«¿No ves que vas a jugar con sus sentimientos?»

«¿De qué estás hablando?»

Henry se giró y miró a su madre rubia seriamente. Esa vez su voz flaqueó al hablar de Regina

«Ella es muy sensible. No intentes arreglar las cosas de esa manera»

«Quieres decir que...» Emma mantuvo la boca entre abierta, observó a su hijo, y por su mente no dejaban de pasar las palabras dichas por el muchacho

«Si la haces sufrir, ella no lo va a soportar»

La sheriff caminó hasta el muchacho, saliendo de detrás de la columna de madera que separaba la cama de matrimonio del resto de la casa.

«Sé cuánto quieres a Regina y que sois amigos. Jamás haría nada para herirla. Henry, la amo con todo mi corazón. ¿Crees que una persona que ama de verdad hace eso? ¿Herir?»

«Pensé que querías arreglar lo que le hiciste de esa manera»

Emma movió negativamente la cabeza

«¿Si luché para convencerla de que había cometido un error y que sentía haberla herido antes, por qué lo haría de nuevo?»

Hizo la pregunta conscientemente. Henry ni respondió ni se manifestó, le tocaba a él reflexionar sobre las preguntas de Emma el resto del día.

Emma regresó a su lugar de trabajo después de acabarse su tiempo para el almuerzo, pero ya más tarde no regresó a casa con el padre, prefirió ir hasta la mansión de Regina para aclarar lo que ya estaba haciendo a Regina morderse las uñas.

«Entonces, ¿es eso lo que piensa?» se sorprendió Regina después de escuchar el resumen de la conversación mantenida entre Henry y Emma.

Estaban abrazadas, echadas en el enorme sofá de la sala de estar de la enorme casa. Regina reposaba su espalda sobre el torso de Emma, los brazos de Emma rodeaban el cuerpo de la Reina, mientras que esta los aseguraba con los suyos por delante.

«Piensa que te estoy usando»

«¡Pobrecito!» dijo Regina con pena por Henry. Apoyó la cabeza en los pechos de la Salvadora, escuchando el corazón de la rubia latir fuertemente y eso le provocó un pinchazo en el estómago, sonrió sin que la rubia la viese «Se preocupa por mí, ahora eso es evidente»

«Te quiere, Regina. Es tu hijo. Pero creo que todavía no ha entendido hasta qué punto tú y yo estamos juntas»

«¿Tú crees? ¿Después de todo lo que le has contado?»

«Lo dejé pensando sobre eso»

«Lo necesitamos, Emma»

«Sí, en primer lugar»

Regina intentó mirarla por encima del hombro

«¿Y qué en segundo lugar?»

Swan respiró hondo y sonrió graciosamente

«Yo necesitándote a ti»

La morena sonrió, rozó un lado de su cara con las ropas de Emma y suspiró para luego apretarse en los brazos de su compañera.

«Me gusta escuchar ese tipo de cosas»

«¡No me digas!»

«Sí, me gusta. ¿Sabes cómo me siento?»

«No sé» Emma colocó algunos mechos de cabellos oscuros detrás de la oreja de la alcaldesa.

«Como una adolescente que acaba de descubrir el amor, las ganas de estar cerca, el sabor de un beso. Como me sentí hace mucho tiempo atrás» en ese momento Regina se acordó de Daniel.

Emma se dio cuenta del silencio que se estableció por un momento entre ellas, y respetó ese momento antes de intentar consolarla

«A veces las cosas pasan porque necesitamos algo todavía mayor. Quiero creer que conmigo ha sido así y contigo también»

«Es una pena que el tiempo pase y que se lleve todo lo que un día creímos eterno»

«¿Ya pensaste en cómo sería todo si hubieses aprendido a detener el tiempo en aquella época?»

Regina se colocó de forma más cómoda en los brazos de Emma y reflexionó sobre la pregunta, era algo en lo que nunca había pensado.

«No. Nunca»

«¿Sabes por qué nunca pensaste en ello? Porque si hubieses detenido el tiempo antes, jamás hubieras tenido a Henry, y jamás me hubieras conocido»

Sonrió de nuevo sin enseñar los dientes.

«Es verdad»

«Confieso que me gustaría mucho que el tiempo se parase en este momento, pero no por una maldición. Querría que se parase porque podríamos quedarnos para siempre de este modo. Nuestro amor sería eterno»

«No necesitamos que el tiempo se detenga para amarnos para siempre» Regina cogió una de las manos de Emma y entrelazó sus dedos a los suyos.

Se dio la vuelta para encajar su cuerpo en ese espacio que tenían en el sofá. Ahora estaban de frente y Regina enlazaba a Emma en un apretado abrazo. Buscó los labios de la rubia que la agarró por las mejillas para recibir esa caricia.

Comenzaron a mover sus lenguas con deseo, pero aquello no duró más de un minuto. El teléfono de la casa comenzó a sonar.

Regina cesó el beso para separarse y coger el aparato que estaba al lado, en una pequeña mesa de cristal, bajo las protestas de Emma

«No, no, no, deja...no...»

«Puede ser importante, Emma» la morena lo cogió entre risas y atendió «¿Diga?» contestó, nadie dijo nada al otro lado de la línea «diga, diga» Regina insistió «¿Hola? ¿Hay alguien? ¿Diga?»

Ella colgó. Miró para el aparato inalámbrico y frunció el ceño.

Emma preguntó en voz baja

«¿Se cortó?»

«No, había alguien al otro lado» respondió Regina «oí ruido de fondo, un murmullo»

«¿Quién será?»

«No sé. Pero con seguridad alguien a quien le gusta gastar bromas. Ya es la segunda vez esta semana»

Emma la miró, hizo una mueca. Le quitó el teléfono de las manos y la empujó sobre ella. Sonrieron y volvieron a las caricias de antes, ahora más intensas.

En algún lugar de la ciudad, Hook agarraba con la única mano que tenía un teléfono público. Sus ojos azules miraban los números garabateados en un trozo de papel, aquel número era el de la alcaldesa, quizás marcaría una vez más para convencerse.


STARTING TO FIND THE LASTING LOVEWhere stories live. Discover now