Capítulo diez

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Pasaron unas siete semanas hasta que finalmente terminaron de publicar el libro completo. La mayoría de los alumnos estaban conmocionados y otros pocos estaban enfadados ya que no había una continuación. Solo los chicos que formaban parte del periódico escolar estaban felices, ya que había sido realmente un éxito; sobre todo Alice, se sentía orgullosa de James y del buen trabajo que habían hecho.

—Yo creo que hay que festejar —le propuso la joven, con una sonrisa radiante, a James. Ella observó cómo el chico rodó los ojos, negando con la cabeza y una expresión divertida se le había formado en el rostro.

—No, no es para tanto —comenzó a decir quitándole importancia pero la rubia lo interrumpió.

— ¡¿Cómo que no es para tanto?! —Repitió incrédula —Oh vamos James, ¡claro que sí! Es un gran logro para ti, nunca había visto a tanta gente experimentando tantas emociones con un libro —dijo con una sonrisa y mirando directo a los ojos al chico —Lo digo enserio, James —añadió suavemente.

—Vale, festejemos —respondió Williams cediendo finalmente y Alice chilló de felicidad, para su sorpresa ella se abalanzó hacia él y lo abrazó fuertemente.

Ambos se quedaron en silencio, solo se oían sus respiraciones. James estaba un poco tenso y la chica lo notó incómodo. Sintió cómo él se apartaba y se alejaba de sus brazos. Ella también se separó de él y desvió la mirada al suelo.

—Creo que este es el momento en el que se forma el silencio incómodo —comentó el joven.

—En el que ambos deseamos que uno de los dos lo rompa.

—Donde nos freímos la cabeza pensando en un tema de conversación.

—Y entonces aparece alguien que interrumpe ese silencio.

—E internamente lo veneramos como si fuera un Dios.

Esperaron a que alguien se apareciera, pero siguieron completamente solos. Ambos se miraron fijamente por unos segundos antes de empezar a reír.

***

James se reunió en la pizzería que habían acordado con Alice, a las siete. Allí ya se encontraban ella, Jane (esta vez sin su vio), George y dos chicos del periódico escolar cuyos nombres eran Sam y Tiffany, con quien George había bailado el día de la fiesta de la escuela. James había comenzado a llevarse bastante bien con ambos, y ellos habían ayudado en todo lo que tuviera que ver con la publicación del libro.

Todos parecían muy alegres y entusiasmados, incluido el propio James a quien la sonrisa no se le borró de la cara ni un minuto. Y a pesar de ser alguien muy callado e introvertido, ese día habló más de lo que estaba acostumbrado, sorprendiendo a sus nuevos amigos.

—Por James y su libro —dijo Alice levantando su vaso con una amplia sonrisa, todos la imitaron e hicieron un brindis.

Durante esa noche, James no pudo evitar notar el acercamiento entre George y Tiffany. Ambos estaban sentados muy cerca uno del otro y se tiraban miradas de vez en cuando. Ella siempre reía con las bromas que él hacía y las sonrisas de él iban dirigidas casi siempre a ella. El chico se alegró por ellos, sobre todo por George ya que sabía que el rechazo de Alice lo había lastimado.

Enseguida vio cómo los miraba Alice, que aparentemente también se había percatado del comportamiento de ambos. Mantenía una expresión neutral, a James se la hacía imposible descifrar qué estaría pasando por la mente de la rubia en ese momento.

Cuando finalmente salieron, ya había oscurecido y lo único que iluminaban las calles en ese momento era la luz de las farolas. James se detuvo a contemplar el cielo nocturno, no alcanzó a ver ni a la luna ni a las estrellas, ya que éste estaba cubierto por nubes que amenazaban con lluvia.

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