04-COSA DE SUERTE (2)

491K 30.5K 5.8K
                                    

UNA TORTURA
***


El sábado desperté con el corazón desbocado y el cabello adherido al sudor de mi rostro. Acababa de tener un sueño demasiado intenso con mi compañero de habitación, y no podía dejar de temblar. Mi pecho se inflaba y desinflaba con cada respiración inestable que tomaba al recordar cada detalle. Miré la hora en mi celular y mascullé un improperio al ver que apenas eran las siete. Fijé los ojos en el techo e intenté conciliar el sueño de nuevo, pero me fue imposible; la imagen de Levi sobre mí volvía a repetirse en mi mente una y otra vez. Podía ver su boca entreabierta, el cabello humedecido que colgaba alrededor de su rostro, sus ojos entrecerrados, su torso desnudo... podía escucharlo respirar con pesadez cerca de mis labios, e incluso podía sentir su aliento acariciar mi rostro.

Fue el sueño más vívido que tuve alguna vez y era frustrante, mas no podía dejar de sentir admiración por el cerebro humano. ¿Cómo era capaz de crear sensaciones que nunca había tenido antes? No lo sabía, pero era bastante curioso.

Salí de la cama varios minutos después al decidir que era mejor ocupar mi mente en otra cosa. Era fin de semana, por lo que no tenía clases y podía hacer el desayuno con toda la paciencia del mundo. Tras pensarlo un momento, me decanté por unas simples pero deliciosas tostadas francesas. Puse música en mi celular en un volumen bajo y comencé a cocinar. Para mi mala suerte, no pasó mucho tiempo antes de que mi calma fuera rota.

—Buenos días —dijo la ronca voz de Levi a mis espaldas. Ni siquiera el sonido del aceite al chisporrotear pudo enmascarar lo adormilado en su tono.

—Buenos días —respondí. No me volví a verlo. Me quedé con la vista puesta en la sartén frente a mí, mientras contaba en mi mente los segundos para voltear la tostada francesa. Si lo veía, pensaría en aquello sin poder evitarlo.

Lo escuché arrastrar una silla del comedor y dejarse caer sobre ella. Me lo imaginé con el cabello alborotado, tallando uno de sus ojos en esa manera tan adorable que hacía cuando acababa de despertar, y me mordí el interior de la mejilla. A pesar de querer concentrarme en el desayuno que tenía delante, cada sentido había cobrado vida propia desde que había ingresado en la habitación y se había absorto en la presencia de Levi, lo que hizo que se me quemara la tostada.

Maldije entre dientes y Levi rio. Sin duda sabía lo que había pasado y hallaba divertido todo el asunto.

«Imbécil.»

—¿Necesitas ayuda? —inquirió divertido.

—No, gracias —dije en un tono seco, aunque en verdad quería pedirle que se marchara. El tenerlo cerca, aunque fuera a unos metros de distancia, me distraía bastante.

—¿Segura? —La manera en que alargó la pregunta me hizo rodar los ojos.

—Sí.

Le lancé una mirada molesta por encima del hombro, pero me arrepentí de inmediato al encontrarlo con los ojos adormilados y sin camisa. Tenía una sonrisa pintada en el rostro y esta se amplió aún más cuando mis ojos viajaron de manera inconsciente por su torso desnudo. Al parecer —si el sueño era una prueba— mi subconsciente se había grabado a la perfección la figura de Levi.

Maldita fuera si el chico no estaba en buena forma.

Me volví para continuar con la preparación del desayuno y él se carcajeó.

—No te pongas nerviosa, Luce. Pensé que a estas alturas ya te habrías acostumbrado a mi sensualidad —se burló.

Tomé una profunda respiración y agarré el huevo que estaba a mi lado. Me giré a encararlo y sus cejas se elevaron al ver lo que tenía en la mano.

