40- TODO ESTARÁ BIEN (2)

Comenzar desde el principio
                                    

Ver el ceño que se le formaba en la frente me hizo reír, y me convenció.

—Gracias. Yo no... —Sacudí la cabeza y sonreír—. Gracias.

Su mano se colocó sobre mi hombro y dio un ligero apretón.

—Ven a visitarme de vez en cuando. Me aburro mucho si estoy sola.

Hizo una mueca y yo me carcajeé.

—Bien. Aunque deberías aceptar la propuesta de Derek e irte a unas vacaciones largas, así no te aburres tanto.

Jan resopló y rodó los ojos.

—Conociendo a ese hombre unas vacaciones largas durarán dos años.

—Déjate consentir, mujer. ¿Qué tiene de malo? —cuestioné divertida.

—Me aburro si no estoy trabajando.

Se encogió de hombros y yo negué divertida. Jan podía ser muy terca si se lo proponía. En ese corto espacio de tiempo me había dado cuenta.

—En ese caso vendré a visitarte de vez en cuando.

—Sí, por favor. Una vez al mes por lo menos para que vengas a relajarte y te inspires. Quiero ese libro firmado cuando salga a la venta.

Me señaló con su dedo y sonreí agradecida, abrazándola una vez más.

—Cuenta con ello. Di adiós a Derek y dale las gracias por mi parte.

—Lo haré. Ahora ve que Anna te espera.

Después de eso me subí al coche y sacudí mi mano para decir adiós antes de comenzar a alejarnos por el sendero entre los árboles. No tenía ni una semana de conocerla y ya la consideraba una amiga. Fue extraño cómo la vida la puso en mi camino justo cuando la necesité.

Pasamos media hora del viaje de vuelta sin hablar, solo escuchando música y cantando en un intento por no caer dormidas. Los párpados empezaban a pesarme por el cansancio, pero me dije que no podía dormir; no cuando mi tía estaba igual o más cansada que yo e iba manejando. Tenía que quedarme despierta y hacerle compañía. Una vez que llegara a casa, entonces podría dormir todo el día si quería, pero antes de eso iría a visitar a Levi. Tenía que mirar cómo estaba, quería verlo lo antes posible.

Suspiré echando la cabeza hacia atrás y escuché a mi tía reír a mi lado.

—Pronto lo verás —dijo, acertando en el porqué de mi actitud. Sonreí mirando su perfil y me dio un rápido vistazo—. ¿Vas a querer que te deje en tu apartamento?

Estuve a punto de decir que no, que mejor me dejara en el hospital, pero ya era muy tarde y no sabía si Sam estaba trabajando. Además, si lo estaba, no quería parecer muy abusiva con su confianza. Ya me había ayudado bastante y no quería meterla en problemas por pedirle que me ayudara, y teniendo en cuenta que no podría estar mucho tiempo con él en caso de que pudiera verlo, al final opté por ir a casa, descansar y temprano en la mañana ir al hospital.

—Sí, tía. Por favor.

Cuando mi tía me dejó frente al apartamento disculpándose de nuevo por todo, yo la abracé. No me gustaba que se sintiera culpable. Entendía que aquel trabajo había sido muy importante para ella —para ambas— y que no había deseado quedar mal. Le agradecí por haberme tenido presente a la hora de aceptar el encargo. Me despedí y ella se marchó.

Aproveché el poco tiempo que quedaba antes de que el sol saliera. Me di una ducha rápida y, apenas toqué el colchón, caí rendida. Ni siquiera sé si soñé algo. Lo que me despertó fue el sonido del teléfono fijo. Tomé mi celular para ver qué hora era —sentía que había pasado solo un minuto desde que había cerrado los ojos— y maldije al ver que se había descargado. Así adormilada como me encontraba salí corriendo por el pasillo para alcanzar a tomar la llamada.

Siempre has sido tú ✔ (EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora