Decimoctava parte; Montaña Rusa

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Narra Lucía

Un helado en mano era lo único que traía conmigo, caminaba a un costado de Mica después de el entrenamiento de béisbol cuando pasamos por ahí.

–¡Fuera abajo!– Gritó una niña antes de dar un salto.

–Cuanta energía tienen los niños...– Murmuró ella mientras yo jugeteaba con la punta de mi helado.

–Y eso que el agua aún está fría.–

–Tu también solías tirarte desde el puente del valor.– Me miró, y aquellas imágenes volvían a mi cabeza. –Siempre terminabas tirando a Fabián.– Sonreí, miré hacia abajo.

–¡Que más da!– Exclamé levantando mi mirada hacia arriba. –Fabián también se reía.

–Pero no está bien.– Tomó un sorbo de la botella de agua que tenía en sus manos.

Es verdad, yo lo conozco.

–¿Pasó algo con Fabián?–

Abrí mis ojos grandes, sentí mis mejillas arder y me di la vuelta para ver a Mica.

–N.no pasó nada ¡No digas cosas raras!– Exclamé intentando no sonar nerviosa, pero lastimosamente no lo logré.

–Está bien.–

Mica siempre fue así, siempre fue una persona calmada, para nada demostrativa, no sabías diferenciar entre su rostro de felicidad o de impresión.

–Tu único atractivo es tu energía, y últimamente no pareces tú misma.

Y ni hablemos de su sinceridad.

–Lucía, tienes los ojos nublados.–

–Vaya, si son Mica Becker y Lucía Mitchell.–

Una voz lejana me sacó de mis pensamientos, era ella, otra vez, a dar vueltas mi cabeza, a revolotear mi vida.

–Que coincidencia, no esperaba encontrármelas.–

–Hola, Betsabe.– Dijo Mica, sin expresión alguna. –Cuánto tiempo sin verte.–

–Y ese uniforme?– Intenté sonreírle. –Eres toda una estudiante de preparatoria.–

Ella rió como acostumbraba, como siempre, asemejándose a la perfección.

–No nos vemos desde la graduación.–

Pasamos un rato hablando con Mica, hasta que llegó el momento de separarnos, Betsabe debía caminar hacia el mismo lugar que yo.

–¿Sigues siendo tan activa como antes, Lucía?– No sé por qué, pero eso me sonó a sarcasmo.

–¿Q.qué?– Mis mejillas comenzaron a arder, un fuerte color rojo tiñó mis mejillas. –Pero si yo no...–

–No hablo de eso.– Me interrumpió riendo. –En el béisbol.–

Lucía, eres una completa idiota.

–A.ah...– Betsabe era la única persona en el mundo que lograba dejarme así de idiota. –Claro que si.– Reí incómoda mientras jugaba con mis manos. –¿Y tú?–

–La preparatoria es muy difícil, es muy duro, no soy la capitana, como lo era aquí.–

La antigua capitana del club de Béisbol, es una chica genial y transmite confianza, la que enamoraba a todos los chicos, y bueno, hasta a algunas chicas. A diferencia de otras personas, que son desastrosas y nada del otro mundo, y no son ídolo de nadie. Sentí mis mejillas arder, no era momento de pensar en él.

No pasa nada, a pesar del piano, yo conozco muchos aspectos positivos de Fabián.

–Parece que va a llover.– Musitó ella mordiendo su labio impaciente, parecía notarme perdida, y no se equivocaba, lo estaba.

Me adelanté un poco más para caminar hacia ella, me había atrasado por estar pensando todo el camino.

–Hay una alta posibilidad de mal tiempo.– Le sonreí, levantando mi mirada hacia ella, era más alta que yo.

"Tienes los ojos nublados"

No pasa nada, pero ¿Por qué estoy preocupada?

Era el momento de despedirme de Betsabe, nuestro camino ya estaba a punto de separarse.

–Hey, Lucía.– Murmuró ella tomando mi mano para detenerme.

–¿Si?– Le sonreí volteándome a verla.

–No fue casualidad.–

Era raro, pero por primera vez pude verla sonrojada, volví a sonreírle, y ella me sonrió a mi.

Me jaló hacia ella, y casi podía sentir como su corazón latía con una fuerza incomparable.

Sus ojos brillaban, tal y como decía Sofía; Cuando quieres a alguien, lo ves todo colorido.

Pero ¿Betsabe me quiere?

Y se me pasó, se me pasó el tiempo de pensar, antes de que pueda hacer o decir algo, la tenía encima de mi, me estaba besando.

Y me beso, ese tipo de beso que nunca podría hablar en voz alta con mis amigas, fue el tipo de beso que me hizo saber que no quería a nadie más en mi vida.

Sus labios se movían con lentitud sobre los míos, mezclando nuestras salivas, rozando nuestras lenguas.

Una de sus manos se encontraba en mi cintura, mientras la otra sujetaba mi cuello para evitar separarme. No sé si esto está bien o mal, no sé cómo sentirme.

La antigua capitana de béisbol, es genial y transmite confianza.
Era ídola de todas las chicas, la mía también.

Terminamos siendo novias, a escondidas claro, hasta que ella rompió mi corazón con la excusa de que debía "disimular lo nuestro".

Y ese amor acabó derritiéndose junto a la nieve de la graduación.

Pensé que era un amor así, derretido, fui feliz, muy feliz.

Pero aún así, ahora cuando estoy con ella, mi corazón sigue brillando, y no quiero eso.

Brilla como las constelaciones de invierno.

Me siento como la primera vez, sentía vértigo cuando supe que me había enamorado de ella, tenía esa sensación que uno tiene cuando sube a una montaña rusa, la sensación de que puedes morir, pero quieres hacerlo de todas maneras...

Su mentira de EneroWhere stories live. Discover now