Capítulo 9

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Regina se pasó largos segundos mirándola, le costaba creer que aquella sentada a su lado en el coche era Emma, pero la mirada de vacilación hacia Emma era el resultado de la vergüenza que estaba sintiendo por haberla lanzado contra un árbol tres noches atrás.

«¿Có...cómo has salido del hospital?» preguntó reluctante

«Me escapé, mi madre me ayudó, sé que no debía hacerlo, pero necesitaba hablar contigo. Regina, solo escúchame»

Emma hablaba de corrido, Regina todavía estaba tensa, casi encajada en la puerta del conductor. Era posible ver cómo los ojos verdes de Swan brillaban, con una emoción inmensurable, Regina tendría que ceder ante las dudas de Emma. A los pocos minutos, volvió a sentarse en una posición normal, se cerró la chaqueta negra y miraba a Swan cada cierto tiempo.

«¿Qué quieres? Dilo»

Swan respiró hondo, lo necesitaba

«No te vayas, no salgas de la ciudad»

Regina miró a la salvadora inmediatamente. Su expresión no era muy agradable.

«¿Quién te dijo eso?»

«Tú lo dijiste, por lo menos creo que lo dijiste, con otras palabras, pero lo dijiste»

«No sé de lo que estás hablando»

«Sí lo sabes, Regina. No te vayas, ahora no, no después de...» Emma se calló por dos segundos «...después de lo que he descubierto, pero antes que nada, piensa en Henry»

Regina se rio con guasa

«¿Quieres obligarme a que me quede por Henry? Le estaría haciendo un favor si me fuese, sal de mi coche»

«Regina, entiende, no puedes marcharte ahora así, piensa en cómo se sentiría si despareces»

«No desaparecería, le mandaría una carta, ya tengo todo listo...y a ti nada te incumbe, debes dejar de molestarme»

«¿Es por mi culpa?» Emma intentó tocarla, Regina se encogió como si el toque de Emma la hiciera sentir náuseas

«Vete, o te hago dormir el tiempo suficiente para marcharme de verdad muy lejos y nunca más ver tu cara»

La salvadora dijo que no con la cabeza que le comenzó a latir de dolor.

«Sé que lo dices de boca para afuera, no me vas a hacer nada, no te vas a marchar, estás mintiendo Regina»

«Cierra la boca»

«¡No!» la rubia jadeó, abriendo y cerrando los ojos «Tú...tú...» se esforzó en continuar. Regina le tocó la cabeza y el cuello.

«¡Estás ardiendo! Es mejor que vuelvas al hospital antes de que te mueras en mi coche» el motor del coche arrancó, y Mills comenzó a mover el volante.

«Estoy bien, no cambies de tema, Regina» balbuceó Emma «No me lleves de vuelta para el hospital...» Emma agarró el brazo de la alcaldesa que casi perdió el control del coche.

«¡Emma!» la morena gritó y empujó a la rubia «¡Emma, para!» se vio obligada a frenar bruscamente. La mirada que Regina dio a Emma estaba cargada de pánico «¿Viste lo que me has obligado a hacer, Swan? ¡Sal ahora de mi coche!» gritó por segunda vez. A su lado, la rubia, que parecía cansada y con grandes ojeras, intentaría su última oportunidad.

«¡Perdón! Perdón, Regina...» la visión se le oscureció «Creo que debes sacarme de aquí...» Regina tuvo una extraña idea a su parecer, tenía que salvarla de las sensaciones del hechizo, los dolores, el cansancio y los delirios. Pensó en llamar a Mary Margaret y David, o a Henry, sin embargo ninguno de ellos resolvería lo que ella misma había provocado. En su interior, nuevamente una sensación de culpa, pero era una más de las tantas con las que cargaba.

Minutos más tarde, Emma veía las luces desenfocadas a través del cristal de las ventanas del coche de Regina, que circulaba por las calles que la rubia no podía discernir a causa del entumecimiento. Su visión se apagó por varios minutos y cuando recobró algo de sentido, estaba siendo llevada por Regina a través de las escaleras de la mansión, era agarrada firmemente por uno de sus brazos y por la cintura y estaba siendo conducida hacia algún lugar de la casa.

Cuando acostó el cuerpo de Emma en la cama, Regina le quitó los zapatos y la chaqueta que Swan llevaba, todo con extremo cuidado, mientras la rubia decía cosas inconexas, tal vez solo significaban algo para ella misma, y por eso la alcaldesa poca atención le dio, hasta que oyó "Regina, te necesito" de los labios temblorosos de Emma. Se sentó al lado del cuerpo de la rubia.

«Regina...perdóname...yo no quería»

«Shh...quieta» la Reina levantó una mano, llevándola hacia la cabeza de Emma, un cálido brillo relucía, envolviendo el cuerpo de Emma a medida que las palabras mágicas eran pronunciadas entre susurros.

«Regina...» dijo tras un tiempo, era como si hubiese dormido horas «¿por qué me has traído aquí?»

«Calla, Emma, era el único modo de detener tus delirios»

«No estoy delirando» dijo la rubia con la boca seca, había recuperado el color rosado de los labios, la visión y la energía, aunque poca. Vio dónde estaba y se sorprendió.

«Te estoy haciendo un favor, así que déjame terminar»

«Ya estoy bien, Regina»

Regina Mills se detuvo parta mirar a la mujer echada a su lado, respiró pesadamente como si se lamentase. Swan pareció afligida, se sentó en la cama.

«¿Por qué me atacaste aquella noche, Regina?»

«Odio tener que decir esto, pero...dis...diculpa, no era mi intención» la morena cerró los ojos para decir eso

«¿Qué hice mal?»

La alcaldesa buscó una paciencia que no tenía

«Me asustaste»

«¿Te asusté? Aquello fue un beso, solo un beso» Emma prácticamente estaba susurrando

«Estás fuera de ti» Mills buscaba las palabras precisas «dormiste a mi lado una noche, me golpeaste la cara en otro momento, y me besaste» miró a Emma a los ojos «Me quieres dejar como tú, y yo no soy como tú, Emma Swan» Regina pareció conmocionada, Emma le rozó una de las manos.

«Todo eso tiene un motivo...por eso corrí detrás de ti ahora, tengo que decirte muchas cosas, pero hay una que no puede esperar, y es por eso que no te puedes marchar de aquí, porque te amo, Regina, te amo y estoy loca por ti»

La alcaldesa sacudió la cabeza como si hubiese recibido un balazo, una de las manos subió hasta su cabeza, y descendió para tapar sus ojos y después sus labios, mientras hacía una señal negativa con la cabeza.

«No es posible, Emma» dijo con voz ahogada por la mano que tenía en su boca

«Perdóname. Perdóname por esto, es que duele tanto» Swan comenzaba a derramar las primeras lágrimas.

«Estás loca, loca...» Regina intentó levantarse bruscamente, pero los brazos de Emma se lo impidieron. La rubia la atrajo hacia ella, los ojos lagrimeaban. Rápidamente le tocó las mejillas maquilladas y le dijo muy cerca de sus labios rojos

«El beso, respondiste, te gustó, lo sentí...no me lo niegues, porque duele mucho cuando te siento distante de mí, por favor, déjame salvarte, es lo único que deseo...» la angustia, casi aflicción en la forma en que Emma pronunciaba esas palabras se volvió un alivio enorme cuando su boca se pegó a la de ella y comenzó el beso más hambriento en la vida de ambas. Se tocaron sus rostros, las manos de Emma descendieron por la nuca de Regina, abriéndole el cuello de la blusa de satén blanco y los botones, nada complicados, que se rompieron. El calor de la boca de Emma bajó por el cuello perfumado de la Reina Malvada, finalmente cediendo al incontrolable estremecimiento que sintió al instante. Su blusa se deslizó por los hombros, dejando al descubierto su pecho cubierto por un sujetador color perla, ella jadeó. Los párpados, cerrados, temblaban, se sentía perdida, pero al mismo tiempo hundida en un deseo innegable.

«Emma...» decía la morena con un hilo de voz « ...no...no...» Pero Swan solo volvería hablar cuando empujó el cuerpo de la alcaldesa y se encajó encima de ella. Los rostros y los labios se encontraron muy próximos, y Emma con voz ronca habló

«Sí, Regina...¡sí!»


STARTING TO FIND THE LASTING LOVEWhere stories live. Discover now