capítulo 17

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Miro boquiabierta un precioso vestido blanco, es largo, y tiene una apertura en la pierna derecha, un bonito escote, el cual no creo que vaya a lucir bien con mis pequeños pechos.

Creo que es la primera vez que tengo en mis manos algo tan elegante.

—¿Te lo vas a probar? —el pequeño parece tan entusiasmado como yo, asiento.

—Pero no ahora.

—Yo quería verte con él. 

—Gracias —dejo el vestido con cuidado encima de la cama, y cojo al niño en mis brazos —. Prometo que cuando lo lleve tú serás el primero en verme. —Asiente de una forma muy peculiar, casi haciendo círculos con su cara. Le regalo un beso en la frente —. Es el mejor regalo que me han hecho en la vida.

—Mamá dijo que no era de tu estilo.

Alexander se escandaliza, y lo mira con el ceño fruncido. Se incorpora del sillón, y estira sus brazos para cogerlo.

—Creo que ya has hablado más de la cuenta, pequeño chismoso.

—A mamá no le gusta esa palabra.

Lo toma en sus brazos, y antes de que se lo lleve, le doy un último beso en la mejilla.

—A tú mamá no le gusta nada, odia a la vida en general —le dice a su hijo mientras se aleja.

En cuento desaparece vuelvo a tomar el vestido en mis manos, acaricio la tela con cuidado, debe ser caro, o tal vez no lo sea, pero me importa bien poco, es precioso.

Aprovecho que estoy sola, entro en el aseo y me lo pruebo, no me puedo resistir.

Me siento como una verdadera dama, y debería sentirme así sin este vestido, pero este ayuda mucho. Ojalá mi piel volviera a estar radiante para lucirlo del todo bien, pero aun así, me veo estupenda.

Paso el resto del día tranquila, aunque Damián está presente, parece que le ha comido la lengua el gato, no me ataca con preguntas, ni intenta sacarme de mis casillas, es demasiado raro.

A la hora de la cena, Alexander vuelve a aparecer, me siento como esas esposas aburridas, que están todo el día en casa esperando que su marido vuelva, solo que en mi caso, no soy esposa de nadie, y deseo que Alex no vuelva, pero el muy miserable siempre vuelve.

Termino de cenar, y el silencio sigue reinando, evitan mirarse, y sé que algo raro está pasando.

—¿Mía no viene?

Sé que estoy sonando como una estúpida, amo el silencio, y lo estoy disfrutando, pero algo dentro de mí, me obliga a preguntar por ella.

—No —responde sin más.

—¿Cuándo vuelve?

—¿Has cenado ya? —asiento —, entonces métete en la cama, y deja de meter las narices en lo que no te importa.

Parece increíble que me responda de ese modo tan arisco, tan despectivo, pero es Alex, y me puedo esperar cualquier cosa de él.

Recojo los platos de la mesa, y cuando me dispongo a empezar a fregarlos, Damián protesta por ello.

—Ya lo haré yo.

—No me cuesta nada.

—He dicho que lo dejes, vete a dormir.

Su actitud ha cambiado de forma radical, dejo los platos, y me marcho.

—Primera puerta a tu derecha.

¡Ya lo sabía, mamón!

Un escalofrío recorre mi piel, el hecho de tener que dormir con él después de varios días, acelera el motor de mi cuerpo, y mi mente me traiciona con malos recuerdos, o con cosas peores.

Esclava Del Demonio (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora