Capítulo 46

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— ¿Por qué tú? —digo sin con mil pensamientos en la cabeza, cuando en un destello de lucidez me permite armar con lógica mis pensamientos—. Yo ya lo sabía, sabía que estaba usándome. Eliot me uso como clave por tanto tiempo, hasta llegar a este punto.

— ¿Qué? —voltea a verme confundido.

—Era un juego de palabras, él siempre juega con los acertijos. La noche de la cena en el cementerio, cuando bailo conmigo me dijo que les daba redención. Ya lo te lo había dicho, pero la cosa es que él fue mi guía todo el tiempo y nunca lo supe, ¿No te sorprende que la conexión nunca se rompiera?, la tarjeta misteriosa dentro de mi auto, el que nos permitiera estar juntos, la nota con la dirección del bar cuando me dejaste. Siempre creí que la Muerte te daba antes de quitarte, pero él no. Me usó para prepararte. Si no eras tú no lo sería nadie, pero no podías hacerlo solo, tu alma está sentida y eso no lo olvidarías, no obtendrías esa redención y te esfumarías como los otros. Él más que nada ha estado un paso delante de mí, como mi propia sombra. Es quien se burlaba de nosotros.

—En el punto en el que estamos, ya no podemos hacer nada —musita bajo, como si se hubiese derrumbado toda esperanza.

—Si no logras la redención que busca no podrías ocupar su puesto, pero si no lo haces de igual forma morirás.

—No hay otra forma —se gira hacia mí y me clava su mirada—. Tendrás que recuperarme.

— ¿Y cómo?

—No lo sé, pero estoy seguro que sabrás que hacer. Siempre lo haces.


Cuando tocan la puerta los dos reaccionamos extrañados. Resulta difícil imaginar de quién pueda tratarse, bajo las circunstancias, no se me haría raro encontrar a Marcus con un hacha en mano. Es ridículo, puesto que Harry está conmigo pero aún así tengo miedo. Estoy aterrada de conocer al verdadero Marcus.

Harry abre la puerta, y sin pedir permiso Nadia y Brahms entran con toda la naturalidad del mundo. Levanto las cejas impresionada y confusa por el motivo en el que se encuentran aquí.

— ¿Qué maldita sea hacen aquí? —escupe Harry con fingido enfado.

—Uy, perdone las molestias mi futuro Lord. Le ruego me disculpe —Brahms hace una reverencia ante él.

—Pensamos que sería bueno dar un último respiro entre amigos, ya que evidentemente no nos queda mucho —agrega Nadia de manera despreocupada y fresca. Es como si no le importara morir, para nada. Se miran entre los tres, con un gesto incrédulo—. Es broma, lo sabes. Faltan cuatro días y sabemos que el caos está por asomarse, venimos a apoyarte claro está, aunque después eso no lo recuerdes.

— ¡No van a desaparecer por el amor de Dios! —dice Harry con un tono fastidiado.

—Eso no lo sabes. Una vez que cambies no te importará un comino nuestra insignificante existencia. Si te somos útiles, que dudo mucho que lo pienses, es la única forma en la que no moriríamos. ¡Vas a olvidarnos, maldición! —por primera vez desde que lo conozco, lo escucho exclamar con seriedad y enfado—. ¡Estamos al borde de la maldita extinción!

Harry y Brahms se ponen a discutir cosas sin sentido y Nadia y yo evidentemente incómodas nos miramos una a la otra, pacientes.

— ¿Todos firmaron ese contrato en el mismo tiempo? —pregunto curiosa. No entiendo muy bien la situación de que todos vayan a irse en cuatro días.

—No. Algunos son más viejos, cada quien tiene un tiempo diferente, pero todos sí coinciden al terminarse el tiempo. Es como una ronda, se acaba esta y empieza una nueva selección en un periodo de tres años.

El Ángel De La Muerte | H.S | COMPLETA | (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora