Cap. 33º: "El tejado."

Start from the beginning
                                    

—Si no tenías nada qué ocultar —comencé a decir— ¿Entonces por qué no respondiste ninguna carta? Ningún correo ¿Por qué no contestaste mis llamadas? —dije comenzando a sentir arder mis empañados ojos.

No quería ser una malcriada, pero aquellos días en los cuales su ausencia me había pesado más, y trataba por todos los medios de encontrarlo con la ayuda de Cam, eran heridas que seguían doliendo. 

Ezra me miró. Su rostro enigmático era imposible de leer ¿Se sentiría culpable? ¿Por lo menos un poco?

—Tu madre me prohibió tener cualquier tipo de contacto contigo, Katherine —dijo con voz grave— Lo intenté cuando cumpliste tres años, y...

—No me salgas con el cuento de telenovela barata, en el que tú quisiste buscarme, pero mi madre se guardaba las cartas en el cajón. —susurré.

—Katherine, sé que parece así, pero...

—Porque ya las busqué, y no estaban —lo interrumpí con lagrimas en los ojos— No había cartas en ningún cajón.

¿Cuándo había comenzado a llorar? Definitivamente esto no estaba resultando como lo había planeado tantas veces en mi mente.

—Quería hacerte las cosas más fáciles —dijo sin poder mirarme a la cara, contemplando con arrugas en la frente la mesa del comedor.

—¿Más fáciles? —lo miré contrariada— ¿En qué planeta puede ser más fácil vivir sin mi papá?

Y justo cuando la palabra <Papá> salió de mis labios. Ezra Hastings me miró a los ojos con sorpresa tatuada a ellos.

—¿Pero sabes qué? —agregué al tiempo que me limpiaba los rastros de llanto de las mejillas— Tienes razón. Aprendí a vivir sin ti.

Y antes de que aquel hombre que me contemplaba con dolor, pudiese pronunciar palabra alguna, corrí escaleras arriba lo más rápido que mis piernas me dejaban, y cerré de un portazo la puerta de mi habitación. Inmediatamente abrí las puertas del balcón y solté un grito tan fuerte, que temí que las cuerdas vocales se me fuesen a desgarrar.

¿Por qué dolía? ¿Por qué lloraba? ¿Por qué no me demostraba un poco de afecto? ¿Por qué las cosas no podían ser sencillas como en las películas? ¿Por qué? ¿Por qué?

Cuando fui consiente de mis actos, me encontraba trepando por la escalera de emergencia a un costado de mi balcón, para poder subir al tejado repleto de chimeneas al estilo inglés. Y no fue hasta que me encontraba sentada delante de una de las chimeneas cuadradas, sujetando mis rodillas, que recordé que tan solo unas horas atrás había estado en una azotea con Alexander.

—La diferencia es que ahora estás completamente sola —murmuré con un hilo de voz, al tiempo que escondía mi cabeza entre mis rodillas, y trataba de acompasar mi irregular respiración.

Era cierto, estaba sola. No podía salir de casa y correr con Cam en cuestión de segundos en busca de refugio, o esperar a mamá en su cama hasta que llegara de trabajar y preparara una enorme taza de cocoa caliente para aliviar el mal de amores. Ya nada de eso existía. Y dolía.

Una última lágrima se escapó de mis ojos y resbaló hasta llegar a la comisura de mis labios, y no pude evitar recordar todos aquellos momentos en los que había llorado por aquél hombre, y cada vez me prometía a mi misma que era la última vez que lloraba por él o algo relacionado con él, y siempre terminaba por romper mi propia promesa. Suponía que había cosas que por más que te esforzaras por evitar o por más promesas que te esforzaras por cumplir, simplemente no se podía

***

No supe con exactitud qué hora era cuando decidí bajar del tejado, pero seguramente era lo suficientemente tarde, ya que al entrar al baño me topé con la sonrisa sarcástica de Alexander Wayland, quien estaba sentado en el jacuzzi, al fondo de la habitación con un libro entre los delgados dedos, y un cigarrillo colgando despreocupadamente de sus labios.

Tardé en reparar en que el jacuzzi no tenía agua, ya que Alexander estaba vestido con un pantalón de pijamas azul marino y su torso estaba al descubierto dejando a la vista su cuerpo bien trabajado.

No estaba de humor como para poder mantener una exhaustiva conversación con él, por lo que opté por sencillamente ignorarlo, y hacer mi ritual de antes de ir a dormir. Tal vez y si corría con suerte, se aburriría y se marcharía.

—Creí que ya a estas horas de la madrugada estarías dormida —dijo al tiempo que exhalaba todo el humo del cigarro por la boca, sin dejar de mirar el contenido de su libro.

Me encogí de hombros y con una toallita desmaquillante comencé a quitar el delineador negro del contorno de mis ojos.

—¿Te has mordido la lengua, gatita? —prosiguió al no obtener respuesta alguna de mi parte.

Ya para cuando había comenzado a cepillar mis dientes, creía que había ganado la batalla, ya que Alexander se levantó de su sitio, y apagó el cigarro, el cual arrojó al inodoro, y se comenzó a acercar a la puerta que daba a su habitación. Sin embargo, antes de girar la perilla, se volteó a verme y se cruzó de brazos recargándose en la puerta.

Sin poder evitarlo lo miré ¿Por qué no se iba de una buena vez? ¿Acaso era tan entretenido mirar cómo una chica que parecía muerto se enjuagaba la boca?

—¿Por qué estabas en el tejado? —soltó por fin.

Mis ojos se abrieron como platos y la pasta dentífrica casi se me escapó por la garganta, así que, con todo el glamur del mundo, comencé a toser como loca y como pude me enjuagué la boca, para quitar el horrible sabor.

Alexander rio por lo bajo.

—¿Sabes? Tu reacción me hace barajar muchas opciones —dijo petulante.

Lo miré furiosa.

—¿Y a ti qué más te da?

—Nada —dijo encogiéndose de hombros tratando de ponerse serio otra vez, cosa que no le salía.

—Entonces metete en tus propios asuntos, y deja de estarme espiando —dije casi en un murmullo al tiempo que guardaba las cosas en su lugar y me giraba para regresar a mi habitación.

—¿Kate? —escuché a Alexander decir a mis espaldas. Me detuve en seco— Ezra es un cabrón.

Y antes de poder girarme por completo con la sorpresa tatuada al rostro, vi a Alexander desaparecer por la puerta de su habitación y cerrarla detrás de él, dejándome de una pieza en el frío baño, con un millón de preguntas bullendo en mi interior.

¿Me habría visto llorar? ¿Habría escuchado la discusión que había tenido con su padrastro? No podía saber qué era más penoso. Eran mis sentimientos, y no quería que nadie me viera así, más que por orgullo, porque estaba segura que no lo entendería ¿O sí?

***

Good Girls love Bad BoysWhere stories live. Discover now