ocho.

3.9K 653 95
                                    

Hay dos maneras de ver las cosas en la vida. Desafortunadamente, mi cerebro siempre se va por la negativa y paranoica.

Mi imaginación estaba volando demasiado lejos y podía verme a mí mismo en unos años, sentado en el patio de una casa vieja con mi espalda apenas sosteniendo mi cuerpo, sentado al lado un perro igual de viejo que yo, viendo como los hijos de Alina y Sam correteaban de un lado a otro mientras ellos se veían tan enamorados como cualquiera puede llegar a estarlo.

En cualquier momento una ola de nerviosismo iba a atacarme y llevarme lo más lejos de la castaña, arrastrándome en un circuito infinito de soledad.

Y es que, antes, cuando un chico invitaba a salir a Alina, no me importaba demasiado porque yo no tenía nada que perder. Conocía la historia y el curso de los hechos, agregando que, ella no tenía ni idea de lo que sentía por ella.

Su ignorancia se había esfumado, quitándome la red de seguridad que mis inseguridades tenían.

Alina siempre había sido consciente de que es bonita, y que tiene ese encanto que vuelve loco a cualquiera, sin entender muy bien a qué se debía. Es demasiado amable como para rechazar a cualquiera, que de todos modos, no ocurría muy seguido.

A pesar de que aparentemente todos estaban enamorados de ella, eran pocos los valientes que se atrevían a ir un paso más allá del amor platónico. No podía molestarme con Sam. De todos modos, Alina y yo no éramos nada.

Ella simplemente había aceptado no mandarme a la zona de amigos de inmediato.

—Lo siento Sam, no creo que sea posible – el chico hace un ademan para restarle importancia aun y cuando puedes ver claramente la decepción en su rostro.

— ¿Tarde de nuevo? – Alina se encoge de hombros y me lanza una sonrisita cómplice. Ambos nos despedimos del chico y nos encaminamos a nuestras respectivas aulas.

Suelto un suspiro involuntario y abrazo a Alina. No la veo por el resto de la mañana una vez que entramos a clases, no es hasta que nos encontramos al finalizar las clases que la vuelvo a ver. Caminos de regreso a la parada de autobús en silencio.

Aun cuando no quiero mencionar el pequeño encuentro con Sam en la mañana, la parte dramática y escandalosa de mi cerebro me incita a que lo menciona para estar seguro de que no fue un sueño y que de verdad Alina acaba de rechazar a un chico.

—Hey Oli, ¿está todo bien? –salgo de mi trance poco a poco para darle una sonrisa. No puedo ocultarle nada a mi mejor amiga. Me conoce mejor que nadie, y la típica pregunta de ¿estás bien? Era solo una manera amable de decirme que tenía que contarle lo que sé que me estuviera pasando.

—Es solo que estoy confundido, ¿qué somos ahora Alina? –me mira por un segundo tratando de buscar un océano donde solo hay bosque.

—Bueno, somos mejores amigos, eso no ha cambiado aún. En cuanto a nuestra reciente cambio de relación, no lo sé yo tampoco. Aun no me preguntas nada.

Cuando la ventana está abiertaWhere stories live. Discover now