Engañosa

4.4K 502 35
                                    

Estaciono el auto, apago el motor y suspiro con fuerza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estaciono el auto, apago el motor y suspiro con fuerza.

Me siento exhausto, y el día recién empieza. Ni siquiera he entrado aún.

Cuando dijo que me daría tiempo para pensar en realidad significaba que no me dejaría en paz hasta que le de una maldita respuesta.

No tengo idea de cómo es que consiguió mi número telefónico. ¿Se lo habrá dado Matt?

Si no era una llamada, era un mensaje de texto, o también de voz, de cualquier forma mi celular no ha parado de sonar en toda la noche. No lo he apagado porque me amenazó que si lo hacía iba a ir a mi casa a destrozarme las ventanas con ladrillos mensajeros.

¿En serio sabe dónde vivo? No tuve las agallas para averiguarlo.

A veces no escribía, solo me mandaba fotos de ella haciendo gestos, y algunos eran bastante ridículos que sin querer terminaba riéndome.

Esa mujer es aterradora. Debería usar esa habilidad acosadora y convertirse en un detective privado.

Nació para acechar.

Doy un paso dentro de la escuela y noto algo distinto en el ambiente. Mientras avanzo por el pasillo los estudiantes me van saludando muy animados, hasta los profesores con los que nunca he hablado se muestran amables.

Entro al salón justo cuando toca la campana. Me sorprendo por lo rápido que se colocan en sus asientos los alumnos.

Por las siguientes dos horas confirmo que algo raro sucede. Nunca había recibido tanta atención antes, tal vez en mi primer año como profesor, cuando las estudiantes creían que les daría buenas notas si me coqueteaban.

Suena el timbre y me apresuro en llegar a la sala de profesores. Ignoro los saludos y los intentos de los profesores por buscarme conversación. Me agacho en cuanto el profesor de física levanta la mano esperando que la choque.

Encuentro a Hayley tal y como esperaba, y está sola. Perfecto

—¿Qué estás tramando? —Me paro frente a ella, quién está de espaldas preparándose café.

—Buenos días para usted también, profesor Garrend. —Se vuelve, sujetando su taza con ambas manos.

—¿Qué es lo que quiere? —demando.

—Un poco de miel, este café está algo amargo. —Le da un sorbo.

—Sabes de qué hablo. —Pongo las manos en la cintura, bloqueándole cualquier intento de escape.

—En realidad no. —Sonríe de lado y me mira de pies a cabeza de un modo que me crispa la espalda.

Me hago a un lado y se dirige a la mesa. La sigo y me siento después de ella.

—¿Les contaste a alguien lo que...?

—No conté nuestro momento compartido en la tienda si eso es lo que le preocupa.

No soporto a Hayley FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora