Insoportable

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No la soporto

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No la soporto.

¿Por qué tiene que hacer un escándalo hasta cuando ríe? La escuela entera debe estar oyendo como se destornilla de la risa. Y los que están con ella no se quedan atrás, ¿qué es tan gracioso que los deja a tal punto de caer desmayados?

No soporto a Hayley Fox.

Es ruidosa, desordenada, y canta cada cinco minutos. Aunque nuestro tiempo compartido se limite a unos minutos en la sala de profesores puedo asegurar que es suficiente para incrementar el rencor que le siento.

Todo se remonta diez años atrás, cuando esa mujer hizo algo que nunca olvidaré.

Mi vida de profesor fue plena en mis primeros tres años. Enseño literatura, y no hay nada mejor que compartir mi sabiduría a la juventud, abrirles la mente y moldear esas cabecitas que la televisión ha estado desgastando por generaciones.

Hasta que apareció Hayley, dos años atrás.

Se convirtió en profesora de música, y desde entonces no ha habido paz en mi vida.

Nunca imaginé que volvería a encontrarme con ella, creí que esa vez, a una semana de graduarme de la preparatoria, sería la última en la que vería su rostro.

—Chris, ¿oíste lo que la profesora de música hizo este fin de semana? —Matt, el único profesor al que considero un amigo, se acerca a la mesa riendo, pero se detiene al darse cuenta que no estoy de humor. La verdad es que nunca estoy de humor para temas que involucran a esa mujer—. Si la sigues mirando de ese modo te acusarán a Recursos Humanos. —Se sienta frente a mí.

—No si lo hago primero —siseo, sin quitarle los ojos de encima, esperando que mi plan de hacerla sentir incómoda de resultado.

—¿Y esta vez cuál sería la razón? —por su forma de preguntarlo sé que no me está tomando en serio, igual que no lo hizo las anteriores veces.

—No rellenó la cafetera —digo con completa seriedad.

Matt se parte de la risa igual que antes, lo que provoca un aumento en mi enojo hacia la profesora de música, como si esto fuera culpa suya. La verdad es que me resulta bastante fácil echarle la culpa por la mayoría de cosas que me ocurren. Hayley sin duda atrae la mala suerte, en especial para mí.

—Tuve que ir al almacén por un paquete nuevo. —Aprieto los dientes, conteniendo mi enojo—. Llegué tarde a mi clase por su falta de consideración.

—¿Por qué simplemente no fuiste a tu clase?

—Sabes que no puedo hacerlo sin mi ración de café, necesito estar alerta para poder enseñarles a los estudiantes como se lo merecen.

Se limita a negar con la cabeza, y quisiera pensar que no dice nada más porque me da la razón.

—¿Cómo sabes que fue ella quien olvidó rellenar la cafetera? —Me mira con una ceja levantada, como si tuviera curiosidad.

Levanto mi taza y me concentro en disfrutar la amargura del líquido negruzco.

—¿La estuviste espiando? —murmura.

—¡No! —Me aclaro la garganta y lo intento con más calma—. Por supuesto que no hice algo tan bajo, ¿por quién me tomas?

—¿Entonces cómo sabes que fue ella?

No le diré que dejé la cafetera casi vacía antes de que esa mujer fue a servirse, ni que esperé afuera de la sala de profesores para atraparla cuando planeara escapar. La enfrenté justo en el momento en que salió y se lo reclamé, los siguientes diez minutos discutimos hasta que sonó la campana. Ella se marchó y yo fui corriendo al almacén.

—Es un presentimiento, sé que ninguno de los otros profesores sería tan descuidado.

—Ay, amigo. —Sacude la cabeza—. Desde que entró a trabajar has estado obsesionado con esa mujer.

Cada vez que hablamos de un tema que la involucra nos aseguramos de no mencionar su nombre, si bien porque tal cosa me amarga más que su falta con la cafetera, también se debe a que varias veces la susodicha nos ha sorprendido nombrándola pensando que la llamábamos.

Aunque yo no la soporte sé que a Matt le agrada.

No me inmuto cuando se da cuenta de que la observo como si fuera la cosa más desagradable que haya visto en mi vida, ni siquiera disimulo que es eso justo lo que pienso de ella. Luce divertida, hasta me sonríe a pesar de que la miro como si estuviera a punto de vomitar. Entonces me saca la lengua.

¡No la soporto!

Suena la campana y uno por uno los profesores se van marchando. Matt y yo vamos por el mismo pasillo, pero a mitad del camino nos separamos y continúo avanzando. Abro la puerta del salón e ingreso. Doy los pasos que me separan de la pizarra, sin molestarme del ruido provocado por las risas y charlas de los adolescentes. Un simple golpe en la pizarra los hace callar.

—Hoy vamos a continuar oyendo los reportes que han hecho del autor Victor Hugo. Señorita Martínez, su turno.

La muchacha de cabello negro se pone de pie y se acerca al frente. Me acomodo en mi escritorio y le pongo atención en cuanto empieza a hablar.

Los siguientes veinte minutos me deleito con las palabras de la estudiante, hubiera querido aplaudirle y darle unas palmadas en la espalda por su increíble reporte pero me abstengo. No quisiera que los otros alumnos se sientan mal por mostrar favoritismo.

Un claro ronquido se oye al fondo, y enseguida el aula se llena de risas. Uso mis palmas para golpear el escritorio, de paso que me pongo de pie. Se crea el silencio y hago lucir mi postura recta unos segundos más antes de llamar al siguiente estudiante.

Sí, enseñar es algo que he querido hacer desde joven, pero si me hubieran dicho que tendría que volver a soportar a los estudiantes que solo piensan en fiestas, o acostarse con mujeres, habría escogido ser doctor, tal y como mi madre siempre quiso. Tal vez esa fue una de las razones por las que me empeñé tanto en convertirme en profesor, para finalmente conseguir la venganza hacia esa mujer que fue todo menos una madre.


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Capítulo más mocho que mi perro luego de ser esterilizado (?)

PUBLICADO: 08/08/16

SOUNDTRACK: Keeping your head up - Birdy

No soporto a Hayley FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora