69. Es un cobarde

6.3K 517 37
                                    

Estaciono el coche en frente de la casa que creo que es de Cely y bajo a tocar el timbre.

Nadie responde, así que vuelvo a tocar. Pasa un rato largo y me abre un morocho de cabello largo, tiene uno o dos piercing y viste desaliñado. Parece un maleante, pero yo no juzgo a nadie por su aspecto. Además, estoy buscando a la chica.

—¿Aquí vive Cely? —pregunto confundido.

Rueda los ojos.

—Sí, pero no está —intenta cerrar la puerta pero pongo el pie —. Disculpa, pero estoy ocupado —exclama molesto.

—¿No sabes dónde la puedo encontrar? Hay mucha gente preocupada por ella.

—No, ni me interesa —bufa —. Aparta, quiero seguir durmiendo —aclara.

—¡¡Joseph!! —oigo una voz y es obvio que es la de ella.

El chico me mintió.

—¿No dijiste que...

—Estamos ocupados —me interrumpe y luego sonríe —no sé si me entiendes.

Este chico no me convence, quizás sea una locura pero... hago fuerza y paso sin su permiso. Ahora, estoy en frente de él y admitámoslo soy alto, le llevo una cabeza, creo que lo acobarde.

—¡¡Joseph!! —vuelvo a oír pero esta vez sé desde dónde viene la voz, parece que es la puerta del baño.

—¿La encerraste? —exclamo comenzando a enojarme. Él no responde y lo agarro se su remera —¡¿La encerraste?! —repito más furioso.

—Oye cálmate ¡No sé dónde está la llave! —exclama alarmado, obviamente mintiendo.

Su excusa es tan patética.

Lo empujo contra la pared.

—Ábrele ahora —pronuncio más irritado.

—¡Puf! Yo me largo —logra zafarse y se va corriendo de la casa.

Cobarde.

—¡¡Joseph!! —la oigo otra vez —ábreme por favor... —está llorando —haré lo que quieras, pero no me dejes aquí... por favor...

Miro a un lado y otro ¿Dónde puede estar la llave? Observo el suelo. La tiró al piso, ese desgraciado. La agarro y voy hasta la puerta. Abro y veo cómo se levanta del suelo ¿Hace cuanto que la tenía encerrada? Sus ojos humedecidos se expanden en grande cuando me ve.

—¿Ian?

—¿Estás bien? —pregunto preocupado y me le acerco —¿Te hizo daño?

Niega con la cabeza.

—No, sólo me encerro —se refriega los ojos —pe... pero jamás pensé que... —sus lágrimas siguen cayendo.

Toco su mejilla con mis dedos y la acaricio.

—Ya está, ya pasó.

—Ian, gracias, no tenías por qué venir —sus mejillas se tornan rojizas y baja la vista —sigo siendo una desconocida y tú...

Le levanto la cara y me acerco a sus labios.

—No sé por qué, pero para mí no eres ninguna desconocida, ni tampoco sé si esto está bien o no.

—¿El qué? —ya no puede evitar mirarme.

—Esto —uno sus labios con los míos y me corresponde. La beso sin importarme nada y la sensación se intensifica.

Esto es mágico.

Papi ¿Jugamos? (R#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora