Capítulo 43

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Que voy a decirle ahora, estoy pasmada. Prácticamente estoy en automático, sólo encendí el auto sin decir absolutamente nada y ahora conduzco sin rumbo. Mi mente está completamente en blanco, pero en el fondo el miedo y la adrenalina permanecen ahí. Soy ese ciervo asustado y paralizado en medio de la carretera y al cual están apunto de arrollar.

— ¿Qué fue lo que encontraste? —dice de pronto, con la voz más ronca y fría que cuando está molesto.

Ahora me es impredecible, no tengo idea de lo que pueda estar pasando por su mente. No tengo idea de como manejarlo, nunca había tratado de evitar lastimar a alguien que amo de la manera en la que lo hago con él. Ya lo arruiné.

—Aún no miro los papeles, pero encontré otra cosa igual de importante —contesto en un intento de parecer lo suficientemente tranquila y fuerte. Cómo si lo supiera hacer—. Está en mi bolsillo derecho de la chamarra.

Me tenso un poco cuando se acerca e introduce su mano dentro de la bolsa, su mano es tan grande que no tardó nada en encontrar el pequeño objeto. Lo saca y lo mira sin decir nada, no miro su expresión porque estoy atenta en el camino, quiero huir del problema en este momento, puedo sentir la energía y las emociones que emana su silencio. Es tan vulnerable en este momento, para cualquier emoción o palabra. Cualquier cosa podría tomar el control por él.

— ¿Dónde lo tenía? —susurra suave.

—En una caja de madera, extrañamente grabada y con muchos tickets dentro —maldita sea, voy a morirme.

—Voy a matarlo —escupe de inmediato, me giro para verlo. Ese momento llegará, pensaba que tal vez esa decisión cambiaría, pero no.

No puedo cambiarlo y no debería pretender hacerlo. Verdaderamente va a asesinarlo, y en cuanto le diga lo que falta no tendrá ni la más mínima duda. Sabrá que hacer, lleva planeándolo un tiempo. No dejará ir la oportunidad. Yo tampoco lo haría, ha sufrido tanto y es la única manera de calmar su alma.

—Lo entiendo —sé que sueno sincera, no necesito decir otra cosa al respecto. Entiendo perfectamente por qué lo hace—. ¿A dónde vamos?

—A mi cabaña —responde con rapidez—. Tenemos que hablar sobre esto.

—Ya estamos haciéndolo —sueno demasiado nerviosa, el control se irá al caño en cualquier momento.

—Escuché todo lo que pasó allá adentro y quiero preguntarte una cosa —su voz suena inestable, nerviosa y hasta ansiosa—. Sé que fingiste todo pero, algunas cosas no sonaban como una mentira, dijiste que te sentías rota, en verdad, ¿es así cómo te sientes?

Eso me sorprendió mucho, no creí que fuera a tomarlo en cuenta. Suena asustado, y lamento no aliviarlo mucho con mi respuesta. Tomo un gran suspiro.

—A veces. No siempre.

— ¿Por qué? —su rostro luce tan impresionado como dolido, como si pensara que él no es nada, cuando claramente lo es todo.

—Sabes, a veces cuando no tengo ganas de levantarme por las mañanas, lo único que hago es pensar: "¿Qué demonios está pasando conmigo?", y me cuestiono todo, repaso una y otra vez las cosas que han sucedido sólo para darme cuenta de que no sé en donde estoy, ni qué hacer.

Un extraño chillido estalla en mi cabeza en ese momento y la cabeza me punza a cuchilladas, es insoportable. El dolor se eleva cada vez más y no puedo si quiera tratar de enfocarme en lo que se supone que estoy haciendo que es conducir.

Inevitablemente empiezo a quejarme y me llevo una mano a la cabeza, la otra presiona el volante con fuerza y me desvío de dirección cuando la vista se me nubla y dejo de ver el camino frente a mí, todo empieza a distanciarse, se vuelve oscuro, como un túnel largo y atrapante.

El Ángel De La Muerte | H.S | COMPLETA | (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora