Fragmentos en el aire

Magia

Conversaba una vez con mi abuelo, que me decía que todos veníamos de las estrellas.
Sonará como una locura, si él no fuera el hechicero más poderoso que conozco.

En sus mil enseñanzas al único nieto que tuvo, comentaba vagamente que a pesar de que todos veníamos de allí, no todos eran benditos con la luz de Polaris, un lucero macabro que dotaba de magia a quien naciera mientras estuviera en el firmamento.

Antes de que comiences a decir que soy un hombre loco y lleno de disparates, reflexiona sobre la realidad un instante: muchas personas, por más que quieran no pueden manifestar su magia, aunque vivan bajo la ley universal energética. Otros, ni siquiera lo piden y nacen con una capacidad poderosa de poder manifestar sus habilidades sin mucho esfuerzo. Es verdad que es una lástima cuando uno de esos seres decide no mostrar lo que es capaz de hacer y prefiere suprimir sus dones... Pero es más trágico aún cuando un ser no mágico pretende ser alguien que no es, eso podría causar un trauma aún mayor.

A mi abuelo le preocupaba la humanidad... A veces siento que él no pertenecía a este lugar, y si realmente era de aquí, sus poderes iban más allá de mi comprensión. Temía por nosotros, y por las generaciones futuras que se dejaran seducir por el poder y la constante ilusión de los no mágicos de poder manipular el arte de la magia. Creía que cuando el mundo aceptara de forma errónea a la magia, sería muy tarde para arrepentirse y todo podría converger en un inminente caos. Decía con algo de impotencia que las personas que condenaban la magia y lo espiritual solo eran seres llenos de odio y resentimiento, que no podían cargar con el sentimiento de no poder manifestar sus anhelos.

Hoy debo dejar esta carta de mi puño y letra a ti, hija mía, que heredarás el legado de la familia y que ciertamente no puedo enseñarte porque debo escapar de las mismas personas que mencioné antes. Cuídate mucho, cuida a los tuyos y por más que quieras, siempre cree en la magia que hay en ti.