«¿De verdad?»

«Aja» Emma gimió su respuesta, confirmándola con su cabeza apoyada en la almohada, sus cabellos todavía más enredados por la parte de abajo «Es la tercera vez que te pillo poniendo esa cara. ¿Te has enfadado? ¿Ha pasado algo?»

«No, no. Está todo bien. Contigo aquí a mi lado, nada de este mundo puede hacerme enfadar»

Se movieron un poco bajo las sábanas, continuando mirándose a la cara. Regina acarició el hombro y la nuca de Emma.

«Te enfadaste» la rubia insistió

Regina señaló que no, rehuyendo su mirada por unos instantes.

«No...no es nada. Algo mío que tengo que enfrentar sola. Está todo bien» selló sus labios dos veces.

«¿Me prometes una cosa?» susurró con los labios bien próximos unos de otros «La próxima vez que te enfades por algo, me llamas que yo vengo corriendo, no necesitas decirme el motivo. Me llamas y vengo. Solo para que me repitas eso, que cuando estoy a tu lado no hay nada que te haga enfadar. Quiero verte bien, quiero verte feliz»

«Si sucediese algo, te llamo para repetirte eso y llenarte de besos»

«¡Soy yo la que te va a llenar de besos!»

Rieron juntas y continuaron amándose para alivio de Regina.

A la mañana siguiente, con catalejo náutico, Killian Jones vigilaba el apartamento de la familia de Emma desde detrás de un poste en la esquina de la calle. Mary Margaret, David y Henry bajaron primero y salieron juntos para sus respectivos compromisos. El pirata conocía la rutina de cada uno: Henry salía para la escuela, David iría a la comisaría y Mary sacaba a pasear al parque al pequeño Neal. Emma era la última en salir siempre.

Mientras se despedían, el capitán comprobó que llevaba en los bolsillos de la chaqueta las herramientas del plan que llevaría a cabo. Venía planeando una venganza desde el día en que fue quemado por el humo de Regina, y tuvo que cargar por una semana la marca de la magia de Regina en la ceja izquierda.

El hombre atravesó la calle en cuando los abuelos y el nieto salieron de su campo de visión. Entró en el edificio aprovechando la mala costumbre de los Charming de no cerrar del todo la puerta. Facilitando su plan, escuchaba a Emma deambular de un lado para otro de la sala mientras hablaba por teléfono con Regina. El hombre supo que se trataba de la alcaldesa en el momento en que Emma comenzó a susurrar su nombre muchas veces junto a declaraciones de amor, y para él no fue nada agradable escuchar aquello. Sacó de los bolsillos traseros la ampolla de cloroformo y el paño que humedeció con el líquido tóxico, no sin cierta dificultad al tener que hacerlo solo con una mano y los dientes.

La conversación finalmente terminó entre ellas y Emma tardó más de dos minutos en salir del apartamento y ser sorprendida por él detrás de la puerta.

Usó toda su fuerza para sujetarla por detrás, pegándose a ella, envolviéndola con su brazo izquierdo y apretando el paño contra la nariz y la boca de la Salvadora. Emma vio el gancho y el otro brazo de Killian rodearla pesadamente, intentó escapar usando su fuerza, pero fue en vano. Su cuerpo fue más rápido en sucumbir debido a la debilidad que el cloroformo le provocó. Se desmayó en seguida en sus brazos.

Con Emma desmayada y controlable, el hombre la arrastró deprisa al interior del apartamento, y la llevó al cuarto. Con algo de esfuerzo la echó en la cama y la desvistió por completo. Obviamente verla desnuda era su visión soñada y sus ojos claros se quedaron hipnotizados por su belleza, pero no podía perder tiempo. Buscó el móvil dentro del bolsillo de la chaqueta de la sheriff, tirada en el suelo, e hizo una llamada.

La voz de Regina atendió inmediatamente

«¿Emma?» preguntó esperando que su novia hablase. Él comenzó a gemir de forma provocadora en respuesta. Regina, al otro lado de la línea, se extrañó «¿Emma?» él emitió otro gemido, seguido de una risa ahogada.

No se necesitó mucho para que la morena apareciera en el edificio y llamara a Emma por el apartamento cuya puerta del salón encontró abierta de par en par.

«¿Emma? ¿Estás ahí?» Regina recorrió el lugar, era posible oír los altos tacones resonar en el suelo de madera «¿Emma? ¿Qué ha pasado? ¿Estás aquí? ¿Me llamaste?» la buscaba sintiendo miedo al ver que la rubia nos respondía.

En el pasillo con tres puertas, un sonido ahogado salió de una de ellas.

«¿Emma?» Regina llamó de nuevo. Empujó el picaporte y sus ojos vieron en primer lugar las piezas de ropa desperdigadas por el suelo alrededor de los pies de la cama.

Encima de la cama, Hook y la sheriff parecían compartir una caricia constante por debajo de una fina sábana. Él acariciaba la blanca espalda de la Salvadora mientras ella parecía dormida sobre su pecho, donde reposaba su cara y una mano.

Killian había armado la escena perfecta.

La Reina se estremeció, su boca se secó y sus ojos estaban más abiertos que la puerta del apartamento.

«¡No! ¡No!» dijo horrorizada ante lo que acababa de presenciar.


STARTING TO FIND THE LASTING LOVEWhere stories live. Discover now