Capítulo 13

1.8K 194 16
                                    

No había nadie allí, éramos solo nosotros dos. La nieve seguía cayendo, pero cada vez más tenue.

Nos sentamos en un banco tomados de las manos.

—Me mentiste —dice Félix.

—¿Ah? —fruncí el ceño tratando de comprender.

—Dijiste que no sabías bailar.

Reí.

—Es verdad, no soy buena en eso.

—Fue perfecto.

Dios alguien que me ayude a dejar de sonrojarme. Era encantador.

—Tú no te quedas atrás.

Sonrió. Haría mil chistes solo para seguir viéndolo sonreír así. Sus ojos brillantes y su pequeño hoyuelo formándose.

—Tengo algo para ti —sacó una caja debajo del asiento, tenía todo planeado —. Abre.

La tomé entre mis manos y las abrí con cuidado.

Adentro había un hermoso globo de nieve de esos que los agitas y los copos artificiales caen alrededor. En medio de él había una pequeña cabaña parecida a la cafetería donde nos conocimos.

—Me encanta Félix, es hermoso.

—¿Sabes qué? —preguntó —. Éstas semanas fueron las mejores, me divertí mucho contigo. Fue mejor de lo que pensé.

—Haberte encontrado fue lo mejor. Éste viaje no hubiera sido lo mismo si estuviese sola. Ojalá ésta aventura no se acabe nunca.

—Sí pero, nada dura para siempre, en algún momento deberás regresar.

—No, no tiene que pasar si no quiero. Ahora que probé algo diferente y me di cuenta de todo lo que me estaba perdiendo, me aterra regresar. No quiero volver al principio.

—¿Recuerdas cuando te dije que tal vez tenías miedo de crecer? —asentí —. Pues ya no más, estás lista para todo lo que te propongas, volver a tu hogar no es retroceder. Nadie te quitará lo vivido.

—Tú no lo ves, aquí soy una princesa extranjera que esquía en las colinas noruegas y hasta puede bailar sin enredarse, allá solo soy, Nina. La Nina con un millón de problemas de comunicación con su madre, con solo dos amigos demasiado ocupados y un montón de actividades de matemáticas en mi escritorio esperándome. Para ti eso debe sonar como algo absurdo, pero para mí eso suena a la Nina sin oportunidades. Atrapada en una vida monótona y predecible.

—Claro que no, tú puedes hacer lo que quieras, eres capaz. Nina eres inteligente, divertida, valiente pero sobre todo, tienes un enorme corazón e ilusión, crees en la magia, por eso estoy aquí a tu lado —soltó una risita —. Eso es algo difícil de conseguir, eres especial, tan pura.

—Que lindo lo que dices —no me había dado cuenta que el discurso de Félix me había hecho soltar una lágrima traicionera.

—Hey, no era mi intención hacerte llorar —dijo retirándolas con su pulgar.

—Lo lamento, es solo que, nadie me había dicho algo así jamás.

No me gustaba llorar en público, pero lamentablemente solía abrirme mucho con las demás personas. Aunque con él no lo lamentaba.

—Además tú tienes cosas que arreglar allá —puse una mueca de confusión —. Tu mamá.

Suspiré.

—Creo que tienes razón. No puedo escaparme para siempre. La nueva Nina valiente debe enfrentarse a sus problemas.

—Así se habla, estoy orgulloso —me dio una sonrisa.

Nos quedamos en silencio observando la noche que caía sobre la ciudad a nuestros pies. Desde el balcón donde estábamos se podía ver gran parte de ella.

—¿Me habías dicho que te gustaban mucho las tradiciones navideñas? —preguntó Félix.

—Así es.

Félix levantó la cabeza y miró hacia arriba. Sobre nosotros se encontraba colgando un pequeño muérdago y según la tradición, si te encuentras abajo de él, debes besar a la persona con quién estés. Así que se suponía que ahora debía besa...

Oh no. ¿Recuerdan esos nervios que se habían ido al bailar? Bueno, regresaron.

Félix me miraba algo tímido y con una pequeña sonrisa. Puso sus manos en mi rostro y me acarició las mejillas. Esperaba que yo le diera mi autorización. Después de un suave asentimiento de mi parte, comenzó a acercarse.

Me dejé llevar cuando por fin sentí sus labios sobre los míos. Fue un beso lento y tranquilo, no había apuro, él lo hacía como si quisiera hacer durar el momento el mayor tiempo posible.

Cuando por fin nos separamos me sonrió. El momento que siguió no fue para nada incómodo. Félix se encargó de que no fuera así.

—¿Sabes qué? Oí que habría una fuente de chocolate, ¿quieres ir?

—Si tu plan incluye chocolate, ya me convenciste.

Me tomó de la mano y me llevó adentro.

Pasamos el resto de la noche riendo y, quién lo diría, bailando.

Así fue como la princesa obtuvo su primer baile soñado y un beso de su apuesto príncipe.

Nieve de Cristales ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora