Capítulo 7

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Un minuto, dos. Al tercero dijeron lo mismo

«Pienso que...»

Se callaron al mismo tiempo para después volver a hablar juntas

«Siento...»

Regina tomó aire después de poner los ojos en blanco, y dijo

«Di lo que tengas que decir y me marcho»

«Regina...» Emma parecía afligida «disculpa por decir tu nombre, sé que odias oírlo de mi boca. No sabía que estabas aquí, pero ya que te he encontrado, me gustaría pedirte perdón» señaló con un dedo de su mano derecha el lado de la cara de Regina donde la había golpeado «por eso...no tuve elección, me obligaste a hacerlo»

«¿Solo eso?» preguntó Regina muy tranquila.

«Sí»

Regina movió la cabeza, dudó antes de hablar, bajó sus ojos con humildad como nunca antes había hecho.

«¿Sabes, Emma? Nunca supe lidiar con las derrotas. Tengo que admitir que me equivoqué, solo que no lo consigo.

«No tienes que hacerlo»

«Sí, debo hacerlo» la morena habló poco, pero firme» No vale la pena querer ser lo que fui después de todo lo que hemos pasado. Desde que salvamos a Henry, me vengo preguntando hasta cuándo conseguiría mantener mi indiferencia hacia ustedes. Ustedes sois parte de Henry, sois su familia. Lo crie durante años temiendo que algo me robase lo mejor que él me daba, el placer de ser su madre»

«No has perdido su cariño»

«Lo sé, pero tengo que compartirlo contigo que de repente te convertiste en mi rutina. No pasa un día en que no pronuncie tu nombre»

«Lo mismo digo»

Emma, en ese momento, bajó la cabeza. Las manos fueron a parar en los bolsillos de los ajustados vaqueros.

«Es más que obvio que él te prefiere a ti antes que a mí. Yo solo lo aprisionó en esa casa, y ese pensamiento me pasó por la mente aquella noche, no Robin. Me encerré en el despacho y percibí que estábamos peleando por su atención, Robin...él fue un detalle que sucedió y que, pensándolo mucho, reconozco que no era para mí, por mi culpa Marian había muerto, le había quitado la vida una vez, ahora que ha vuelto, no puedo culpar a nadie, quizás sea lo mejor para él. Dentro de poco, no voy a fastidiar a nadie más, voy a dejar de ser la alcaldesa de Storybrooke, estaréis libres de mí»

«Regina, te entiendo, porque yo tampoco soy la Emma que cortó tu manzano, la Emma que se convirtió en sheriff, la Emma que todos llaman la salvadora, ¡cielos!, no me siento una salvadora. Me gustaría dar marcha atrás y ver dónde me faltó algo y entonces...» tragó en seco y levantó su rostro hacia Regina «entonces me encuentro contigo, todas las veces»

Se miraron y asintieron

«Quieres decir que nos parecemos»

«Sí, nos parecemos y mucho»

La niebla de la madrugada comenzaba a flotar sobre los pies de ambas. El cementerio tenía el típico ambiente sombrío, algunas farolas iluminaban el sitio donde ambas estaban y centenares de otras tumbas grandiosas de personas bien conocidas o no tan conocidas.

«Aquella noche, casi te convierto en insecto, solo para pisarte» dijo Regina con una sonrisa infantil.

«Tuve miedo de convertirme en polvo después de la bofetada» dijo Swan bromeando

«Podrías haber usado lo que te enseñé»

«Todavía pienso que la bofetada hizo más efecto»

Las dos sonrieron, principalmente Regina que la miraba de una forma más dulce.

«Está bien tener una rival como tú, Swan. Si no fuera por estas cosas, ¿qué sería de nosotras, dime?»

«Henry siempre ha deseado que fuésemos amigas» respondió Emma

Regina pareció reflexionar

«¿Piensas que eso sea posible, Emma?»

«Creo que sí»

La Reina observó a Swan, preguntándose a sí misma si habría una oportunidad para arreglar todo. En esos pocos segundos, entretenida por el cúmulo de historias que cambió en un día, se avergonzó al sentir que no sería capaz de recomenzar sola en ese lugar. No tenía apoyo de nadie, solo de Henry, e incluso así, todavía se sentía en desventaja con respecto a Emma.

La respiración se hizo profunda, una de sus manos limpió un amago de lágrima que casi corrió por su mejilla, la morena intentó pasar por delante de Emma Swan, que la agarró por los hombros.

«¿Regina? ¿Terminamos aquí?» la salvadora percibió angustia en las profundidades de esa mirada.

«Ni siquiera hemos comenzado» dijo ella en voz baja «Olvidas Emma, los villanos no pueden tener finales felices»

Emma acercó su rostro al de ella, la claridad limitada de las farolas esculpía sombras sobre la tez pálida y le remarcaba aún más su belleza, pero la reina ya no poseía esa expresión de orgullo. En ese momento, Swan se llenó de valor y dijo lo que primero que le pasó por la cabeza.

«¿Y si la salvadora salvase a la villana?» los labios de la rubia temblaban de recelo, la voz era casi un balbuceo «Yo podría ser tu final feliz»

La alcaldesa torció el gesto, no de forma negativa, fue como si de repente un escalofrío le recorriera la espina dorsal. Emma exhaló el aire helado, mientras la boca entre abierta se resecaba, Regina, delante de ella, bajó los párpados, dejando a Emma afligida.

«Tengo que irme» dijo la morena «Déjame marchar, por favor»

«No sin antes saber...»

Regina se soltó de las manos de Emma, saliendo disparada por el césped con cierta dificultad debido a los altos tacones de las botas que llevaba. La rubia corrió tras ella, alcanzándola y girándola, la agarró de los hombros como la vez anterior. Ya estaban fuera del cementerio, en un espacio repleto de árboles y de una oscuridad que apenas la luna llena en el cielo conseguía reducir.

«¡No huyas de mí, no ahora!» casi escupió las palabras, luchando para recuperar el aliento que la niebla le había robado «Yo no sé lo que me está pasando, pero algo está sucediendo, por favor, no huyas»

«No te entiendo, Emma. ¿Qué quieres de mí?» Regina se revolvió hasta darse cuenta de que no saldría de allí hasta que Emma no quisiese.

Cuando la rubia finalmente se recobró de su fatiga, sus manos se separaron de los hombros de la alcaldesa para tocar sus mejillas y posicionarlas en esa suavidad, Swan se inclinó hacia delante encontrando la boca de Regina con la suya, que debido a la oscuridad no vio lo que pasaba, al segundo siguiente los labios intercambiaron una caricia tierna y lenta, las lenguas se encontraron mientras que los rostros se ladeaban hacia lados opuestos en perfecto complemento con el beso que se hizo más intenso. Emma descendió las manos por la nuca de Regina, hundiendo las uñas en ese lugar para prolongar el cálido intercambio de salivas, el sabor a cera del lápiz de labios de Regina junto al aliento mentolado de Emma.

Swan presionó sus pechos contra los de ella y cuando cogió el labio inferior de la morena entre sus dientes, sintió su estómago arder y en una fracción de segundo se vio lanzada contra un árbol, a tres metros de distancia. El destello proveniente de las manos de Regina cesó, estaba temblando, había usado magia muy potente contra Emma. Sus temblorosas piernas y su aturdido cuerpo estaban en igualdad de condiciones que su cabeza que se dividía en dos pensamientos: por qué el beso y por qué Emma no se levantaba.

La mujer corrió en dirección a Emma, desmayada, como si estuviese encajada en el tronco del árbol. Estaba desfallecida cuando Regina la cogió en brazos y la llamó por su nombre

«¿Emma? ¿Emma?» su mano golpeaba el rostro de la salvadora, en busca de alguna reacción «¡Emma, habla conmigo!» exclamó Regina, y en ese momento se arrepintió más que nunca.


STARTING TO FIND THE LASTING LOVEWhere stories live. Discover now