dos.

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Tienes que pelear contra días malos para poder ganarte mejores.

Piénsalo de esta manera, entre peor sea la causa mejor será la consecuencia. No vendrá de la forma que lo esperas, claro está, pero sin duda será mejor de lo que imaginas.

A punto de empezar la primaria, en el verano, lo entendí por completo.

Mi hermano mayor solía reírse de mis intentos por atraer la atención de Alina. Según él, era muy pequeño para entender este tipo de sentimientos, que era imposible que los tuviera, incluso cuando él es solo dos años mayor que yo.

No voy a contarles todos los niños con los cuales Alina tuvo algún romance infantil porque sería demasiado aburrido. La mayoría empezaron con un crayón y terminaron con unas cuantas lagrimas por un empujón inocente.

Claro, que lo efímero del asunto no le quitaba el dolor que causaba.

Pero si les contare de su segundo novio significativo en el camino a donde estamos ahora.

Estábamos a tan solo unas semanas de la graduación cuando, desafortunadamente, salí volando cual cohete mientras me columpiaba, ocasionando que mi tobillo se rompiera y yo terminara con un yeso sin poder moverme.

Para un niño de cinco años es como si lo ataras a una piedra en medio de una habitación llena de golosinas sin poder alcanzarlas.

Bastante terrorífico.

En mi caso, ni siquiera el poder dibujar en mi pie era un consuelo. Incluso cuando era bastante asombroso.

Pero nada de eso me importaba. Yo iba a bailar con Alina en la fiesta, seria ese afortunado niño. Llegados a este punto, todos se habían dado cuenta de lo asombrosa que era, y por supuesto, todos querían estar con ella.

Mis días se resumían a estar sentado en una esquina viendo como ella bailaba con otro niño, una verdadera tortura.

Luego, el verano llego. Aun estaba estancado con la roca en mi pie, pero al menos, Alina podía venir a verme todos los días. Largas horas jugando en el patio trasero de mi casa, poniendo dibujo sobre dibujo en el yeso, haciendo pasteles de lodo, épicos encuentros entre barbies y soldados.

Xavier me dijo que no me preocupara. Que si Alina y yo algún día estaríamos juntos, solo era cuestión de tiempo.

Y yo le creí, porque justo había vivido la prueba de ello.

No importaba cuantos obstáculos se cruzaran en nuestro camino, ni cuántos niños amenazaran con robársela.

Cuando la ventana está abiertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora