Vacío

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Me revolvía el pelo con las manos. Han pasado exactamente 5 días desde que terminé mi relación con Dhana y desde que se había accidentado. No he podido verla, no nos han dejado. Me he vuelto un enfermo adicto al café de máquina y a unas galletas de chocolate asquerosas que salen de la misma. Sólo he salido de este hospital para darme una ducha y volver, mi cuerpo duele: claramente dormir en las sillas de la sala de espera no es lo mejor.

Sus padres tampoco se han movido: Martín Díaz y Sara Kolm. Unas personas definitivamente maravillosas. Suspiro, volviendo a pasar mis manos por mi pelo, luego refriego mi cara. Tengo barba. Un poco. Tuerzo la boca, miro hacia el pasillo por donde hay un ir y venir de doctores y enfermeras, uno que otro familiar que camina lento y desanimado, rogando esperanzas.

Estábamos en el sector de cuidados intensivos. Lo que reinaba era la desesperanza y el silencio.

Me levanté, solté un gruñido y le pegué a la pared comenzando a llorar.

—Christopher—susurró Sara.

Sentí sus brazos y luego los de Martín. Ellos no sabían nada.

—Todo va a estar bien. Sabemos que Dhana es fuerte...

—Necesito verla —susurro.

Sí ya estaba hecho pedazos cuando Christian llegó a mi casa, cuando me informó lo sucedido, me rompí más, si eso era posible.

He faltado a la oficina. Me despedirán posiblemente. Dudo que mi jefe sea muy humano, o tal vez me sorprenda.

—Estoy segura que pronto nos dejarán hacerlo...

—Voy afuera —sequé mis lágrimas y salí.

Caminé sin rumbo unas cuantas cuadras luego de salir del lugar. El sol pintaba bien, podría haber sido un gran día, pero no.

Encontré un árbol con algo de sombra y me senté. Cerré los ojos inspirando, esperando que al abrirlos nada de todo lo que había ocurrido en estos días fuera verdad. Lástima. Lo era.

Mis ojos viajaron hacia la copa del árbol, que movía sus hojas sutilmente...

—No puedes hacerme esto Christopher —gritó. Yo reí. Estaba mojada de pies a cabeza y se veía increíblemente sexy quitando los mechones de pelo de su cara.

—Si pude. No dejas que me concentre —hice una mueca—. Este auto tiene que estar reluciente. Tenía que apagarte.

Una sonrisa apareció en sus labios.

—Creo que te has equivocado de estrategia, ca-ri-ño.

Tomó la manguera e hizo que el chorro de agua empezara a caer nuevamente por su cuerpo. Esta vez, lentamente ante mis ojos, los que siguieron el recorrido del agua. Un gemido salió de la boca de Dhana, seguro por la temperatura del agua, sin embargo, para mí fue un completo estímulo, además de como comenzaba a marcarse cada zona de su cuerpo bajo la ropa.

Gruñí. No iba a terminar ese maldito auto a tiempo, y posiblemente iba a tener que hacer todo el trabajo que tenía al día siguiente.

La acerco, mojándome también y la arrinconé contra el auto sin dejar ni un centímetro de separación. Sonrió triunfadora y me comí su boca. Sus brazos se posaron en mis hombros y sus manos se enredaron en mi pelo. Su lengua se movía con destreza y seguía provocándome con un sutil movimiento de caderas. Gruñí, sí, de nuevo.

Little do you know - #CESWo Geschichten leben. Entdecke jetzt