14. Malos sueños

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Logro convencer a Celeste de que se quede, no iba a dejarla en la calle. Miro la hora, ya es muy tarde, mi maldito insomnio no me deja ir a descansar, así que le dije a ella que podía dormir en mi habitación junto con Félix. Mi hijo salto para todos lados de alegría y se puso a cantar por ir a mi cama. Debí a ver vendido esta casa, cuando Anastasia murió, pero el peque, me hizo el berrinche más grande que habrá logrado en toda su vida y no pude decirle que no. Estoy sentado en la cocina, bebo agua y suspiro.

—¿Sin dormir? —levanto la vista y veo a la castaña.

Sonrío.

—Sin problema, mucho trabajo.

—Ya me parecía extraño ofreciendo la habitación, ¡Lo sabía! —me apunta —un mal sueño.

—Mis malos sueños se remontan hace dos años, cuando mi mujer se murió —digo sin chistar y bebo un sorbo del vaso que tengo en la mano.

—¡Uf! Ese es un mal sueño largo —se sienta en la silla del frente.

—¿Y tú? ¿Cuales son tus malos sueños?

—Nombraría a mi novio idiota, pero no es por él que estoy despierta —rueda los ojos —tengo unos malditos cólicos.

—¿Y puedo hacer algo por ti? —digo preocupado.

—Es normal, me lo explico el médico, es el estiramiento de mi útero —bufa —por eso me he levantado, a ver si se me pasa.

—¿Quieres agua? Anastasia tomaba bastante cuando estaba embarazada de Félix, no sé si sirve, pero yo te ofrezco —sonrío.

—Bueno —pronuncia avergonzada.

Me levanto, saco un vaso y le sirvo de la jarra que está en la mesa, me vuelvo a sentar.

—Puramente mineral.

—¿Y por qué estaba en una jarra? —me mira dilucidando teorías.

—Reciclo.

Se ríe.

—No mienta, es para el colegio de Félix —toma un sorbo de su vaso.

—He sido descubierto —sonrío.

—¿Ve cómo puede aprender? Sólo tiene que intentar.

—La palabra "jugar" es la que me asusta —suspiro —sólo de oírla de su boca y ya me acuerdo de su madre, ella jugaba todo el tiempo con Félix, era como una niña más, pero era lo que más me gustaba de ella —vuelvo a suspirar.

—Huy, eso es complejo, ya encontraremos la solución —me mira preocupada.

—Eso me dice mi psicoanalista, o debo cambiar de especialista, o yo soy el problema —me quejo.

—¡No! Son sólo las circunstancias. Usted lo que debe hacer, es tomarse unas vacaciones.

—¿Vacaciones? —me sorprendo.

—Sí, para cambiar de ambiente, respirar y esas cosas —toma un poco más de agua del vaso —¡Uf! —se toca el vientre —malvado dolor abdominal.

—Puedes usar la ducha, el agua caliente es buena —ofrezco.

—¡No! No hace falta —se pone a la defensiva y se sonroja —no me da para estar en paños menores, en una casa que no es mía.

—¿Piensas que te voy a espiar? —me río.

—¡Puf! Nos conocemos mucho como para pensar algo así de  usted —rueda los ojos.

—¿Entonces?

—Hagamos una cosa —me aclara seriamente —si no puedo soportar el dolor, uso su baño ¿Estamos de acuerdo?

Le sonrío.

—De acuerdo.

Papi ¿Jugamos? (R#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora