– Gemma –Christian bajó las escaleras y entró a la sala, cerré en un puño la basura de la barrita que acababa de comerme–. Necesito que subas...

Bajé los pies del sillón y fuimos a la habitación en donde estaban los hombres. El que me había saludado me habló en ruso. Voltee a ver a Christian esperando que me tradujera lo que acababa de decir.

– Quiere saber en dónde te gustaría que pusieran el mueble...

– ¿Cuál mueble? –. Lo miré extrañada. Señaló el montón de largas piezas de madera que estaba en el centro de la habitación, frente a los dos hombres que nos miraban esperando una respuesta. Iban a construir el mueble ahí mismo...

Pensé por unos segundos hasta que señalé la pared contraria de donde se encontraba la cuna. Los hombres asintieron y sin decir nada más se pusieron a trabajar.

– ¿Por qué no trajeron el mueble hecho sólo para subirlo? –. Le pregunté mientras bajábamos de nuevo las escaleras.

– El mueble va a ocupar 3/4 de esa pared, cariño. No había forma de que pudieran subirlo por las escaleras.

Arriba se escuchaba el trabajo de los hombres. Prendí la televisión y puse una película intentando ignorar todo el ruido.

Cuando anocheció los hombres se fueron pero Christian me informó que no habían terminado aún así que volverían al día siguiente.

***

– En algún momento Daniel va a preguntarse por qué vivimos tan lejos de otros... –dije viendo como los copos de nieve se pegaban a la ventana. Estábamos acostados en la cama, yo le daba la espalda mientras mi cabeza se recargaba en su brazo; él sólo miraba hacia el techo.

– Espero que para ese momento ya te tenga la suficiente confianza para irnos a vivir la otra casa.

– ¿La otra casa? –me acosté boca arriba y moví mi cabeza hasta poder encontrar mis ojos con los suyos.

– Tengo otra casa –asintió–. Más al sur. –me acosté de lado recargando mi cuerpo sobre mi codo sin perder el contacto visual con él.

– Llevo más de un mes sin intentar escapar... ¿Aún no me tienes confianza? –. Me sonrió como si se estuviese riendo de mí.

– Un mes, ¡oh, por Dios! ¿Por qué no lo había pensado? ¡Claro! Seguramente jamás volverás a intentar escapar en tu vida y menos si te llevo a un lugar rodeado de personas. –suspiré molesta por su sarcasmo.

– Christian, ¡mírame! –me señalé la panza–. Parezco una ballena, si no podía escapar cuando era delgada, ¿enserio crees que podría hacerlo así? –. Sonrió y me dio un beso rápido en los labios.

– Eres la ballena más hermosa del mundo. –puse los ojos en blanco, no estaba dispuesta a que cambiara de tema.

– El primer día que me secuestraste... Después de... –me interrumpí, era demasiado doloroso recordar aquel día, cuando me quitó la virginidad por la fuerza–. En la mañana... No me encadenaste ni nada... Incluso me dejaste ropa... Confiaste en mí...

– En primer lugar; no pensé que te despertarías antes de que yo llegara de las compras. En segundo lugar; creí que estarías demasiado adolorida para intentar escapar...

– Y ahora estoy demasiado gorda para hacerlo, Christian. Además, si se me rompe la fuente aquí no alcanzaríamos a llegar al hospital, estamos como a una hora del más cercano.

– Bien –suspiró–. Cuando cumplas el mes 9 viviremos ahí, al menos hasta que Daniel nazca, después regresaremos acá –estaba a punto de reclamar pero no me lo permitió–, ¡y si te ganas mi confianza podremos, tal vez, irnos a vivir allá para siempre! –. Asentí, no tenía otra opción, me ganaría su confianza sí o sí.

– Oye... –dije después de unos segundos de pensar–. Respecto a lo de mi primera vez... Cuando desperté no tenía sangre...

– ¿Y? –no le tomó importancia.

– Que... ¿Por qué no tenía sangre? –. Sabía la respuesta; ni siquiera estaba segura de porqué quería que él la dijera.

– Te bañé después de inyectarte el M99, así como cambié las sábanas que también estaban manchadas... –lo miré sin reaccionar–. ¡Vamos, Lorena! ¿En serio te sorprende? –. Bajé la vista.

– En realidad... no... –le di la espalda; iba a recostar mi cabeza sobre su brazo de nuevo pero lo quité. Christian se pegó a mí y quiso abrazarme. Me senté en la cama con los pies en el suelo.

– ¿Qué pasa? –. Preguntó sin entender.

– Nada. –me puse de pie y salí de la habitación.

– ¿A dónde vas? –escuché que gritó mientras bajaba las escaleras. Me recosté en el sillón suspirando. Chris se plantó frente a mí con las manos sobre la cintura–. ¿Qué estás haciendo?

– Vete. –dije sin mirarlo.

– Lorena... –levanté mi vista hacia él– ¿En serio estás así porque te bañé mientras estabas inconsciente? ¿Por qué te sorprendió saber eso? Creí que me conocías como para saber que...

– ¡No me sorprende! –lo interrumpí furiosa–. Sólo... Déjame...

– No te voy a dejar aquí en la sala...

– ¿Por qué? ¿Temes que salga de la casa en medio de la noche? –no contestó, así que supe que era justo lo que él pensaba–. Vete, déjame sola.

Cuando desperté me di cuenta que una sábana me cubría todo el cuerpo. Quise incorporarme pero al instante me dolió el cuello. Después de un par de minutos sobándome pude ponerme de pie. Las puertas dobles que separaban el pasillo de entrada con la sala estaban cerradas; pero aún así alcanzaba a escuchar la música clásica que Christian había puesto desde la cocina. Con la mano todavía en mi nuca intentando disminuir el dolor fui hasta donde él estaba.

– Hola, cariño, ¿cómo dormiste? –cuando me vio sonrió–. No tan bien, ¿eh?

– ¿Cuántas veces te despertaste en la noche? –. Le pregunté sirviéndome un vaso con agua.

– ¿De qué hablas? –. Fingió no saber sin dejar de preparar el desayuno.

– Chris, despierto y tengo una sábana que, estoy segura, no tenía ayer cuando bajé a dormir, además, ¿en serio crees que no te conozco? Obviamente no ibas a dejarme dormir en la sala sin el temor de que me fuera a a escapar o que intentara matarte o algo.

– Bien, sólo me levanté una vez. La sábana te la puse antes de irme a dormir... –me recargué al lado de la estufa para que viera como levantaba una ceja sin creerle–. Sabía que no podrías huir ni subir al primer piso porque te amarré...

– ¿Es en serio? ¿Aún sigues con tus tonterías de las cadenas? –. Se encogió de hombros.

– Hasta ahora han dado resultados. –puse los ojos en blanco y salí de la cocina intentando disimular el dolor de mi espalda.

No volvería a dormir en el sillón, aunque llegara a enojarme con Christian de nuevo. Tenía que ganarme su confianza como para que decidiera llevarme a la otra casa.

Secuestrada por el pasado #3Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα