9. Daniel, la reina del drama.

Magsimula sa umpisa
                                    

Rodé los ojos.

Qué gran pedazo de estúpido tengo por hermano.

—No sé —dije con sarcasmo—. Tal vez no sea mi actividad favorita andar diciendo a los cuatro vientos esas cosas a mi hermano mayor, ¡oh! ¿Cómo no se me ocurrió antes? ¡Qué desconsideración de mi parte!

—En realidad fue muy desconsiderado de tu parte, pero te lo perdonaré esta vez.

Mi boca cayó en picadillo.

—Eres un imbécil —afirmé finalmente.

Daniel cerró los ojos y sonrió con alegría, de repente, los abrió de golpe y se puso pálido como un papel.

¿Y ahora qué?

—¿Qué te pasa? —pregunté confundida por su repentina bipolaridad.

—¿Dijiste que escucharon algo y no había nadie abajo? —preguntó. Asentí, aún confundida—. ¡Hay fantasmas en casa!

—No lo sé, aún no es seguro —admití, para tranquilizarlo un poco.

—Oh mi Dios, hoy entré a mi cuarto y vi la tapa del inodoro abierta. Al principio, creí que tal vez la había abierto y se me había olvidado, pero ahora está claro: ¡fueron los fantasmas! —exclamó horrorizado.

Me mordí el labio para no reír.

—Oye, sal de mi habitación, tengo que ir al baño y alistarme para ir al instituto —avisé, cuando vi que me quedaba sólo una hora.

—¿Y me voy a quedar allí afuera solo? —interrogó con voz chillona.

—No seas dramático, tengo que ir al instituto y no te puedes quedar aquí.

Él miró la puerta con terror, pero asintió.

—Si muero, será tu culpa —advirtió.

—Sal de una vez, reina del drama.

Una vez se hubo ido, fui al baño, hice mis necesidades, salí, me vestí, tomé mi bolso y bajé las escaleras para dirigirme a la cocina a desayunar algo.

Me detuve en el marco de la puerta, de espaldas a Daniel, para verlo comiendo cereales y mirando hacia todos lados, nervioso.

Sonreí maliciosamente y me acerqué con pasos sigilosos hasta él.

—¿Qué haces? —curioseé una vez estuve a sus espaldas, haciéndolo sobresaltar y emitir un grito de miedo.

Reí.

—No es gracioso, maldición, casi me matas de un infarto —bramó, respirando entrecortadamente.

Rodé los ojos.

—Deja el drama de una vez —pedí sentándome a comer un pan tostado, aunque debía admitir que dejar que estuviese nervioso no era una idea que me incomodara o me desagradara, de hecho, podía sacarle provecho a la situación—. ¿Y en dónde pasaste estos días? —pregunté.

—En casa de James —contestó con naturalidad.

James, el mejor amigo de Daniel del que siempre había escuchado hablar, pero jamás había conocido.

—¿Cuándo voy a conocer al famoso James? —pregunté como por millonésima vez.

—Cuando te conviertas en monja, uses togas largas y no hagas más que estudiar y leer —bromeó.

Le di una mirada letal.

—Hablo en serio.

—Algún día lo traeré a casa —prometió.

Insoportable [Sin editar]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon