nueve.

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Desde que era pequeño, siempre imagine que cuando fuese grande, tendría una novia, me casaría con ella y seríamos felices para siempre. Xavier decía que era una tontería, que esas cosas no pasaban en la vida real.

Claro, él tenía un punto. Nuestros padres se separaron cuando éramos pequeños, y las cosas nunca fueron realmente agradables después de eso. Él se volvió a casar y aunque seguimos en contacto y tenemos una relación buena con él, fue una pequeña prueba de que no todas las historias tienen finales felices.

Solía tener muchos problemas al respecto. Cuando íbamos a la iglesia y nos topábamos con una renovación de votos o algo por el estilo, salía corriendo a llorar fuera. Cuando veía a los papás de Alina, lo felices que estaban, me daba un poco de esperanza de que las cosas no fueran tan malas como parecían ser en mi pequeño mundo.

Podrá parecer tonto para ustedes; hay millones de parejas en el mundo, de las cuales miles terminan en divorcio o separación. Otros billones de niños en el mundo pasan por lo que yo pase, y están completamente bien con ello.

Mi familia había sido perfecta desde siempre, mis padres nunca peleaban y parecían tan enamorados que me resultaba imposible si quiera pensar que alguna vez no estarían juntos.

No voy a venir con la historia de cómo arruino mi vida, porque no lo hizo; me hizo una mejor persona, y aunque me duela aceptarlo y no pueda dejar de preguntarme como serían las cosas si el matrimonio de mis padres hubiera tomado otro curso.

Pero ese no es el tema.

Un día en el que estaba especialmente triste tras una pelea con mi padre, estaba acostado en mi habitación viendo a la nada tratando de comprender el porqué de las cosas. Alina estuvo conmigo por horas sin decir ni una sola palabra, solo abrazándome hasta que no pude más y llore y grite hasta que todos mis sentimientos estuvieron sobre la mesa.

Cuando por fin me calme, estaba realmente avergonzado, ¿de verdad había estado llorando frente a ella? Si antes tenía alguna posibilidad de que me viera como algo más, la había arruinado por completo. Nadie querría a un chico débil.

Estaba tan asustado de perderla.

—Lo siento – fue lo único que atine a decir. Mi corazón corría a mil por hora y no encontraba otras palabras en ese desastre en el que me había convertido.

—Está bien Oli, lo entiendo. Te quiero.

—Y yo a ti Ali.

Esa fue la última vez que llore por el divorcio de mis padres. Las cosas mejoraron eventualmente y comprendí que la vida siempre te lleva por el mejor camino posible, o al menos, eso fue lo que hizo conmigo.

Así que cada vez que tengo algún problema, no importa cuán difícil de solucionar parezca, en el fondo de mi mente, mi alma está tranquila, porque sabe que no importa cuánto tiempo tome, siempre se resuelve.

Tal vez por ello me fue fácil no darme por vencido con Alina.

Cuando la ventana está abiertaWhere stories live. Discover now