Capítulo 3: Hermanos.

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Merody

¿Saben algo? Es muy extraño —y hasta incómodo— que la madre de tus hermanastros se llame de manera parecida a ti. Es decir, no me molestaría si fuera mi madre, pero Mileody Cruz definitivamente no lo era, y el hecho de que ambas tuviéramos nombres parecidos, siempre me ha causado un poco de malestar. 

Los días viernes siempre nos veíamos, pues, era el día en que mis hermanos gemelos —David y Darián— llegaban a casa para quedarse todo el fin de semana con papá, mi madrastra Ángela, y mi otro hermanito de tres años: Ángel.

—Merody, ¿cómo estás? —Es el saludo de ella cuando entro en la sala ése viernes. Es una mujer guapa, con curvas y cabello oscuro muy brillante y sedoso. 

Mis hermanos también eran muy guapos, puesto que eran una combinación de mi padre y su madre. Lo más guapo que se pueda estar cuando se tiene doce años, claro está. 

—Cansada. —digo poniendo con cuidado mi bolso en el mueble vacío. Allí tengo el libro de Leandro, no quiero que nada le pase. —¿Tú? —pregunto con cortesía.

—Bien. —asiente y se levanta—. Ya que llegas, te dejo con ellos. Mateo me dijo que Ángela no debe tardar mucho. —Me notifica mientras se coloca un enorme chaquetón de color beige. 

Me acuesto desparramadamente en el mueble y asiento, resignada.

—Por favor, niños, no den mucha lata y me llaman en la noche ¿está bien? —Mis hermanastros me miran de reojo, y en sus labios se estira una sonrisilla traviesa.

—Si, mamá. —responden al unísono y ruedo los ojos.

Todos sabemos que no lo harán.

Mileody se despide una vez más y cuando la puerta de la casa se cierra, el silencio reina en la estancia.

—Bien, clones, ¿qué tienen planeado hacer para este finde? —pregunto con temor fingido, incorporándome en el sofá.

—Nada —responde Darián —. La verdad es que no queríamos venir esta semana, teníamos mejores cosas que hacer en nuestra casa que aquí. —continua, con gesto enfurruñado.

—Vamos, todo sabemos que cualquier cosa es mejor que estar aquí. —Le sigue David y ambos comparten una seña de complicidad.

A decir verdad, las palabras de mis hermanastros me sorprenden bastante. No ha pasado por mi mente nunca la idea de que ellos se sintieran tan mal por venir a pasar un rato con nuestro padre y conmigo, puesto que él se esforzaba mucho por ofrecernos una buena recreación durante esos días, hecho que por lo visto, no ha sido suficiente para los gemelos.

—Pensaba que se la pasaban bien aquí, con papá, Ángela y Ángel. —digo, mirando esos lindos ojos oscuros que poseen, y que es herencia de papá —. ¿A qué vienen esas actitudes ahora? — inquiero, transmitiéndole mi confusión.

—Nos la pasamos bien contigo —dice Darián, quien siempre lleva la voz cantante—, pero no con Ángela y el mocoso. Ellos se robaron a papá.

El sonido producido por un portazo nos sobresalta a los tres y miramos en dirección a la entrada. Lo primero que puedo percibir es la expresión consternada de Ángela, lo que me indica que ha escuchado lo que Darián ha dicho. 

 Me levanto de mi lugar y me acerco a ella, ayudándola con el montón de bolsas del supermercado y el cochecito del hiperactivo Angelito.

—Ángela, hola. ¿Todo bien? —Decido hablar primero, en vista de que ella no dice nada y mira fijamente un lugar en la pared. Parpadea alejando las lágrimas y me mira. No puedo evitar sentir un apretón en el corazón.

—Si, todo bien —Miente bajo una sonrisa triste—. ¿Qué tal ustedes, listos para el fin de semana? Voy a preparar un rico pasticho de plátano. —dice, alternando la mirada entre los gemelos y yo. Voy a responder cuando David se me adelanta.

—No me gusta el plátano —dice y le lanzo una mirada de reproche—. Y además, estamos un poco cansados. Permiso. —Sin esperar la autorización, se retiran en fila hacia las escaleras. 

Doy un suspiro y me giro hacia mi madrastra.

—No sé qué les sucede, Ángela —Le digo apenada—. Hoy han venido con esa horrible actitud sin razón aparente.

—No te preocupes, Merody —Me dice, y ambas avanzamos hasta la cocina—. Las personas a veces acumulan tanto rencor, que llega un momento donde sienten que todo debe salir. Y tal vez, David y Darián sienten que ha llegado la ocasión de hacerlo. —Me dirige una mueca de melancolía, mientras acaricia el sedoso cabello de su hijo en mis brazos.

En ese instante, mis sentimientos están divididos.

En primer lugar, Ángela es sin duda una buena mujer. Desde el que ha estado con papá, me ha cuidado y tratado como una madre, y yo no tengo ningún resentimiento hacia ella, sólo un profundo agradecimiento por haber dado tanta felicidad a papá y a mí. Y por el otro lado, están mis hermanos, a quienes adoro por serlo y porque sé que muy en el fondo, son buenos niños. Por lo que esta nueva posición de aversión hacia Ángela, más que asombrada, me tiene preocupada. Todo ha estado marchando muy bien en la familia, y no quisiera que por esto se creen resquebrajaduras de ningún tipo entre nosotros.

—¿Crees que esto sea obra de Mileody? —digo luego de un rato, pasándole un muñeco de hule a mi hermanito menor y expongo mi teoría—. ¿Quizá para ella hacerse con tu lugar de compañera de papá?

—Espero que no —Me responde y da un suspiro de cansancio—. No sólo por mí, sino por el bienestar de ustedes, que es lo que a Mateo más le importa en esta vida.

Asiento y dejo a Ángel en el suelo, uniéndome a ella en la isla de mármol.

—Yo sólo quiero que sepas que cuentas con mi apoyo, pase lo que pase. —Le doy un fuerte abrazo que ella me agradece con sinceridad y decido ayudarla a picar los vegetales para la cena.

Una vida sin dramas, sería una vida irreal.  

No olvides que te amo©Where stories live. Discover now