—Lo juro, Levi; si te atreves a decir algo más y no te vas justo ahora, te lo arrojaré a la cabeza. Sabes que tengo buena puntería. —Elevé la mano para dar énfasis a la amenaza y él rio entre dientes. Hizo un gesto de rendición y se puso de pie para retroceder con lentitud hacia la puerta de la cocina, pero nunca perdió su sonrisa. Lo vi girarse para salir, sin embargo, justo antes de hacerlo, me miró con malicia.

—¿Amaneciste de malas o solo necesitas un buen revolcón?

Una carcajada se hizo oír cuando el huevo se rompió en la puerta cerrada de la cocina. El maldito había logrado escabullirse antes de que pudiera darle.

—¡La próxima vez no fallaré! —le grité. Volví a la tarea en la que había estado concentrada antes de que Levi llegara y traté de no sonreír.

Fallé.

Cuando volví para cortar un poco de fruta, no calculé bien el espacio entre el cuchillo y mi dedo, por lo que me causé un corte que me hizo exclamar de dolor en voz alta.

—¡Mierda! Esto duele, carajo. Ah, maldición, qué estúpida soy.

Me di la vuelta para ir al baño en busca del botiquín, pero antes de haber dado apenas un paso, Levi entró de vuelta a la cocina, se acercó a mí, me tomó por las caderas como si no pesara nada y me colocó sobre la barra. Salió de la cocina con rapidez y pocos segundos después estaba de vuelta frente a mí con el botiquín en mano. Tomó mis dedos con suavidad y me colocó una pequeña gasa alrededor para detener el sangrado.

Si no hubiera sido porque la maldita herida ardía como el mismo infierno, entonces el tenerlo entre mis piernas abiertas me habría puesto demasiado nerviosa y seguro que su aroma en mis fosas nasales habría logrado que comenzara a tartamudear.

—Me encanta tu boca de camionera —bromeó en un intento por distraerme. Yo sonreí sin ganas y él suspiró—. Si no fuera porque llevamos casi dos años viviendo juntos y te conozco demasiado bien, habría creído que eres torpe —murmuró preocupado—. ¿Qué pasó? Tú siempre eres cuidadosa, enana.

Lo observé atender mi herida y suspiré.

—No calculé bien —me excusé en voz baja.

Él sabía lo estricta que era conmigo misma, lo mucho que me presionaba siempre queriendo ser la mejor, dar lo mejor de mí. No me permitía ningún fallo, ni siquiera en algo tan cotidiano como eso. Era cuidadosa, ordenada, prudente y organizada. Cualquier error, por más pequeño que fuera, me sentaba mal.

—Si tú lo dices —pronunció inseguro. Yo sonreí y empujé un poco su pecho para que me dejara bajar.

—Yo lo digo —aseguré. Levi sonrió y comenzó a guardar todo en el botiquín.

—Estás lista.

—Gracias. Voy a... terminar aquí.

—Yo creo que no. —Me tomó por el interior del codo, sacó una silla y me hizo sentar—. No queremos que pierdas un dedo y hoy estás bastante distraída, por lo que terminaré yo. Tú... relájate o, no sé, lee algo en lo que yo acabo. Después vemos una película mientras desayunamos.

No esperó a que yo discutiera y se puso a limpiar. Tuve que suprimir las ganas de acercarme a abrazarlo y agradecerle por ser tan perfecto.

A pesar de que sabía que no debía ilusionarme, siempre se encendía una chispa en mi interior cuando notaba lo mucho que yo le importaba y cuánto se preocupaba por mí. Era inevitable y sabía que a la larga eso me lastimaría; que con el tiempo esas ilusiones vanas me explotarían en la cara, pero en ese momento no me importaba. Tenía un extraño sentimiento en el pecho, de tristeza y dicha a la vez.

Me estaba volviendo loca, pensé. Y masoquista.

Vivir con Levi Madsen era la mejor de las torturas.


Instagram: cmstrongville
Twitter: cmstrongville
Grupo en fb: Leyendo a Cee
  

Siempre has sido tú ✔ (EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora