Capítulo 4: Castigos y más castigos.

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— Oh, creeme que lo haré.

— ¡Basta! ¡Se acabó! Limpiarán el instituto el sábado en la mañana y punto —dice el director enfadado —. Y cuando digo punto ¡Es punto!

(...)

Abby.

— ¿Bromean? —dice mi madre con una mano en su frente—. ¿Ambos castigados?

Ruedo los ojos para cruzar mis brazos.

— Tu hijita, mamá —habla Mike, sentado junto a mi—, ella fue la culpable de todo esto.

Abro mi boca entrecerrando mis ojos, mirándolo mal.

— ¿¡Mi culpa!? Si tu estúpido amiguito me hubiese dejado de molestar desde el principio nada de esto estaría pasando, listín —espeto.

— Fue culpa de ambos —eleva sus cejas —. No mía ni de los demás.

Lo miro incrédula.

— Claro, ahora cambias de parecer después de que gritaste "¡Guerra de comida!" —digo viéndolo mal.

Él rueda sus ojos.

— Fue un impulso ¿Okay? —dice. Bufo.

Mi madre nos fulminó con su mirada celeste, sobre todo a Mike.

— Es tu primer día en el instituto, ¿Y ya te metes en problemas? —mamá frunce el ceño mirando a Mike—. ¿Quieres que te regrese a Inglaterra? ¿Eso quieres?

Mike niega lentamente con su cabeza en respuesta. Mamá suspira posando una mano en su cintura aún viéndonos como si nos fuera a matar.

— Están castigados —dice.

— ¡Pero mamá! —decímos al unísono.

— Nada de peros ni peras, no habrá fiestas ni salidas hasta el sábado ¿Oyeron? Nada de eso —dice viendonos fijamente.

— ¡Pero mamá! Hoy es el cumpleaños de Sarah, con mis amigas íbamos a ir a celebrarlo —digo—. No me hagas esto.

Ruego con la mirada. Espero que entienda, quiero ir a celebrar el cumpleaños número dieciocho de Sarah juntas.

— Debiste haberlo pensado antes, Abbigail —dice mi madre sentándose en el sofá.

Suelto un bufido.

— ¿Hoy es el cumpleaños de Sarah? —me pregunta Mike extrañado.

— ¿Y a ti que te importa? —lo miro mal—. De todos modos, desde hace mucho tiempo dejaste de sentir cosas por ella ¿No?

Mike aparta su vista de mi para levantarse y dirigirse a las escaleras.

— Estaré en mi habitación —dice.

Esperen... ¿Eso fue un sí o un no?

Hago una mueca y miro a mi padre quien está leyendo un libro sentando en el sofá. Abrí mi boca pero mi padre me interrumpe antes de que salga algo de ella.

— No, Abby, hazle caso a tu madre —dice sin despegar la mirada de su lectura.

Suelto un bufido y me dejo caer en el sofá.

¿Y ahora qué?

Jess.

— Eso es genial —dice mi hermano menor. A lo que asiento haciendo una mueca.

— ¿Genial? Estar castigada no es genial —dice mi madre negando con su cabeza.

— Fue una guerra de comida, y eso fue genial —digo—. Pero la consecuencia que tuvo, no es tan agradable.

Escuadrón Anti-Chicos© (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora