Capítulo 4.

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POV' Camila.

-¿Estás lista, Camila?- preguntó Adrián y yo negué con la cabeza, pero como siempre, a él no le importó.

No estaba lista y nunca lo estaré.

Adrián me tomó de la cintura, arrastrándome entre las bolsas de basura de aquel sucio callejón, el cual tanto miedo le tenía de tan solo pisar la primera grieta del suelo. Cuando llegamos a la tan conocida esquina para mi, en una pequeña "casa" de cartón, él se aclaró la garganta, dando a entender que habíamos llegado. Se escuchó el sonido de unas bolsas y vidrios rotos; luego de unos segundos, apareció aquel hombre de aspecto igual o peor que nosotros. Sonrió de esa manera perversa y diabólica, dejando ver sus amarillos dientes.

Aquel hombre y Adrián intercambiaron algunas palabras que no pude oír, supongo que hablaban sobre el intercambio. Lo último que oí de Adrián fue un "vengo por ella en dos horas".

-Es un gusto verte, nena ¿lista para la acción?- preguntó aquel hombre. Yo no respondí, simplemente no podía hacerlo.

Él me indicó que entrara en su "casa", obligándome a que me acostara en el piso que estaba cubierto con una bolsa plástica grande, sin embargo, aún podía sentir los trozos de vidrio clavándose a mi espalda. El vagabundo se encargaba de quitar sus zapatos con huecos y sus pantalones sucios, acostándose sobre mi para disfrutar de mi cuerpo.

Otra vez en el maldito infierno

****************

No sé cuántas horas han pasado exactamente, pero Adrián ya está aquí y yo todavía no me he puesto mi ropa, aunque, puedo ver que tiene una bolsa en mano con comida lo suficiente pasable para comer.

Eso es lo único bueno que sale de todo esto; el poder saber que al final del día, tengo algo en el estómago, así sea lo más mínimo para mantenerme con vida.

Termino de colocarme mis prendas, sacudiéndolas un poco para quitar los vidrios que se pegaron a ellas. Adrián toma mi mano para así poder irnos a nuestra esquina. El hombre dice que espera volver a verme pronto, pero yo tengo otras ideas en mente. En toda la ciudad de Miami habitan vagabundos, y a pesar de que a veces contamos con comedores sociales y algunas prendas de vestir y comida que nos brindan las iglesias, no es suficiente. En cada calle hay un grupo de vagabundos, son como pandillas, dueñas de los basureros o contenedores de desperdicios detrás de los restaurantes. Nosotros pertenecemos a la calle "MCJ11", sin embargo, lo único que tenemos son un Starbucks que no nos sirve de mucho y un gimnasio que lo único que obtenemos de él son las botellas plásticas que arrojan los clientes que van a hacer ejercicio; dichas botellas, las utilizamos para recaudar agua de un pozo más o menos limpio que queda a unos 20  minutos de aquí, y si recogemos suficientes botellas, podemos cambiarlas por unos cuantos dólares.

Con Adrián he hablado sobre irnos a otra calle, una donde haya más locales de comida, pero lamentablemente, todas están adueñadas por los otros vagabundos y estos no aceptan "competencia" por lo que si hurgamos en "su" basura, nos podemos ganar unos cuantos golpes, por eso existe esta especie de "organización", es algo parecido a un prostíbulo, donde los vagabundos de las mejores zonas, les dan de lo que consiguen a los de las peores zonas a cambio de sexo, y ahí es donde entramos nosotros, o por lo menos yo, quien es que hace todo el trabajo, pero ya no más; he estado investigando y desde las 3 de la tarde hasta las 4:20, según el reloj público de esta calle, los vagabundos de la calle continua, se van a su trabajo de buscar comida y agua, dejando así solo su territorio; algo que nos favorecería mucho ya que podemos buscar en la basura de los locales sin que ellos nos vean.

Cuando llegamos a nuestra esquina, Adrián se tira de una vez en su cama de cartón a dormir y esto hace que yo pueda ir a la siguiente calle sin que él me regañe.

Encontré un tesoro "calle MCJ11" (Camren)Where stories live. Discover now