Capítulo 5

3.6K 340 33
                                    

Hoy había maratón de "Pretty Little Liars" en la televisión y no pensaba perderme ni un capítulo.

Después de tres horas de drama juvenil decidí por fin mover mi trasero del sofá y pasar a mi habitación a resolver algunos de esos dichosos cálculos de matemáticas.

La luz se filtraba a través de mis cortinas, cuando la puerta se abrió dejando ver a un sexy Ian Somerhalder cargando una bandeja de cupcakes y un café gigante.

—¿Ian? ¿qué haces en mi casa?

—¡Nina! ¡Ya despierta! —gritó furioso.

Esperen, no sonaba como Ian.

En ese momento me di cuenta que me había quedado dormida y ese lindo chico con postres era un sueño.

Mamá estaba parada a los pies de mi cama con una mirada enojada en su rostro.

—¡Te he dicho que te levantes! ¡No puedo creer lo que hiciste!

—Espera, ¿qué hice? —pregunté aturdida.

—Me hiciste pasar vergüenza con la señora Mills.

¿La señora Mi...Oh no.

—Su hijo te esperó por cuatro horas y tú nunca apareciste.

—Lo olvidé completamente —gruñi cubriendo mi cara con mis manos.

—Tuve que inventarle alguna excusa de que estabas estudiando y se te pasó. Pero llego a casa y te encuentro durmiendo plácidamente.

—Pero sí estaba estudiando, mira —señalé mi tarea de matemáticas —. Tal vez me quedé dormida por accidente. No volverá a pasar.

—Es increíble que hicieras esto. ¡La señora Mills confiaba en ti! ¡Ahora tal vez ni siquiera tengas ese trabajo! —dijo con una mirada de decepción que nunca había visto en ella y dolía, vaya que sí.

—¡Yo no quería ese estúpido trabajo en primer lugar! —exploté parándome de la cama.

—¿De qué estás hablando?

—¡Que tú decidiste por mí! Solicitaste un empleo que yo nunca pedí.

—Lo hice por tu bien Nina o acaso quieres convertirte en esa clase de adolescentes buenos para nada. Tienes que empezar a crecer y valerte por ti misma.

—Sí, entiendo. Pero deja que yo decida cuándo y cómo crecer. Ya tengo dieciocho años, no necesito que manejes mi vida.

—Pues te comento Nina, que aún vives bajo mi techo. Si quieres tomar tus elecciones lo harás cuando por fin madures y tengas tus propias cosas.

—Lo dice la persona que todavía vive con su madre.

El silencio se hizo presente en la habitación. Ahora estaba hablando a corazón abierto, pero una rabia estaba empezando a consumirme.

—Bien, tal vez vivo con mi madre, pero trabajo todos los días para darte lo mejor y si tú no puedes ver eso y agradecer lo que hago por ti, entonces no hice un buen trabajo contigo.

—¿Quieres dejar de hablar de mi como si fuera un objeto?

—No estoy haciendo eso. Quiero que despiertes, la vida no es como en las películas o los libros. Nada llega por arte de magia las cosas se ganan con esfuerzo y dedicación.

—¡Quieres que sea igual que tú!¡Quieres que tenga un empleo miserable que no me haga feliz! Oh pero eso no importa, ya sabes la felicidad. Siento que todavía me quedan grandes cosas por ver, por vivir, cosas mágicas.

—¡No existe la magia Nina! ¡Ésta es la vida real! Y es mejor que te acostumbres de una buena vez.

Cada vez los gritos eran más fuertes y las palabras más hirientes.

—¿No te das cuenta mamá? Hay un mundo entero mas allá de éste estúpido pueblo. Y lo peor es que sé que lo sabes y aun así quieres arrastrarme a una vida mediocre. Tal como tuviste que hacerlo tú cuando yo nací. ¿Acaso ésta es tu venganza?

Mamá se quedó callada y por primera vez pude ver sus ojos llorosos. Sin embargo se fue con un portazo detrás de ella y sin soltar ninguna de esas lágrimas.

Habían pasado dos horas cuando mi abuela entró en mi cuarto, con una actitud precavida, casi como si estuviera entrando a un campo minado.

—Nina te traje tu cena, imaginé que no ibas a bajar —dijo con una voz cálida y prudente.

Ella se enteró de mi discusión con mamá y sabía que ambas tenemos un carácter parecido y somos complicadas.

—Cariño —se sentó a un costado de mi cama y tomó mis manos —. Tu madre está muy herida, no sé lo que le dijiste, pero se ve muy mal aunque trate de ocultarlo.

—Solo le dije la verdad. Y ahí está el problema, ella no tolera que le digan las cosas, actúa tan fría todo el tiempo.

—Sabes que todo lo que hace es porque te ama y solo quiere lo mej...

—Sí sí lo mejor para mí —la interrumpí —. Ya me aburrí de ese discurso sabes. Quizás ya me harté de él, me harté de todo y de todos.

—¿Incluso de mí?

No respondí, me quedé en silencio. Mi abuela lo tomó como una respuesta, se levantó y se dirigió a la salida.

—No, no de ti.

Giró, me dio una pequeña sonrisa que no devolví y se fue.

Sé que ella no tiene la culpa, solo está en medio de su hija y su nieta.

Lágrimas caían silenciosamente. No me gusta llorar pero a veces sirve para descargar lo que sentimos dentro.

Me dirigí a mi armario a cambiarme por algo mas cómodo para dormir. Y fue allí, en la puerta de mi armario, donde encontré la solución a mis problemas.

Pegado con cinta adhesiva se encontraba la postal de ese lugar que parecía tan simple, tan feliz, donde nadie te conoce, donde se puede comenzar de nuevo y la adrenalina de lo desconocido solo lo hace más emocionante.

¿Sería capaz? ¿Podría salir de aquí?
Tal vez haber entrado a la tienda del señor Robinson ese día fue una bendición.

Nieve de Cristales ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora