11-LA ÚNICA EXPLICACIÓN

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LA ÚNICA EXPLICACIÓN
***


—Te llamo luego, ¿sí?

Colin pasó un dedo por mi labio inferior y sonrió. Yo asentí embobada. Lo más seguro era que estuviera mostrando una sonrisa idéntica a la suya. Me sentía tan bien, tan relajada...

Salí del auto tras un último y breve beso. No podía quitar la feliz estampa en mi rostro. La cita había sido maravillosa, Colin lo había sido, y estaba ansiando repetir la experiencia pronto. Esperaba con ansias que me llamara en los próximos días. La habíamos pasado tan bien y no podía dejar de revivir el beso en mi mente una y otra vez.

Agaché la cabeza algo avergonzada, aunque nadie me veía. No había imaginado que salir con un chico se sentiría tan... bien. Cuando entré al piso lo primero que noté fue que todas las luces estaban encendidas. Lev se hallaba en casa. Sacudí la cabeza con diversión y me encaminé al pasillo. Ahí vi que las puertas se encontraban abiertas, así que, tras soltar un resoplido, fui cerrando una por una con cuidado. Ni siquiera eso iba a matar mi buen humor. Fui a mi habitación para desmaquillarme y cambiarme de ropa por otra más cómoda, luego fui y toqué la puerta de Lev; su habitación estaba justo al otro lado del pasillo.

Abrí con cuidado y me asomé sonriente.

—¿Puedo pasar?

—Adelante, entra.

Él se encontraba sentado sobre el colchón con las piernas cruzadas al estilo indio y el laptop frente a él. Un libro abierto entre sus piernas me indicó que estudiaba o hacía tarea. Cerró el portátil al verme y se quitó los anteojos antes de sonreír y prestarme toda su atención.

—Hola —dije.

—Hola, enana. ¿Acabas de llegar?

—Sí, hace unos minutos.

—¿Y qué tal todo? ¿Cómo te fue?

Palmeó el lugar a su lado en la cama en una clara invitación a que me sentara junto a él, por lo que pasé al cuarto y cerré la puerta. La emoción me hizo correr hasta la cama y aterrizar de un salto en el colchón. Me arrastré sobre las mantas para llegar a su lado, donde me acurruqué. Aferré una de sus almohadas contra mi pecho y suspiré.

—Ay, Lev. No sabes. Fue increíble. Colin fue genial. Es genial. Me gusta —admití en voz bajita.

Cerré los ojos y escondí la nariz en la almohada antes de volver a sonreír. No podía dejar de pensar en él. En la cena, nuestra charla y el beso. No lograba sacarme de la mente sus ojos brillantes e interesados en cada palabra que decía. ¿Cuándo había sido la última vez que me sentí tan bien siendo yo misma? No podía recordar un momento en el que me hubiera sentido más interesante y bonita. No recordaba otra ocasión en la que un chico me hubiera visto con tanta atención como Colin lo hizo esa noche.

—Me alegro mucho. —Algo en su voz me hizo abrir los ojos. Lo encontré observándome con intensidad—. ¿No te dije que encontrarías a quien te hiciera feliz?

Sentí algo contraerse en mi interior al escucharlo. Tenía razón.

—Sí —susurré.

Me lo había dicho no mucho tiempo atrás y yo lo único que había pensado en aquel momento era lo mucho que deseaba que fuera él. Siempre quise que Levi fuera quien me hiciera feliz, quien me amase. Pero ahora ya no estaba completamente segura.

Entonces, ¿por qué me decepcionaba su reacción? ¿Por qué me dolía el que aceptara con tanta facilidad que yo saliera con Colin? Tal vez, en el fondo, aún deseaba que esto le hiciera abrir los ojos, darse cuenta de que me amaba y no podía vivir sin mí.

Siempre has sido tú ✔ (EN LIBRERÍAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora