"¿La otra casa?"

7.2K 523 69
                                    

El doctor Milliçéviç nos había dicho hacía meses que Daniel nacería aproximadamente el 26 de junio. En lo que llevaba de embarazada, según él, nuestro hijo se estaba desarrollando sin ningún problema y su corazón se escuchaba perfectamente, nos había informado que era probable que naciera con... la... enfermedad (o fuera propenso a tenerla); Christian no tenía descendencia de qué preocuparse, el problema era yo, pues mi madre había fallecido de cáncer, hasta donde sabía, pero el doctor no nos quitaba las esperanzas de que Daniel naciera sano y salvo.

– Mira lo que te compré –Christian me estiró unos audífonos gigantes. Lo miré sin moverme del sillón–. Puedes ponerlos en tu panza con algo de música, y así Danny podría escucharla. –sonrío sin mostrar los dientes.

– Supongo... –tomé los audífonos.

– ¡Espera aquí! –Christian saltó del sillón y subió corriendo las escaleras, cuando regresó vi que en su mano tenía un reproductor de música, pero no era el mío–. Tengo algo de música de Mozart y Beethoven, entre otros, escuché que es bueno que los bebés escuchen algo de música clásica mientras aún están en la panza de la mamá... –¿Qué tenía de malo mi música? Claro...era demasiado deprimente para un bebé...

Tomé el reproductor, conecté los audífonos, elegí una canción al azar, en realidad no me fascinaba la música clásica pero claramente sería mejor opción que ponerle "Welcome to my life" o "I'm just a kid", la música que a mi me gustaban, con el tipo de letra con las que me identificaba perfectamente. Un minuto después de haberle puesto play a la música sentí como Daniel se movía. Sonreí y toqué mi panza.

– ¿Así que te gusta la música clásica? –. Le pregunté a mi bebé. Christian sonrió y llevó su mano a lado de la mía.

– ¿Te gusta la misma música que a papá? –. Acercó su cara a mi panza. No quería pensar en lo que acababa de decirle a mi hijo. No pude evitar imaginarme cargando por primera vez a Daniel sólo para ver que su cabello era negro como la noche y sus ojos color avellana, como los de Christian. Tenía que cambiar de tema para distraerme de ese horrible pensamiento.

– ¿Me traerías un SoyJoy? –. Le pregunté lanzándole una sonrisa tierna.

– ¿De qué? –. Se puso de pie.

– De chocolate. –sonreí pegando mi labio superior a mi mandíbula, de tal manera que mis dientes me hicieran parecer un ratón. Christian me miró frunciendo el ceño, como si me regañara, aunque sabía por qué lo hacía, el SoyJoy de chocolate tenía muchísimas calorías, además a él le fascinaban y entre menos comiera yo, quedaban más para que él pudiera comérselas. Puse los ojos en blanco– ¡Bien! De manzana verde... –sonrió de lado asintiendo y fue a la cocina, justo en ese momento tocaron a la puerta de la casa. Christian corrió hasta situarse frente a mí y acercó su cara hasta que su nariz estuvo a un centímetro de tocar la mía.

– Ya sabes, sólo hablan ruso y les pago suficiente dinero para que finjan que ni siquiera existes, no intentes nada. –apreté la mandíbula sin apartar mis ojos de los suyos. Asentí. Volvieron a tocar la puerta.

– Я иду! –. Gritó en ruso hacia la puerta, supuse que significaría algo como "¡Ya voy!". Cuando se alejó de mí acomodé los audífonos de nuevo en la panza ya que Christian los había movido con la camisa de botones que llevaba puesta. Entraron dos hombres gigantes y rubios, me giré sobre el sillón para poder verlos. El primero en entrar me saludó en ruso, lo entendí, pero no sabía como contestarle, entonces solamente incliné mi cabeza. Empezaron a entrar con varias piezas de madera que dejaban al inicio de las escaleras junto con otras herramientas. Cuando subieron todo a la habitación de Daniel escuché que Christian me hablaba.

Secuestrada por el pasado #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora