Capítulo 8: Coqueteo

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Merody

En un parpadeo, Valeri se levanta y coge su bandolero, retirándose rápidamente.

Hasta parece que nunca hubiese estado aquí.

Resoplo y pido que el presentimiento de ella acerca de los sentimientos de Ignacio sea meramente subjetivo, porque de otra manera, estaría en un embrollo mayor al que me encuentro actualmente. Recojo mis cosas y salgo también del cafetín, dirigiéndome a mi clase de Fotografía en una nube de pensamientos.

Cuando llego al aula correspondiente, echo un vistazo a los puestos desocupados y mis preocupaciones pasan a un segundo plano cuando veo al chico sentado en la quinta mesa a mi derecha.

Decidida, me dirijo hacia él, apretando las correas de mi bolso.

—¿Cómo está el futuro fotógrafo? —saludo, apoyando los codos en su mesa para verlo de frente. 

Sus ojos como la miel me llenan de dulzura y me quedo como una boba mirándolos embelesada.

—No mejor que la futura periodista. —responde en tono coqueto y no puedo creer que me esté siguiendo el juego de ligue que yo empecé.

Eso es una buena señal, ¿no?

—Bueno, supongo entonces que puedo sentarme contigo. —Sugiero y él sonríe de esa manera que logra que uno de las extremidades de su boca se alce, llegando a ser casi una mueca.

Es condenadamente sexy.

—Ya te estás tardando. —canturrea y río divertida. 

 Es bonito y agradable volver a tener a alguien con quien tontear entre clases, aun sin ningún tipo de romanticismo entre el medio. Bueno, quizá de mi parte tal vez lo haya, pero aunque Leandro me siga la corriente, no quiere decir que sienta algo más por mí que simple una simple amistad.

Rodeo la mesa y tomo asiento en el banquito de madera a su lado. Abro la cremallera de mi bolso y extraigo de él mi libreta de apuntes, boli y su libro.

—Aquí —se lo paso—. Muchas gracias otra vez, creo que te debo una muy grande por habérmelo prestado.

—Para nada, fue sólo un favor. —dice despreocupado, sin conocer la verdadera razón tras mis sucesivos agradecimientos. Y no se lo diría.

Más allá de ayudarme a hacer una tarea, ese libro significó el comienzo de nuestra trato.

El profesor Carmelo Sánchez, que imparte la materia de Fotografía, hace su entrada al salón y las conversaciones se apagan progresivamente.

—Buenos días, jóvenes —saluda y respondemos en un murmullo—, el día de hoy haremos una actividad diferente. Nos olvidaremos de la teoría e iremos a la práctica, así que preparen sus cámaras, ya que saldremos al jardín y otros espacios de la facultad para capturar cualquier elemento que allí se encuentre y que represente una posible problemática para nuestros espacios, para posteriormente redactar un micro-artículo sobre éste. Pueden emparejarse estudiante de periodismo con de fotografía, o viceversa. Aunque esto no quiere decir que no puedan hacerlo dos estudiantes de la misma carrera. —Aclara y mueve sus manos con desdén—. Tienen libre albedrío.

Después de explicar las demás pautas, los otros estudiantes expresan su conformidad con el plan y comienzan a emparejarse. Mientras tanto, yo estoy tratando de recordar si traigo en mi casillero mi cámara, antes de sentir el brazo de Leandro rodeando mis hombros.

Me sorprendo y giro mis rostro hacia el suyo, quedando peligrosamente cerca. 

Trago y sonrío nerviosamente.

—Espero que tomes buenas fotos, Leandro. —le digo, sin poder despejar la vista de sus ojos. De cerca, son aun más bonitos y noto que tiene unas tenues pecas salpicando sus mejillas.

—Las mejores —Presume y de manera fugaz mira mis labios. Mi corazón salta de emoción—. ¿Qué tal tu pluma?

—Es buena cuando tiene una buena fuente de inspiración —admito, recobrando la compostura—. Así que me espero no me estés mintiendo con lo de las fotos.

—Tú solo espera y verás. —dice con chulería y ruedo los ojos, aunque sonrío.

—Excelente, chicos. Ya que están todos organizados, empiecen a salir con el mismo orden y en silencio, recuerden que hay clases en las otras aulas y esfuércense lo suficiente, el mejor artículo tendrá la nota completa en el 30% del semestre.

Sonrío entusiasmada y junto con Leandro, salimos del aula rumbo a hacer el mejor trabajo.

(...)

Decidimos realizar nuestro artículo sobre el deterioro de las gradas en el campo de fútbol, lo que por supuesto representa un potencial peligro para la comunidad estudiantil que lo usa casi diariamente para ser espectadores de los partidos que allí se efectúan. Como lo suponía, Leandro es bastante eficiente a la hora de capturar una imagen, y sumado al hecho de que estábamos inspirados por tener ese treinta porciento en nuestros boletines, haríamos un buen trabajo que decidimos empezar ese mismo día, aunque teníamos dos más para entregarlo. Como ambos teníamos un intermedio de una hora y media, buscamos la sombra de un árbol y nos instalamos bajo él.

Leandro se recostó en el tronco y cruzó sus tobillos, mientras miraba el horizonte y yo, a su lado, tecleaba con rapidez dejando que todas mis ideas fluyeran. En ese lugar se respiraba tanta paz que llegaba a ser absolutamente relajante.

Un sonido de clic me alertó.

—¿Qué estás...? ¡No me saques fotos! —chillo cuando lo encuentro infraganti

Me escondo con mi laptop y él suelta una gran carcajada.

—¿Por qué? No me digas que no te gustan las fotos.

—Me encantan las fotos —enfatizo aún con la laptop en alto—, pero no las mías. No soy demasiado fotogénica. —confieso con timidez.

—Tonterías —resopla—. Eres una chica muy guapa, Mer. No deberías tener ningún tipo de complejo. Ninguna chica debería tenerlo.

Lo miro fijamente, y la sinceridad de sus palabras me flecha una vez más.

—Además, cuando nos conocimos, me dijiste que te debía un foto ¿no lo recuerdas?

—Claro que sí —respondo asombrada de que se acordara de eso—, pero fuiste tan gruñón esa vez que sólo lo dije para romper el hielo.

—Bueno, no era un buen día para mí. —susurra mirando el pasto. 

—¿Por qué? —pregunto con curiosidad.

—Porque hay veces en que la vida te abofetea de una manera tan brutal, que no da tiempo de responderle y... sólo te deja con un horrible sentimiento de impotencia. —dice con una melancolía tremenda que me causa tanto temor, que no soy capaz de seguir con las preguntas.

No todavía. 

No olvides que te amo©Where stories live. Discover now