Capítulo 1

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Primero de diciembre. La fecha en la que todo el mundo parece haberse contagiado de algo a lo que llaman "espíritu navideño". Aunque apenas se sientan las primeras heladas de ésta época, un tsunami de brillos y lazos rojos inundan cada tienda y hogar.

Los supermercados están a rebosar de personas comprando su pavo navideño, empaquetado en una bonita bandeja para engañar a sus invitados de que fueron ellos los creadores de esa obra culinaria. Los centros comerciales se convierten en una pesadilla, con personas que corren de aquí para allá buscando el perfecto regalo para sus seres queridos. Y aún con tanta anticipación, terminan regalando una camiseta comprada en Target a último momento.

En fin, cada una de esas cosas hace especial la navidad, incluso si eres el Grinch terminas cantando "Noche de Paz" como si fuera tu canción favorita.

Esto ocurre en todo el mundo. En todo el mundo excepto en Green Bank donde parece que el espíritu navideño se olvidó de dar una pasada.
Green Bank es un pequeño pueblo de mala muerte ubicado al oeste del estado de Virginia en Estados Unidos. Viví toda mi vida en éste lugar o hasta donde llegan mis recuerdos siempre estuve aquí. No me malinterpreten, me gusta mi hogar, mi familia y los pocos amigos que tengo, pero la vida monótona y rutinaria de los pueblos en medio de la nada puede ser una tortura. A veces siento que los habitantes de Green Bank estamos apartados del mundo entero, no conozco mas allá de la frontera y de los pocos viajes de estudio de la escuela.

Al salir de mi casa esta mañana, el frío golpeó mi rostro, anunciando el comienzo del invierno.

Desearía haber traído una chaqueta extra o un par de guantes gordos, me dije mentalmente.

Hoy era el último día de clases antes de las vacaciones de invierno lo que explicaba porqué cargaba tan poco peso en mi mochila.

Aunque apenas eran las ocho, el sol no había salido completamente, pero los pueblerinos ya habían comenzado su día. El señor Robinson ya había abierto su pequeña tienda de comestibles donde hice mi primera parada para comprar lo mismo de todos los primeros de diciembre, galletas de azúcar traídas de la ciudad.

Al abrir la puerta, la campanilla sonó, anunciándome.

—¡Buenos días señor Robinson!

—¡Buenos días Nina! Te estaba esperando —dijo sonriente mientras abría un par de cajas —. Aquí tienes, la primera entrega del día, es para ti.

—Gracias, creí haberme despertado muy temprano y que la tienda aún estaría cerrada —doy un suspiro aliviada mientras saboreo una de sus famosas galletas —. De hecho ahora que veo su reloj, creo que sí madrugue hoy.

—Al parecer el espíritu navideño despertó a la más joven de las Cleveland —sonrió — ¿Has encendido la radio ésta mañana? Pasaron unos villancicos que te mueres, sé cuánto te gustan.

—Aquí no existe tal cosa, Green Bank no tiene espíritu para nada
—me burlé —. Bueno, tal vez solo en San Patricio cuando nos emborrachamos con cerveza hasta reventar. Pero lo de la radio, lo tendré en cuenta.

—Con que eso es lo que piensas. Quizás es porque aún no viste mi decoración de éste año. Te animará.

Las decoraciones de cada año del señor Robinson no eran más que bolitas de papel de color blanco que simulaban una extraña nieve. Pero al menos él sí le ponía emoción a esto.

—Espérame aquí, iré por él —dijo mientras se retiraba al depósito.

—¿Él? —me cuestioné a mí misma.

Regresó a los pocos minutos con algo muy alto en sus manos.

—¿Y? ¿Qué te parece? —me preguntó sosteniendo un gran Santa Claus de cartón, un poco desalineado. Sus ojos no estaban bien dibujados, pero era simpático.
El señor Robinson me observaba expectante por una respuesta de aprobación.

—Me gusta, muy gracioso —asentí sonriendo.

—No debería darte gracia, debería despertar amor en tu corazón, esa alegría de sentir las fiestas llegando una vez más —dijo reprochándome, mientras yo sólo podía reír de todo su monólogo —. Aunque ya sé qué cosa sí lo hará. El chocolate que llegará para cuando salgas de clases.

—No dude de ello —ya podía imaginar el delicioso chocolate derritiéndose contra mi paladar —. Bueno, creo que debo irme —me despedí.

—Hasta más tarde Nina.

Ahora sí, directamente a clases, no puedo tener una tardanza, mucho menos hoy, el día por el que espero todo el año.

Siempre me gustó la navidad y cada una de sus tradiciones, aunque a la mayoría les parezcan cursis. Quizás es porque están acostumbrados a hacerlas, a diferencia de mí, que solo puedo compartirlas con el señor Robinson. Él es una gran persona, casi puedo considerarlo un abuelo. Es de ese tipo de gente con la que no compartes lazos de sangre pero lo sientes tan cercano, sabes que haría cualquier cosa por ti.

Caminé unas pocas cuadras más hasta que pude divisar la escuela secundaria del pueblo, sí, la única que hay aquí. Jackson High es bastante grande para albergar a todos los estudiantes de Green Bank.

Al llegar pude ver a muchos de mis compañeros emocionados por las vacaciones de invierno. El último día de clases siempre suele ser el mejor y nadie quiere perdérselo; los profesores se relajan y nos dejan divertirnos, ponen música en el gimnasio, que se transforma en una pista de baile y la comida de la cafetería es más deliciosa.

Sí, tal vez hoy sí sea un gran día.

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Hola a todos!! Esta es mi primera vez escribiendo. Nieve  de Cristales es una historia corta de no más de 20 capítulos. Quise publicarla porque tengo muchas otras ideas en mi cabeza para novelas, pero primero voy a intentar con algo más pequeño.
Como dije soy principiante y puede que tenga muchas fallas pero con el tiempo voy a tratar de corregirlas. En fin, muchas gracias por leer.

Nieve de Cristales ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora