Capítulo 15: Capítulo Especial

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Ignacio 


Guardo mi móvil en el bolsillo por tercera vez en media hora e ignoro la conversación de mis compañeros, mirando a mí alrededor con desinterés. Es la última noche del año y yo no podría estar más aburrido. No se trata precisamente por el ambiente del la discoteca Villas, que al ser las diez de la noche, está bastante repleto de personas que aprovechan los tragos gratis que ofrecen en la barra hasta medianoche. Ni tampoco por la compañía de seis amigos que acordamos venir hasta acá, pero siento que me falta algo. O mejor dicho: alguien.

El grupo de chicas a mi lado chillan al escuchar Shout Out to my ex, de Little Mix y se levantan para ir a bailar.

—¿Vienes? —pregunta Valeri, mi ex novia. Ambos sonreímos por la ironía de la situación.

Niego con la cabeza y tomo un palillo de madera del bote en medio de la mesa para remover el líquido de mi vaso.

—¿Seguro? —insiste—. Te noto algo aburrido.

—Estoy bien. Ve con Cata y Selena, te estás esperando —apunto. Valeri se gira para contemplar a sus mejores amigas que ríen divertidas con la canción y le hacen señas para que se una a ellas en la pista de baile.

Ella se gira nuevamente hacia mí abriendo la boca para seguir instándome, pero no logra articular nada, al tiempo que mira fijamente por encima de mi hombro. Sigo la dirección de su mirada con curiosidad y entonces mi corazón se estruja.

Reconocería ese cabello rubio donde fuera.

Merody está muy cerca de la entrada del lugar, girando sobre si misma con su celular en alto, seguramente grabando un entusiasta video para Instagram.

Me quedo hipnotizado mirándola, centrado en cada uno de sus movimientos, envidiando al tipo que la abraza por la espalda y apoya el mentón sobre su hombro, sonriendo felices a la cámara.

—Se ve muy contenta con él. —dice Valeri, observando todavía la escena de una estúpida telenovela para chicas.

Una telenovela que me encantaría protagonizar junto a Merody.

—Puede que sólo esté ilusionada —digo. Bebo la mitad de mi trago de un tirón.

—No te engañes, Nacho —Valeri clava sus ojos azules en lo míos—. Desde aquí podemos percibir lo mucho que esos dos se quieren.

—¿Podrías, por favor, dejar de meterme el dedo en la herida? —le reclamo enfureciéndome de pronto.

—¿Herida? —Ella resopla una risa irónica y se aparta su largo cabello castaño de la cara—. ¿Sigues sintiendo algo por ella? Por eso cortaste lo de nosotros, ¿verdad?

Guardo un minuto de silencio.

Mi respiración se acelera mientras sus ojos azules se llenan de lágrimas que intenta no derramar. No quiero ser malo con ella, pero tengo que ser sincero.

—Sí —admito finalmente. Valeri cierra los ojos un instante, meneando la cabeza—. Creo que yo no... no dejé de quererla.

—¿Ni siquiera cuando estuvimos juntos estos meses? —inquiere, recobrando la compostura.

—No me mal entiendas, Val —me remuevo incómodo en el sofá. No creo que una discoteca llena de gente sea un lugar idóneo para discutir con tu ex pareja las razones del porqué ya no están juntos. Además, me muero por girarme y ver qué está haciendo Mer en este momento—. Eres una chica increíble, pero si hubiésemos empezado nuestra relación de otra forma, tal vez habríamos tenido mejores resultados.

—¿Tú crees? —pregunta mientras se sienta a mi lado. Asiento convencido—. Y, ¿qué tal si lo intentamos de nuevo? Yo te quiero, Nacho. De verdad.

Rasco mi nuca, nervioso.

—Mira, Val, yo...

—¡Leandro, hombre! —El grito de mi amigo Pablo, sentando a mi izquierda, me interrumpe, al igual que la pareja que se une a nuestro grupo.

Merody echa un vistazo a todos con una sonrisa, hasta que repara en que Valeri y yo estamos aquí y entonces frunce el ceño. Yo, sin embargo, estoy encantado con su presencia. El vestido verde oscuro que lleva le queda como si hubiese estado confeccionado especialmente para ella.

—¿Cómo estás, Torres? —le devuelve saludo mi rival a Pablo, sin notarme. Eso, por supuesto, no dura mucho tiempo, porque Pablo se encarga de las presentaciones.

Nuestras miradas chocan y olas de testosterona bailan a nuestro alrededor.

—¿Conoces a Ignacio, Leandro? —pregunta Diego, nuestro otro amigo. A continuación, llama a un mesonero para que le sirva unas bebidas a los recién llegados.

—De hecho, sí —respondo por él, quien toma asiento al lado de Mer. Ella también está inquieta, porque no deja de evitar el contacto visual. Decido que tengo que centrar su atención en mí, así que suelto—: Su novia (Merody) fue mi novia antes.

A pesar de que la bulla se ha incrementado en la discoteca producto del alcohol consumido por los presentes, nuestra mesa queda en total silencio. Es un silencio tenso, que acompaña a las miradas fulminantes dirigidas a mí, cortesía de Valeri, Leandro y Merody.

—Es importante resaltar el uso del verbo en pasado —interviene Mer, quien entrelaza sus dedos con Bustamante. Miro sus manos unidas deseando tener láser en los ojos—. Ahora estoy con Leandro y nos encontramos muy bien.

La mirada que intercambia entre ellos me provoca arcadas.

—Pero, ¿cómo es que nosotros no sabíamos nada de esto? —pregunta Diego perplejo. No puede conectar en su cabeza las piezas del puzle.

Como parece que nadie va a responder, decido hacerlo yo.

—Pablo, tú y yo somos amigos desde hace muy poco, es casi imposible que sepan nuestros historiales amorosos. —digo con desdén.

Aprovecho la presencia del camarero para renovar mi trago.

Catalina y Selena regresan sudorosas de su sección de baile y se sientan frente a Mer, cuchicheando sorprendidas el estar de su ex mejor amiga. Me fijo en el rostro de Valeri, que mira con disimulo a Merody.

Sé que tiene ganas de decirle algo, pero no se atreve.

Durante varios minutos vienen y van diferentes tipos de conversación en el grupo, pero yo estoy absolutamente centrado en la chica de mi vida. En Nochebuena desee con todas mis fuerzas estar con Merody Bracamonte, inclusive le hice una llamada al día siguiente y puedo decir que me humillé ante ella. Le puse en bandeja de plata mi corazón, pero no fui correspondido.

Soy absolutamente consciente de que le fallé, que rompí su corazón y lazos importantes de amistad que tenía por algo que no valió la pena. Porque sí, hace nueve meses besé a Val en su cumpleaños, pensando que un simple beso de calentura no sacudiría el mundo de nadie, pero ahora, cuando veo a Mer con alguien más, me doy cuenta cuán equivocado estaba.

A pesar de que me encantaría odiar a Leandro Bustamante por tener lo que yo quiero, no puedo hacerlo porque sé que él la hace feliz.

Cuando él acaricia su sedoso cabello dorado, logra relajarla.

Cuando él mira sus maravillosos ojos verdes, los llena de brillo.

Y cuando Leandro Bustamante besa los rosados labios de Merody Bracamonte, mi corazón se rompe, pero el ella —el corazón del amor de mi vida— late de dicha.

Y contra eso no creo poder luchar.


No olvides que te amo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora