Respira.

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Otro día que llegaba a su fin.

Otra tarde que arrasaba con el calor asfixiante de mediodía, por fin podía volver a casa. Volver luego de un día común y corriente en el trabajo, ajetreado y lleno de cosas que hacer.

Con la cabeza llena de pensamientos acerca de todo lo que debía hacer mañana a primera hora me paré en la estación de autobús, a esperar aquel transporte que me llevaría de vuelta a mi hogar. A mi lado llegó un chico con los audífonos a todo volumen, y una señora llena de bolsas. Luego de unos minutos en aquella espera el autobús llegó, y dejé que la señora se montara primero y luego el chico, eso me había enseñado mi abuelo.

Al subirme me di cuenta de que no habían más puestos, los que habían ocupado las personas anteriores a mí eran los únicos que venían vacíos.

Debería enfadarme, ¿no? Eso es lo que hace una persona normal, con una vida promedio luego de salir del trabajo.

Pero no fue así. ¿Por qué debía enfadarme? Nadie sabe por qué situaciones pasan los demás, así que aunque tuviera una razón para poner cara larga, decidí sonreír: la sonrisa es la medicina del alma.

Comencé a mirar por la ventana, parecía que iba a llover. Las nubes comenzaban a tomar un color grisáceo y comencé a pensar en cuánto nos parecemos a ellas, somos un ciclo que se repite de manera infinita, que tiene un principio, un fin, y un nuevo comienzo. Nacemos de lo más pequeño como una gota de agua, y cuando somos fuertes podemos arrasar con todo, como lo hace la lluvia, podemos ser tan inmensos y reconocidos como un océano, pero al final volvemos a ser lo que éramos en un origen, vapor. partículas. Y luego nos convertimos en nubes. 

Podemos tener días grises, tristes, afligidos, difíciles o como lo quieran llamar, pero a veces nuestros días son tocados por el sol, por la luz y la claridad, en esos días debemos hacer cosas grandes, aprovechar el hecho de que estamos vivos, de que tenemos fuerza y vitalidad, de que somos capaces con cualquier problema, sea grande o pequeño. Pero al final ningún problema es tan grande como para no tener una solución.

Sonreí ampliamente y decidí convertir aquella tarde en una de las buenas. Estaba cansada, eso era más que obvio, pero el cansancio no debe ser motivo de malhumor. 

Me pregunto por qué las personas tomaron la costumbre de quejarse hasta por el detalle más mínimo. Ahora una persona que consigue dinero considera inaceptable la idea de ir a su trabajo en un transporte público, pero no recuerda que sus padres viajaron con él por ese medio años atrás, pero claro, la ambición va de la mano con el olvido.

¿Que no somos todos iguales? La humanidad debería despertar del sueño de la ignorancia y renacer en la realidad de la igualdad, pero es una utopía que pocos compartimos y guardamos como nuestro anhelo más grande.

Por el momento sólo nos queda seguir adelante con nuestras vidas, y tratar de encontrar personas que compartan nuestra ideología, una que ayude al mundo, a que no sea destruido. 

Llegué a mi destino y me acerqué al conductor, pagué mi pasaje con una sonrisa y me bajé, comenzando a caminar a paso lento.

Solo siente la vida y... Respira.  

Fragmentos en el aireWhere stories live. Discover now