Capítulo 24 🌙

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Arianne

Estoy tan drogada que no puedo distinguir la realidad. Apenas soy consciente de que yazco sobre una cama incómoda. Revisan mi pulso y me hacen pruebas como si fuera un experimento. Mi brazo arde por los pinchazos de las inyecciones y aprieto los dientes para no vomitar.

Mis párpados pesados examinan el lugar con cansancio. Estoy en una habitación muy oscura: cortinas negras cuelgan ladeadas sobre una ventana tapiada, el papel de la pared se ha despegado y una bombilla densa convierte el lugar en sombras espantosas. Hago una mueca al notar un aguijón conectada a mi brazo y noto una intravenosa que roba mi sangre.

Están quitándome sangre.

El corazón se me acelera y el sudor baña mi cuerpo. El pánico hace girar mi cabeza mientras la oscuridad bordea mi visión. Duele. Todo me duele.

—¿Qué me hacen? —pregunto con un quejido —. Déjenme en paz. Suéltenme...

Aulus aparece en mi campo de visión con una sonrisa ladeada.

—Tu sangre es como un elixir —destaca él —. ¿Sabes cuán importantes son los druidas? Debido a sus inmensas conexiones con la naturaleza, pueden sanar hasta con un contacto físico.

Rechino los dientes, reacia a mostrarme débil. Juro matarlo en cuanto me dé la oportunidad. No podrá escapar de mí. Su destino está sellado.

—¿Qué se supone qué harás con mi sangre, enfermo?

Sonríe sin inmutarse por mi enojo. La mujer clava otra inyección en mi brazo derecho y hago una mueca de dolor. ¿Acaso nunca será suficiente para ellos? ¿Cuánto más tomarán de mí?

—Como líder de mi clan, quiero lo mejor para ellos —responde Aulus —. No ha sido necesario tener una compañera para que seamos fuertes, por años hemos utilizado las habilidades de druidas. Tú no eres común, eres especial. Tu sangre nos hará invencibles.

Las lágrimas queman mis párpados y trato de ignorar el mareo repentino. Estoy muy cansada por la extracción de sangre.

—Tu manada te desprecia —pronuncio las palabras con mucha satisfacción —. Te odian y te dieron la espalda. ¿Por qué luchas? ¿Por ti? Bastardo egoísta.

Alza los hombros.

—Pronto abrirán los ojos y entenderán que todo lo hice por ellos. Logramos sobrevivir décadas a pesar de la maldición que impusieron sobre nosotros.

Respiro hondo.

—¿Qué maldición?

Aulus se acomoda en el sofá de la esquina con un tobillo sobre su rodilla.

—Antes de ser Alfa, era un joven con muchos sueños —baja la barbilla —. Mi padre siempre decía que el amor es para tontos y una creencia absurda que nos manipula las mentes. Nunca estuvo de acuerdo que formáramos un lazo con las hembras —Hace una mueca —. Imagina que alguien tenga el control de tus pensamientos y que tu vida dependa de ella. La unión es tan poderosa que tu alma se entrelaza con la suya.

Una tos seca y húmeda me sacude el pecho. A mí tampoco me agrada, pero él lo hace sonar como si fuera lo más repudiable del mundo. Asher me enseñó lo contrario en pocos días.

—Si una compañera muere, los licántropos también.

Las esquinas de sus labios se curvan con desagrado.

—Exacto. ¿Qué tan egoísta es? —Niega con la cabeza —. El punto de quiebre empezó cuando mi padre estuvo a punto de morir por culpa de su compañera. No podía irse de este mundo y dejar indefenso a su manada. Así que se propuso a cambiar la historia y demostrar que los machos podemos sobrevivir sin las hembras.

Dulce Maldad [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora