

–No puedo hacerlo...– Murmuré mirando hacia abajo.

–¿Por qué?– Comenzaba a ponerse más seria. –Si el otro día tocaste... ¿Todavía te da miedo?–

¿Todavía tengo miedo?
Bajé mi mirada.

–Otra vez mirando al suelo, Fabián.– Hizo una sonrisa comprensiva.– ¿Cuando vas a entender que el miedo no existe? Todo lo que te atormenta, todo lo que te persigue ¿Es tu miedo? No, eres tú mismo.
Todo el mundo tiene miedo de subir a un escenario, miedo de fallar, de tropezar, o de que todos te rechacen, y aún así, nos aguantamos y subimos al escenario, actuamos movidos por algo.–

Esta vez era ella quien miraba al suelo.

–Tú también?– Musité.

Todo lo que hace y dice es tan brillante que me deslumbra, y debo cerrar los ojos.

–Yo abandoné las partituras, Nora, no tengo derecho a ser un artista.–

Me esforzaba por tocar para que mi madre mejorara, pero...

Ella rió con calidez, mientras llevaba uno de sus dedos hacia su labio inferior.

–Seguro que hay muchos músicos así, gente que dice "No pienso hacerlo" o "Toca tú", y aún así, recogen las partituras y vuelven a enfrentarse a ellas, y así es como se crean las mentiras más hermosas.
Todavía tenemos dieseis años, así que arriesguémonos.–

Y dicho esto, antes de que pueda decir o hacer algo, sus pies se encontraban colgando del puente, y luego, su cuerpo salpicando agua con la caída.

Corrí hacia el borde observando con ojos de asombro a la rubia salpicando agua y riendo a carcajadas en las aguas cristalinas.

–¡Se siente muy bien!– Gritó desde abajo con una sonrisa gigante y sus ojos cerrados. –¡Quería hacerlo desde hace rato!–

Todo lo que hace y dice es tan brillante que me deslumbra, y debo cerrar los ojos... pero no puedo evitar idolatrarla.

"¿Tú puedes olvidarlo?"

El momento en que mi música les llegó, ¡No hay forma de que pueda olvidarlo!

Volví a sentirme libre, todo sucedía en cámara lenta, mi uniforme se desarreglaba mientras cerraba mis ojos y me preparaba para contener la respiración.

Mi cuerpo chocó contra el agua refrescando cada parte de él, mientras Nora nadaba hacia atrás para no caer encima de ella.

Comencé a reír sin parar, sintiendo las gotas frías recorrer mi rostro.

Segundos después Nora estaba acompañándome, riendo de la misma forma en la que yo reía.

No hay forma de que pueda olvidarlo, porque soy un músico, cómo tú.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jan 30, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Su mentira de EneroWhere stories live. Discover now