Novena parte; Miscifus

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-¿Te gustan los gatos?-
Los ojos del felino se ubicaron en un pedazo de mi comida que le había dado, acariciaba su lomo con suavidad mientras el comía, y correspondía mis caricias.

-Tenía un gato negro como este.- Sonreí, recordando al pequeño Miscifus.

-¿Ya no tocas el piano?- Dijo, cambiando de tema por completo.

-¿Como lo sabes?-

-Ganaste la categoría de piano del concurso de estudiantes de highlands shcool, Barcelona, fuiste el ganador más joven del concurso de Madrid, también el de Pamplona, etcétera, etcétera.- Sonrió sentándose en la banca en la que estaba sentado yo. -Tus actuaciones son precisas y rigurosas. El metrónomo humano, un niño prodigio que actuó en una orquesta a los 8 años.

No sabía que estaba al tanto de tantas cosas sobre mí, me siento importante porque Nora Thompson sabía de mi existencia.

-Si que me conoces entonces.- Reí en un tono burlón.

-Es conocimiento general. No hay ningún músico de nuestra edad que no te conozca.- Acariciaba la cabeza del felino con delicadeza. -Eres a lo que todos aspiramos. ¿Por que dejaste de tocar?-

Estoy seguro de que podía notar mi cara de tristeza en ese momento, hacía mucho tiempo que yo no tocaba este tema.

-¿Por qué?- Repitió ella al ver que no contestaba.

-No puedo oír.- Dije, por fin. -No puedo oír el sonido del piano.-

Ella se exaltó, abriendo sus ojos y girándose del todo hacia mi.

-Es algo inusual ¿No?- Reí con incomodidad.

-¿Que?- Frunció su ceño parándose delante de mí. -¡Pero si antes estabas tocando en la tienda!-

-Al principio si lo oigo, pero luego.- Aclaré mi garganta. -Cuanto más me concentro, cuanto más me entrego a la música, el sonido que toco se retuerce, como una flor arrastrada por el viento primaveral, hasta alejarse y desaparecer.

-Por eso antes...-

-No representa ningún obstáculo en el día a día.- La interrumpí. -Lo único que no oigo es el sonido del piano que yo toco, es un castigo. Pese a que oigo mis dedos pulsando el teclado, y las teclas cada vez que se hunden, no puedo oír el sonido que estoy produciendo.- Caminé hacia un árbol que se encontraba cerca, recostándome en el. -Seguro que es un castigo.- Susurré mirando al piso.

-No actúes como un niño mimado.- Dijo ella, parándose a mi lado. -Eres un deprimente Fabián, aunque no puedas tocar, toca igual, inténtalo.

Sin que pueda decir o hacer algo, me golpeó fuertemente en mi cabeza mientras fruncía su ceño.

-¡Si no puedes mover las manos, toca con los pies!-

-¡Estás loca!-

-¡Si te faltan los dedos, usa la nariz!- Gruñó volviendo a golpearme. -¡Aún estando triste, destrozado en lo más hondo ¡Debes tocar!- Su mirada subió, haciendo que mire hacia dónde ella, las nubes. -Así es como vivimos nosotros.-

Nosotros.

-Si.- Dije con una sonrisa en mi rostro. -Quizá tú seas así.-

"Al estar enamorada, la gente resplandece."

Si estoy contigo, creo que entiendo más o menos lo que quería decir Thomas.
Te enamoras de la comida, te enamoras del violín, te enamoras de la música. Por eso resplandeces tanto.

¿Cómo se llamaba este sentimiento?
Probablemente... Probablemente se llame admiración.

Bien. -Dijo sonriendo, colocando sus manos en sus caderas. -Lo decidí, vas a tocar mi acompañamiento.-

-¿Qué?-

-Podré participar en la segunda preliminar porque me escogió la audiencia.- Dijo inclinándose para seguir acariciando al gato. -Me refiero a ese acompañamiento.-

-¿A caso escuchaste algo de lo que te dije? ¡No puedo tocar! Dejo de oír el sonido.-

-¿Ya te dijeron que eres muy molesto? Ya lo decidí, acéptalo sin reclamar.

Estás en plena primavera. Estás en una primavera irreemplazable.

-Nomino al amigo Fabián como pianista de mi acompañamiento.- Dijo con una sonrisa cargando al gato en sus manos.

Su mentira de EneroWhere stories live. Discover now