El asedio

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Con el alba teñido de rojo llegó una nave otomana, empujada por vientos de muerte hasta una costa enmudecida.
Con gran oficio desembarcó un pequeño ejército de corsarios árabes, que ultrajó las vírgenes arenas de aquella isla mediterránea que no les pertenecía.
Su capitán al frente, dirigió la misión, y en pocos minutos alcanzaron con sigilo un desprevenido predio costero que todavía se estaba desperezando.
Los campesinos que habían madrugado recibieron el frío acero de las espadas atravesando sus carnes, como injusto pago por sus esfuerzos.
En solo unos instantes, un reguero de miedo y aniquilación envolvió la escena. Los hombres fueron brutalmente decapitados, las mujeres capturadas bajo la lasciva mirada de los piratas y los niños sollozaban desconsoladamente.

Todo el trabajo y esfuerzo de una vida quedaba truncado en un suspiro. Una complaciente sonrisa acompañaba la sanguinaria mirada del capitán. Para él este no era mas que uno más de los numerosos asedios, que formaban parte de su campaña por aquellas preciosas islas de aguas transparentes. Un objetivo asequible y lucrativo.
Los mansos campesinos eran un oponente muy fácil, para aquellos piratas curtidos en mil batallas.
Y a pesar de que aquellos lugareños no poseían ni joyas ni alhajas, estaban bien provistos de ganado, provisiones, y lo más importante: mujeres robustas para satisfacerles. Los hombres no eran un buen partido, ya que desde hacía tiempo, había un excedente de esclavos blancos; por eso los mataban.

Con la misión cumplida y el botín en su poder, los terribles berberiscos estaban a punto de batirse en retirada, cuando el capitán ordenó esperar... Entonces, amenazó con el filo de su espada a un muchacho inmovilizado por el miedo, al que le habían perdonado la vida, y le preguntó con un malvado acento extranjero: ¿De quién es aquella casa en lo alto de aquel monte? A lo que el muchacho contestó balbuceante: Madre no nos deja ir, es lugar prohibido...
Y con mueca de burla en sus labios, el jefe de los invasores sesgó la vida del niño infiel de una estocada, que cayó desplomado sobre la húmeda hierba bañada por el rocío de la mañana.
A pesar del consejo de su teniente, de abandonar la costa antes de que los soldados de la aldea avistaran las llamas y acudieran, el ambicioso capitán ordenó asaltar la casa en el alto.
Al menos una docena de experimentados hombres rodearon en poco tiempo el nuevo objetivo. Lo que desde la distancia parecía un prometedor saqueo, de cerca se presentó como un estéril asalto... Las inmediaciones del dominio parecían un campamento arrasado tras una batalla; estaba todo marchito y por doquier se esparcían huesos de animales, e incluso se diría que algunos parecían humanos. La suciedad y el desorden reinaban.
No había ganado, ni animales vivos de ningún tipo, solo abundantes cráneos semienterrados. Una fina niebla se resistía a abandonar el lugar.

La casa parecía encontrarse en mejor estado, a pesar de tener la carpintería bastante dañada.
Por las manchas en las blancas y gruesas paredes de la rústica casa, daba la impresión de que animales habían retozado en las paredes.
La vivienda estaba tapiada; puertas y ventanas estaban perfectamente selladas. Seguramente los habitantes se habían escondido en su interior al presenciar el ataque en el predio vecino, pensó el capitán otomano con una mirada depredadora en su rostro modelado por antiguas cicatrices.

No era la primera vez que unos campesinos se protegían tras gruesos muros, con la esperanza de disuadir por agotamiento a los impacientes invasores piratas, que por lo general actuaban siempre bajo la premisa de arramblar con todo rápidamente, antes de la llegada de los soldados.

Pero esta vez  no se iban a librar, pensó el jefe morisco, al tiempo que ordenó tomar la casa.
Con inusitada violencia los desalmados esbirros profanaron a patadas la entrada de la vivienda, y penetraron en el interior, dejando paso a la luz del sol, por primer a vez desde hacía mucho tiempo. Dentro les recibió un escenario perturbador, de sucias estancias sin apenas muebles, donde un aire lastrado ahogaba la respiración; y donde emanaba un insoportable hedor corrompido, que lo impregnaba todo.

De repente, en medio de un silencio sepulcral, se produjo un ruido que alertó a los asaltantes, que con la nariz cubierta para soportar el olor, le siguieron el rastro hasta un gran sótano abovedado, donde había una bodega.
Aquel lugar era un reino de sombras, al que a duras penas llegaba algún tibio rayo de sol.
Entonces, el capitán de los corsarios llegó allí, maldiciendo que no había nada de valor en aquel inmundo lugar. Las personas que vivan en un morada así no pueden ser mejor que las ratas, dijo dirigiéndose hacia algo que había visto, al mismo tiempo que desenvainaba su espada.

Camuflada en la oscuridad que envolvía los barriles, una sutil figura de frágil niña con ojos de gato se agazapó. Y cuando el capitán se acercó empuñando la espada, ésta huyó hacía el fondo de la sala subterránea donde se reunió con un grupo de ojos como los suyos que brillaban en la oscuridad.

Los corsarios que todavía permanecían arriba, escucharon de repente unos espeluznantes gritos y ruidos, durante casi un minuto, provenientes del sótano.

Cuando bajaron se les heló la sangre, ante una escena terroríficamente grotesca. Los cuerpos desmembrados de sus compañeros piratas estaban desperdigados por el suelo.
Y alimentándose de sus miembros estaban una familia de dos niños y dos adultos con aspecto de bestias, descalzos y vestidos con arapos. Su piel blanca como la leche rompía con el espeso rojo de la sangre que lo inundaba todo. Y sus bocas repletas de carne masticaban con extrema voracidad. Tenían uñas como cuchillos y unas largas greñas de pelo mugriento.

Sólo aquellas cuatro paredes fueron testigo de los terribles e inimaginables  acontecimientos que sucedieron después...

Y no pasó mucho tiempo, hasta que otra nave llegó a la misma costa bañada de muerte. Donde otro capitán pirata observaba con deseo aquellos predios costeros que se presentaban como un blanco fácil...

CANAPÉS DE MUERTE (Microrrelatos de Terror)Where stories live. Discover now