Compañía nocturna

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En una noche de verano, un mar de espejo atrapaba la imagen de una nítida luna. Y en lo alto de un acantilado, la oscura silueta de un hombre sobre una torre, apuntaba su mirada hacia las estrellas.

Era la primera noche de Damian en la antigua atalaya costera, transformada en lujosa vivienda en los años 70; que acababa de heredar de su adinerado tío carnal. Una exclusiva propiedad que disfrutaba de privilegiadas vistas del océano, que se fundían con la lámina de agua de una majestuosa piscina desbordante.

Habían pasado muchos años desde la muerte de su querida esposa, pero todavía sentía un vacío irreparable en su corazón. Un vacío que ningún otro amor había podido llenar.

Damian iba por su tercera copa observando el firmamento, cuando apareció una misteriosa figura entre las proyectadas sombras de los muros de piedra. Vestida con túnica y capa, bajo la que se adivinaba un delicado cuerpo femenino.

Damian se asustó en primera instancia por la inesperada presencia, pero empujado por el arrojo que da el alcohol le preguntó quién era...

La mujer se acercó suavemente, intentando no asustarle, para en la distancia corta, deslumbrarle con su bello rostro, armado con unos grandes ojos oscuros maquiavélicos, y párpados semicerrados que infundían una mirada de placer obsceno. Su pelo era negro, largo y lacio, con el que escondía una malévola sonrisa burlona, rematada por una peca negra sobre su mejilla que le daba un aire de otra época.

Con una voz cautivadora, ella le dijo que aquella morada era su guarida y que estaba allí con el único fin de dar placer a su Señor cada noche.

A pesar de su estado ebrio, Damian no tardó en darse cuenta de que ahora "él" era el afortunado Señor.

Sin mediar más palabras, la joven dejó caer su túnica para desvelar un hechizante cuerpo desnudo adornado con tatuajes y sin rastro de vello.

Damian fue incapaz de abstenerse y sucumbió sin oponer resistencia ante semejante manjar...

Las expertas caricias de aquella lasciva criatura de las sombras, alimentaron por primera vez desde hacía mucho tiempo, el hambriento cuerpo del nuevo Señor.

Tras varias horas de festín carnal, la diablesa abandonó el lecho para cubrir de nuevo su pecaminoso cuerpo.

Damian preso del embrujo de su nueva sirvienta, le agarró el brazo para impedir que partiera, pero ella le consoló diciendo que volvería la próxima noche a partir de las doce...

Sobra decir, que desde aquel momento no hubo espacio para otro pensamiento en la mente de Damian, que no fuera aquella inquietante diabla.

Llegaron las 12, y con la hora se manifestó la irresistible visitante, que con endemoniadas artes cautivó de nuevo el alma y el cuerpo de su Señor...


Pasaron las semanas, y noche tras noche, a partir de las doce, aquella diablesa emergía de entre las tinieblas para devorar la voluntad de su señor, colmándole de placer infinito... Hasta que después de una noche especialmente sabrosa, al llegar el alba, la amante le dijo a su señor que a partir de aquel momento ya no volvería a verla, y sin decir más  abandonó la alcoba para desaparecer entre la neblina de la mañana...


Las siguientes noches fueron un insoportable tormento para Damian, que sentía un indescriptible dolor en sus entrañas, que se agudizaba a partir de la media noche. De forma cruel le habían arrebatado el sustento que alimentaba su desatado deseo y el único motivo de su existencia...

Y poco después, en una noche de terrible tormenta, con una luna teñida de sangre como único testigo, la extrema desesperación de Damian desembocó en un pensamiento suicida; que le arrastró hasta el risco del acantilado, dispuesto a lanzarse al vacío para sesgar su propia vida...

Pero en el momento que la tragedia estaba servida, la seductora visitante apareció de nuevo entre tinieblas. Damian dio gracias al cielo llorando, y de rodillas bajo la lluvia, se aferró a las piernas de aquella criatura, que ejercía un dominio absoluto sobre él.

Entonces ella le dijo: "No llores mi Señor, en tu mano está verme cada noche si de verdad lo deseas; solo una cosa tienes que hacer, servirme un cuerpo humano joven con cada nueva luna y siempre seré tuya..."

Tras aquella noche, pasaron los meses y los años, y los vecinos de la zona murmuraron sobre el propietario de tan emblemática casa, que según decían sufría la misma enfermedad que su tío fallecido; una extraña dolencia que les obligaba a recluirse entre las paredes de aquella torre.

Pero otros asuntos más importantes, como el continuo goteo de desapariciones de jóvenes y niños que asolaba la provincia, preocupaban mucho más, a los desdichados habitantes de aquel maldito lugar...

CANAPÉS DE MUERTE (Microrrelatos de Terror)Where stories live. Discover now