capítulo 25

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Se miran unos a otros incómodos, creo que nadie me tiene aprecio en esta casa, y si me equivoco, lo están disimulando bien. Mía hace muecas cada vez que cruzo una mirada con ella, Lucía parece que le dan náuseas solo de verme la cara, Damián es el único que esboza una sonrisa de vez en cuando, y Alex es como un acertijo, diría que sus miradas son una mezcla de frustración y resentimiento, es como si todo de mí le molestara; tengo que haberle hecho algo grave para que me mire de esa manera. Aunque la sonrisa sincera de Darío, le quita importancia a todos ellos.

La comida pasa en silencio, como si estuviéramos velando a alguien; caras largas, y lamentos interiores que nadie quiere manifestar en público.

Después de recoger, Mía me ofrece una taza de café, y al fin sonríe. Tomo asiento en el sofá y ella lo hace al mismo tiempo.

—¿Éramos amigas? —me atrevo a preguntar.

—Sí, claro.

—¿Entonces por qué tengo la sensación de que no encajo en este sitio?

—Sofi, me tengo que ir —la voz de Darío suena como un trueno, breve y rápido.

Me incorporo de inmediato dispuesta a despedirme de él, y hacer una última pregunta antes de que desaparezca.

—Tengo que trabajar. —Se anticipa a decir.

—¿Y yo que hago...?

Darío parece impaciente por irse, tanto que su respuesta no tiene ningún sentido para mí.

—Métete en la habitación, cierra con seguro y no salgas.

Desaparece después de un escaso beso en la mejilla, como si solo fuéramos amigos, amigos lejanos porque ni siquiera han sido dos besos.

Siempre creí que cuando tuviera una relación sería de esas empalagosas, donde las palabras ñoñas y cursis se mencionarían a cada segundo, pero parece que en mi relación con Darío, el cariño brilla por su ausencia.

Ahora las miradas de nuevo se centran en mí, y de alguna forma me hacen sentir incómoda, ¿qué estarán pensando?

Vuelvo a tomar asiento junto a Mía, dispuesta a retomar la conversación.

—¿Te contaba mis cosas?

Ella frunce el ceño.

Yo soy de esas personas que necesitan tener a un confidente, alguien con quien desahogarme y poner verde a los demás, vamos lo que vienen haciendo las mejores amigas de toda la vida. Y si Mía realmente es mi amiga, la única por el momento, tiene que saber lo que pasaba en mi vida.

—¿Darío y yo teníamos problemas?

Niega dando un sorbo a su café.

—Mía acompañarme a recoger a Alex. —Se pronuncia Lucia bastante prepotente.

Parece que no es posible mantener una conversación seguida con nadie en esta casa. Al menos me lo están poniendo muy difícil.

A los cinco minutos de que ellas salen por la puerta, Damián se va detrás de ellas. Me quedo casi sola, si no fuera por la insistente mirada de Alexander. 

—¿Darío y yo teníamos problemas?

Aunque parezca una estúpida haciéndole esa pregunta a la única persona que creo que me va a escupir en la cara, lo hago. Sonríe como si la pregunta hubiera sonado a chiste.

—¿Realmente no recuerdas nada? —Parece que me desafía, me está llamando mentirosa con indirectas.

—No sé por qué nos llevamos mal, pero creo que estaría bien que nos diéramos una oportunidad para empezar de nuevo.

—¿Qué te hace pensar que nos llevamos mal?

—La manera en la que me miras, ¿qué te hice?

—¿Qué no hiciste?

El resentimiento y su cara sería me indican que algo hice para que él se muestre tan distante conmigo.

—Dímelo tú.

—¿No recuerdas nada, Sofi?

Alex me da malas vibraciones. No me gusta como me mira.

—¿Quieres saber si tenías problemas con Darío? —Arquea una ceja. —Sí, tú querías dejarle.

—¿Por qué? —interrumpo confusa.

—Porque ya no le querías, ¿lo hiciste alguna vez? —niega. —Lo dudo mucho. Tú al igual que yo solo te quieres a ti misma.

—¿Qué?

—Darío es tan estúpido que no es capaz de aceptar que le querías dejar.

—¿Darío sabe esto?

Mi corazón acelera y siento que voy a morirme en estos momentos. No sé qué clase de sentimientos tengo hacia Darío, pero sé que no quiero dejarle, no quiero estar lejos de él, por el momento es la única persona que me hace sentir bien y me transmite confianza plena.

—¿No me recuerdas, Sofía?

Su voz suena tan agresiva, tan alterada, es como si le doliera que yo le haya olvidado.

—¿Qué pasó entre nosotros?

Mis ganas de saber, de averiguar por lo que viví, mis ganas de recordar, y toda mi mente bloqueada.

—¿Quieres saberlo?

Asiento ansiosa, quiero que me lo diga, quiero saberlo todo, pero la puerta se abre y Damián nos mira frunciendo el ceño.

—¿Quieres ir a la playa? —murmura evitando la mirada de Alexander

Siento que estoy en una novela de esas dramáticas donde todos saben lo que pasa alrededor de la protagonista, y la muy estúpida no se entera de nada. Sí, yo soy la estúpida protagonista.

—¿Contigo?

Damián evita de nuevo el contacto visual con su hermano y evade responder a su hermano dirigiéndose a nuevamente a mí. 

—¿Te vienes? —insiste.

Asiento.

Me apetece salir y tomar el aire, distraerme un poco e intentar recordar algo. Quizá haya algo allí a fuera que active mis recuerdos. 

Damián me ofrece unas deportivas, las cuales dudo mucho que sean mías, ¿dónde se supone que está mi calzado?

—¿Lista? —Damián me distrae de mis pensamientos y de nuevo asiento, no quiero preguntar algo tan estúpido en plan “¿y mis zapatos?”.

—Voy con vosotros —anuncia Alex.

Alex se da prisa y Damián niega, sé que hay algo que me están ocultando, y también me he dado cuenta de que Damián evita que yo me quede a solas con su hermano.

Vuelve a los pocos minutos con un aspecto mejorado, aunque su cara sigue estando algo magullada, me pregunto que le habrá pasado. Salimos casi en silencio y la tensión se apodera del ambiente.

Por primera vez me fijo en el color de mi piel, pálido, parece que no me ha dado el sol en años. Tengo la playa a tan solo unos metros y yo estoy más blanca que la leche. Al contrario que ellos.

Camino al lado de Damián y este con un gesto amable me ofrece su brazo para agarrarme a él. Alex parece molesto, Alex se molesta por todo, todo lo que hago le altera.

—¿Dónde vamos?

—Darío me pidió que te llevara al centro comercial para que compres algo de ropa.

—¿Darío te lo pidió? —se anticipa a preguntar Alexander —, ¿ahora a Darío le preocupa que ella no tenga ropa?

—Alex, para—gruñe Damián —, nadie te invitó a venir.

Es como si entre ellos no se soportaran, el problema de Alexander no es solo conmigo, creo que odia a la humanidad en general.

Esclava Del Demonio (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora