capítulo 56

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Sofía

Una mano roza mi hombro, doy un sobresalto del susto cuando lo descubro. Mis ojos se van a salir de las órbitas y siento que hasta me sale calor por las orejas, mi corazón se detiene. Echo un vistazo a mi alrededor, midiendo la distancia que me separa de la consulta de Matt.

—Te echaba de menos. —Solo por la forma en la que habla, sé de sobras que está borracho.

Su aspecto es deplorable, sin afeitar, con ojeras, y se tambalea de un lado a otro. Sé que está en un estado en el que si lo empujo, caerá al suelo.

Alexander me toma de la mano y tira de mí.

—Vámonos a casa, por favor. 

Siento que no puedo hablar, que no puedo desobedecer lo que me pide, pero no sé si quiero irme con él. Si quiero vivir la vida a su manera, soportando sus celos, sus normas, su machismo.

—Vamos. —Tira de mí otra vez, pero lo hace con más fuerza.

—Estás borracho.

—Por favor, Sof. —Alexander alza la voz, y eso provoca que varios viandantes se giren a mirarnos.

Me avergüenza la situación, no quiero que la gente me mire con lástima, pensando cosas horribles sobre mí, o sobre él, juzgando algo de lo que ellos no saben nada. No puedo creer que me duela que los demás piensen mal de Alex, cuando realmente es lo que es.

Alexander me aprieta tanto la mano que me hace daño. Sé como puedo tranquilizarlo. Utilizo mi otra mano para acariciarle la mejilla.

Alex necesita cariño, comprensión, pero no sabe de qué forma conseguirlo. No estoy dispuesta a brandárselo por la fuerza. Cierra los ojos, pero no deja de aferrarse a mi mano.

—Estoy contigo —le susurro —, no voy a abandonarte.

—No me dejes, por favor.

Alexander quiere encerrarme de nuevo, lo sé, por eso insiste en que me vaya con él a casa. No puedo evitar sentir miedo por como va a reaccionar, temor a que sus instintos más primarios salgan a relucir y todo acabe de una forma desastrosa.

Alexander atrapa mi otra mano, me atrae hacia él. Mi cuerpo choca con el suyo. Su calor, el calor de Alexander... su perfume ya tan familiar inunda mis fosas nasales.

—No soporto verte con otro —me abraza.

Aunque parece que está susceptible, sé que no ha bajado la guardia, está preparado por si salgo corriendo.

—¡Sofía! —Escuchar a Matt me pone en alerta.

¡No! Que no se acerque, no quiero provocar un escándalo en medio de la calle. No quiero que Alex se altere.

Matt corre hacia mí.

—¿Estás bien? —Matt está serio, nervioso, y yo más que él.

Se miran, sé que Alexander sería capaz de lanzarse sobre él, pero no conozco a Matt como para saber de qué modo puede reaccionar.

Asiento.

—Suéltala. —Matt se acerca más aún, y aparta a Alexander de mí. —No la toques, ¿vale?

—Es mi mujer —reclama Alexander. 

—Yo puedo ayudarte, Alex —me sorprende que Matt diga eso.

—No necesito tu ayuda, solo vine a buscar a mi mujer.

—No voy a dejar que se vaya contigo, lo siento Alexander.

Pierdo a Alexander de vista, cuando Matt se pone delante de mí. Ninguno de los dos me pregunta que es lo que yo quiero, uno se preocupa por protegerme, otro solo pretende llevarme con él. Me hago a un lado, mientras ellos se lían en una discusión. 

Me alejo de ellos y ni quiera se percatan de que estoy huyendo. No quiero estar al lado de ninguno. Necesito tranquilidad, necesito paz, seguridad, y siento que ninguno de los dos me va a ofrecer lo que busco.

Siento angustia, ¿qué estoy haciendo? Estoy huyendo de él, luego volveré a echarlo de menos, retrocedo. Sé que Alexander no es el hombre adecuado para mí, sin embargo vuelvo hacia él. Como un perro hacia su dueño.

Sus ojos cristalinos, puedo sentir su angustia, su dolor, porque es el mismo que siento yo.

—Vamos a casa, Alex.

—Llamaré a la policía. —Amenaza Matt —. Mis principios no me permiten dejar que una víctima vuelva con su agresor.

Matt solo quiere hacer lo que le parece correcto, y aunque tiene razón, no soy capaz de cambiar de opinión.

Alex lo aparta de su camino, me toma de la mano, y me arrastra. No puedo evitar mirar atrás, Matt está llamando por teléfono, puede que a la policía, pero me da igual. Estoy dispuesta a darle una oportunidad a Alexander, quizá esté cometiendo un error, quizá sea la peor decisión, pero ya está hecho.

Me subo al coche, Alex cierra la puerta con seguro. No soy capaz de mirarlo, ni de decirle que no debería conducir en su estado, pero no arranca, no reacciona. Se queda mirando fijamente el volante, y al fin se gira para mirarme.

—Te quiero. —Suelta casi sin voz, y ni siquiera sé si le he entendido bien. —Soy un cabrón, quiero hacer las cosas de otro modo, pero no sé como.

Alex suena tan sincero, tan calmado, tan distinto, que me cuesta creer que sea la misma persona de hace unos instantes.

Acerca sus manos a mi rostro, las yemas de sus dedos recorren mis labios, con tacto, suave, con delicadeza, algo que no va con él.

—Lo siento, siento todo el dolor que te he causado, siento haberte separado de tu padre.

Se me hace un nudo en la garganta, no sé si es por escuchar la voz entrecortada de Alex, si es por recordar lo que me ha hecho, o simplemente porque me está pidiendo perdón.

Ya no soy capaz de contener más las lágrimas, fluyen por mis mejillas, y él se encarga de secármelas.

Alexander acerca sus labios a los míos, y puedo sentir esa sensación tan familia, como un sabor agridulce, sentimientos contradictorios. Sus labios hacen contacto con los míos, sus húmedos y carnosos labios me besan, me agarra fuerte, y después de un apasionado beso, termina por morderme, un placer mezclado con un poco de dolor.

Se separa de mí, y me vuelve a secar las lágrimas, Alexander sonríe, y puedo decir que al fin me parece sincero.

—Llévame a ver a mi padre.

Asiente.

Aunque en todo momento Alexander se ha mantenido más callado, más contenido, sé que está feliz, aunque sé que no me lo va a demostrar.

Llevarme a ver a mi padre, cogerme de la mano, y abrazarme en un duro momento, ha sido mejor que cualquier palabra que pudiera mencionar. 

Me quedo quieta frente a la puerta de la casa donde empezó todo, donde Alexander se convirtió en mi peor pesadilla, y aunque sé que esta vez soy yo la que escoge volver, el miedo no desaparece.

Esclava Del Demonio (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora