Cap. 19º: "Examen."

45.8K 2.7K 85
                                    

—Toma asiento, por favor —dijo aquella mujer que se hacía llamar mi madrastra.

Tenía unas ganas enormes de salir corriendo justo por donde había entrado, pero en cambio comencé a sentarme lentamente delante de su escritorio, en el cual tenía distintos portarretratos de ella con Ezra, o con Alexander. Me estremecí levemente.

—No sabía que trabajaras aquí —fue lo único que fui capaz de decir.

Su risa como de cientos de campanillas, llenó la habitación.

—Pero claro —dijo al tiempo que se sentaba en el escritorio delante de mí— Soy la prefecta y la encargada de admisiones.

Un apretado nudo comenzó a formarse en la boca de mi estómago. Esta tenía que ser una horrible pesadilla.

Aclaré mi garganta.

—Mi padre me dijo que viniera.

—Algo me comentó —entrecerró sus pequeños ojos— también me dijo que vendrías con mi hijo.

—No tuve la oportunidad de verlo el día de hoy —le contesté igual de condescendiente.

Rápidamente se enderezó.

—Así mejor —concluyó— Dime, ¿En qué puedo ayudarte?

—Quiero hablar con el departamento de literatura —dije sin más preámbulos.

Estaba segura que está mujer no sería capaz de responder a mis dudas ni por todo el oro del mundo.

Una limpia carcajada ascendió por su garganta.

—Querida —dijo mirándome con dulzura fingida— primero tienes que pasar por mí.

—No es verdad —le aseguré— Quiero hablar con el coordinador de carrera y ver el plan de estudios.

Prácticamente ignorando mis palabras se volvió a colocar detrás de su escritorio y me miró posando sus manos sobre su barbilla.

—Tu padre me ha dicho que quieres hacer el examen de admisión.

—Así es ¿Hay algún problema?

—Bueno, como yo lo veo el único problema que habría es si no logras aprobar— dijo sin quitarme los ojos de encima.

—No lo veo como un problema —comencé a decir, pero me interrumpió abruptamente al alzar su mano.

—El examen es hoy a las 5 de la tarde —sonrió al ver la expresión en mi rostro— ¿Aún estas segura de que quieres aplicar?

Componiéndome rápidamente del asombro, me tragué mi orgullo junto con mis inseguridades. Tenía que aprobar a como diera lugar.

—Como te dije —sonreí al igual que ella— no veo ningún problema.

Pude ver claramente como su sonrisa se iba desvaneciendo.

—De acuerdo —se encogió sencillamente de hombros al tiempo que me pasaba unos papeles— llena estos formularios. El examen consta de dos partes, conocimientos generales y algunas preguntas bases de tu carrera.

¿Bromeaba? Qué me preguntaran cosas de lo que más amaba en el mundo, no era un castigo, era un regalo divino. Esto tenía que ser pan comido.

Al entregarle los papeles me miró fijamente.

—Suerte, Katherine.

Y sin decir nada más se puso de pie y me abrió la puerta por la que, con tanto temor había entrado.

***

Eran aproximadamente las 3 de la tarde, por lo que contaba con dos horas para espabilarme y dirigirme al aula donde comenzarían las pruebas.

Seguía sin conocer la universidad, así que tuve que guiarme con un directorio que había encontrado en el camino, en el cual decía que la cafetería más cercana se encontraba a unos cuantos metros. Moría de hambre, y por suerte había llevado un poco de dinero conmigo. Sólo esperaba que las cosas no fueran tan caras por tratarse de una universidad de prestigio.

No había mucha gente, ya que estábamos en verano y los pocos alumnos que habían se encontraban adelantando materias, por lo que pude encontrar un lugar cómodo y sin ruido en una terraza, en donde comencé a comer una manzana la cual había comprado en la cafetería.

La verdad era que con todas las instalaciones y los bellos paisajes que contaba esta universidad, era imposible no enamorarse a primera vista. Sin poder evitarlo, una vez más mis pensamientos volvieron a dirigirse a Alexander.

No podía creer que su madre fuera la prefecta, y menos que mi padre no se hubiera molestado en mencionármelo. Y por otro lado... ¿Por qué Alexander necesitaba de hacer una cita con su propia madre? Todo esto era un tanto extraño.

Después de pasar las dos horas más aburridas de mi vida, mirando el móvil y buscando alguno que otro dato curioso en el internet que me pudiera servir de ayuda para la prueba, por fin llegó la hora que había estado esperando, y me dirigí unos cuantos minutos antes al aula, la cual parecía un auditorio, y tomé asiento en uno de los lugares de en medio.

El profesor que al parecer sería el encargado de supervisar el examen, me tendió una lista para que anotara mi nombre y me indicó que esperara a que el salón se llenara más para que me pudiese entregar la prueba.

Pasados unos cinco minutos los lugares se comenzaron a llenar. La verdad es que no había sido consiente de la cantidad de estudiantes que nos pelearíamos por obtener un lugar ahí. Solté un grave suspiro. Tenía que concentrarme.

—Muy bien —retumbó la voz del pequeño profesor de lentes y bigote— veo que la mayoría ya se encuentra aquí. El examen se contestará a lápiz, nada de borrones, tachones o manchas. Al que se le sorprenda copiando se le anulará el examen inmediatamente. Son dos horas así que aprovéchenlas bien— dijo recorriendo los rostros de cada uno con la mirada— Pueden voltear el examen.

Podía prácticamente palpar la tensión en el ambiente. El sonido de lápices raspando contra las hojas de papel y el crujido de las mismas, no ayudaba mucho a mi concentración, pero pasados los minutos todo fue siendo más fácil. Las respuestas venían a mi mente sin mayor dificultad y los ruidos habían sido eliminados de mi cabeza, como si estuviera en mi propia burbuja.

Pero entonces, las grandes puertas que se encontraban en lo alto se abrieron de golpe, causando que todas las miradas se dirigieran a la voz que despreocupadamente, al tiempo que iba bajando las escaleras dijo:

—Perdón por la tardanza.

Repentinamente mi lápiz amarillo resbaló de mis manos y cayó al suelo, pero antes de que pudiera agacharme para recuperarlo, unas manos largas como de pianista se apresuraron y me lo entregaron.

—Creo que esto es tuyo —dijo la misma voz de antes.

—Gracias —mascullé un agradecimiento, al tiempo que lentamente comencé a alzar la mirada y con lo que mis ojos se encontraron, fue con aquella sonrisa jocosa a la que tanto me había acostumbrado.

Alexander.

***

Good Girls love Bad BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora