Capítulo 16: Año nuevo, noticias nuevas

1.4K 121 5
                                    


Merody

9 de Enero, 2017.

Suelto el bolígrafo sobre el cuaderno y me levanto de mi escritorio, yendo directa hacia mi cama donde tomo mi teléfono. Reviso la bandeja de entrada sabiendo que no hay ningún mensaje sin leer.

Doy un largo suspiro, reprimiendo las ganas de escribirle un mensaje a Leandro, del que no sé nada desde ayer en la tarde. Desde Año Nuevo ha estado demasiado tenso. Al principio pensé que se trataba por el incómodo encuentro que tuvimos con Ignacio en la discoteca en Nochevieja, donde por supuesto Nacho se encargó de decir unas cuentas palabras inadecuadas, antes de quedarse muy quieto y retirarse poco después de medianoche con un comportamiento bastante extraño; pero Leandro se encargó de afirmarme que no se trababa de nada de eso, sino del «asunto» que no sabía cómo abordar conmigo, porque, y cito sus palabras: «cambiaría nuestra relación». 

Pero, ¿saben qué? Al diablo, estoy cansada de estar asustada por esas palabras, y justo ahora estoy dispuesta a averiguar de una vez por todas qué es lo que mi novio me oculta.

Marco el número de Leandro a una velocidad increíble y me llevo el teléfono a la oreja. Tres pitidos más tarde, una voz nasal femenina responde:

Hola, Merody.

—Señora Carlota —mi voz transmite la sorpresa que me ha provocado escucharla—. ¿Pasa algo?

Estoy con Leandro en el hospital. —suelta. Mi corazón se salta un latido y tengo que hacer un gran esfuerzo para evitar que mi celular vaya a parar a la alfombra marrón de mi habitación.

—¿En cual hospital se encuentran? —pregunto, llevando mis dedos a mi labio inferior que no para de temblar.

La señora Carlota me indica todas las coordenadas y salgo apresurada de mi casa, sin siquiera avisar a dónde voy. Me monto en mi coche, manejando a una velocidad peligrosa y prohibida. Sin embargo, me obligo a detenerme en un semáforo en rojo, porque hay un flujo abundante de transeúntes a los que no me gustaría enviar a una sala de emergencia. Cuando llego al estacionamiento del hospital, me tomo unos minutos para respirar profundamente y echar atrás las lágrimas que amenazan con derramarse por mis mejillas.

—Dios, niña. —Los brazos de mi suegra me rodeando cuando llego a la sala de espera correspondiente. Ella sí que no ha podido evitar el llanto y me angustia de sobremanera.

—¿Qué ha pasado? —pregunto al fin con el corazón latiéndome en la garganta. Tengo un pésimo presentimiento.

—Se ha caído por las escaleras —responde apartándose de mí. Sorbe su nariz y se sienta en una de las duras sillas blancas. Copio su acción—. Había estado mareándose durante tres días, por lo que le propuse que durmiera en la habitación de la planta baja, pero ya sabes lo terco que puede ser. Cuando escuché el horrible estrépito, salí corriendo de la cocina y lo vi ahí, en el suelo con una herida abierta en la frente...

De pronto se hunde en sollozos y la primera lágrima se desliza por mi cara al imaginarme la escena que ella relata. Tengo la piel de mis brazos erizada.

—Pero, ¿cómo se encuentra? ¿Ha salido algún doctor? Tal vez no haya sido tan grave —digo no muy segura de mis palabras. Carlota se queda mirando una enorme cartelera informativa en la pared de enfrente y guarda silencio, un silencio inquietante —. ¿Qué pasa?

—No estoy autorizada por mi hijo para darte esta noticia. De hecho le prometí que no te diría nada, pero no puedo soportar que vivas en la ignorancia. Necesitas saber lo que sucede. —dice con un tono bastante extraño de su voz. Asiento y espero a que continúe hablando.

Tras dar un suspiro entrecortado, empieza a hablar:

—Cuando Leandro tenía dieciséis años, empezó a unos sufrir síntomas atípicos en él, que siempre había sido un chico muy sano.

»Apenas llegaba de sus prácticas de béisbol, se quejaba de tener un horrible dolor de cabeza, aparte de mal humor e incluso, adormecimiento en varias partes de su cuerpo. Como yo empezaba a reconocer esos síntomas, lo llevé a un doctor. El mismo que había tratado a mí ya fallecido esposo, y el que después de realizarle un sinfín de estudios, me confirmó el mayor de mis temores: Leandro tenía un tumor cerebral maligno.

Carlota hace una pausa para permitirme asimilar las últimas seis palabras que pronunció, pero mi cerebro se niega a procesarlas.

Siento humedad en mi cuello, por lo que me llevo la mano derecha a mi rostro y lo descubro empapado en lágrimas.

A pesar de sentir el terror apretar mi corazón, me obligo a hablar.

—¿Qué pasó entonces? —inquiero con voz rota.

—La enfermedad estaba en la etapa II, donde el cáncer está iniciando su crecimiento que, aunque resulta agresivo, también es tratable; por lo que el doctor nos recomendó prepararse para una cirugía que quitaría parte del tumor.

—¿Y por qué no quitarlo todo? —pregunto asustada.

Ella hace una mueca de tristeza.

—Lamentablemente la ubicación del tumor no lo permitía, pero la operación fue bastante exitosa y pudieron remover gran parte de éste, lo que permitió el alivio en los síntomas que sufría Leandro durante estos tres últimos años.

Estoy completamente sumida en un estado de shock, pero trato de absorber toda la información posible para unir los cabos sueltos.

—Así que, ¿estos malestares que ha presentando Leandro últimamente se deben a las secuelas de la enfermedad que sufrió?

Carlota se muerde su labio inferior tembloroso.

—El problema es que sigue sufriendo la misma enfermedad.

—¿Qué? —exclamo y abro los ojos a tope—. ¿Qué está tratando de decirme?

—Merody, tienes que tratar de tranquilizarte.

—Lo siento, señora Carlota, pero me está pidiendo algo casi imposible. —digo alterada.

A nuestro lado pasan una y otra vez personas entre médicos, familiares y pacientes, pero para mí el mundo se ha puesto en pausa desde que mi suegra ha empezado a contarme lo que pasa con la salud del chico que más quiero en estos momentos.

Ella se encarga de retorcer un pañuelo en su regazo sin decirme nada, por lo que decid instarla:

—El tumor..., —Trago saliva para envalentonarme a preguntar lo que podría cambiar mi vida para siempre—. ¿El tumor de Leandro... ha reaparecido?

Cuando Carlota asiente, ambas estallamos en llanto. 

No olvides que te amo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora