cinco.

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Una vez, cuando estaba pequeño, leí un artículo que decía que el ser humano tarda quince días en acostumbrarse a algo. En un principio, yo estaba fascinado con la idea, no tenia que luchar por acostumbrarme, mi cerebro lo iba a hacer solo.

Luego me di cuenta que no era verdad (porque, por supuesto, no había funcionado en absoluto) y comencé a esforzarme para acostumbrarme a los cambios que se ponían delante mío, lo cual, era bastante intenso para un niño de once años, pero siempre me ha gustado tener un poco de dramatismo en mi vida. Cada vez que lograba acostumbrarme a algo en menos de quince días, lo ponía como un logro más dentro de la sala de trofeos en mi cerebro.

Creo que nunca había roto un record tan rápido, porque en el momento en el que Alina salió de mi casa con la oportunidad de mi vida, yo ya me sentía como en casa.

No tarde mucho en correr detrás de ella para invitarla a quedarse a cenar, que si bien era lo usual, esta noche sería diferente. El resto de la tarde no la pasamos viendo películas, comiendo un montón de chucherías y riéndonos a carcajadas, todo esto teniendo nuestros cuerpos entrelazados en muchos y muy chistosos tipos de abrazos.

Entonces llegue a la más absurda conclusión; ¿Cómo diablos iba a hacer para conquistarla? Todo aquello que aparecía en las películas románticas ya lo habíamos hecho como amigos. Salíamos a todos lados juntos, platicábamos de cualquier tema, nos hacíamos cumplidos constantemente, ¡somos prácticamente una pareja ancianos de casados!

Así que una vez que ella llega a su casa, lo primero que hago es buscar en internet maneras de conquistarla sin llegar a pasarme de cursi. Pero nada de lo que está en la gran nube parece ser adecuado. Es entonces cuando decido recurrir a la artillería pesada; Xavier e Imogen.

— ¿No crees que es raro que le pidas consejo a tu hermana de doce años? – niego rápidamente y sigo sin decir ninguna palabra. Xavier se echa a reír y sigue texteando, ignorando olímpicamente mis ruegos por decima vez en lo que va de la noche.

—Gigi, él está desesperado, ¿tú qué harías en el lugar de Alina? – mi hermana pequeña hace una mueca de asco y me lanza un cojín en la cara. Vaya, que esta niña está loca.

Se levanta del puff en el que está sentada y comienza a dar vueltas por toda la habitación sin levantar la vista del suelo un solo momento.

—Puedes llevarla a una cita – cuando estoy a punto de protestar, la rubia levanta un dedo y me señala amenazante – pero no a una simple salida como las que siempre tienen Oliver, eso es a lo que está acostumbrada.

La observo confundido mientras trato de procesar todo lo que me dice, aun si entender muy bien a dónde quiere llegar.

—Lo que Imogen quiere decir es que seas cliché. Llévala a cenar a un restaurante muy romántico, dale un ramo de flores, que se yo. El punto es que, debes de hacerle saber que no eres un simple amigo más. – Gigi chasquea la lengua y aplaude el pequeño discurso de mi hermano Xavier.

La verdad era bastante simple, yo solo estaba muy ciego para verlo y demasiado ansioso por acostumbrarme a ello.


Cuando la ventana está abiertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora