Capítulo 32 | Angustia |

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Flashback

Los saludé tratando de mantener la calma y cruzando los dedos para que Mateo me haya hecho caso cuando le pedí que me esperara arriba en mi pieza. Los apresuré para que entraran ya que por suerte no se habían dado cuenta que el auto de Mateo está estacionado a unos pasos de ellos. Pero esa suerte no me duró mucho porque cuando los invité a pasar a la cocina él estaba con su torso desnudo y sus brazos apoyados en la mesa del centro, mirando a la nada.

Maldije mil veces.



Al salir de la ducha envolví mi cuerpo mojado en una toalla y regresé a la pieza. Él estaba sentado en la cama con su ropa puesta y el celular entre las manos. Me puse ropa cómoda y lo miré. Necesitaba pensar y analizar tantas cosas, pero no podría hacerlo con él acá.

— ¿Te enojas si te digo que quiero estar sola? - pregunté.

Apartó sus ojos de la pantalla del celular para mirarme.

— ¿Por qué?

— Tengo un humor del orto, y no la quiero pagar con vos - respondí sincera.

Pasó sus dedos por su pequeña barbita pensativo antes de levantarse.

— No me enojo, pero tampoco me agrada tener que tomarme el palo así nada más.

Respondió guardando el celular en el bolsillo delantero del pantalón. Caminó hasta mí y tuve que levantar mis talones por unos centímetros para poder alcanzar sus labios. Nos despedimos con un casto beso y sonrió sin ganas.

— Deja de pensar tanto, no te tortures.

Dijo como si hubiese escuchado todo lo que pasaba por mi mente. Antes de irse dejé otro pico en sus labios que me devolvió por inercia. Me molestaba que se hiciera el duro porque sabía muy bien que por dentro él estaba igual que yo, pero trataba de no demostrarlo. Tal vez Mateo logrará superar el asunto del encuentro con Amanda y Diego con más facilidad, pero yo no era tan fuerte como él en ese aspecto.

Sin embargo, esa misma noche después de pensar tanto sin llegar a ninguna conclusión me sentí mal por haberlo echado, así que una semana después lo invité al teatro a ver un musical de comedia que Jenny me había recomendado. Creo que a ambos nos haría muy bien esa salida, y además era un plan distinto que me caía excelente cuando la cabeza no me daba más para seguir estudiando. Elegimos la función de la noche ya que los dos estaríamos desocupados de nuestros deberes.

Me coloqué la campera de cuero negro encima y me miré unos segundos frente al espejo.

— ¿Salis?

Preguntó mi mamá asomándose por la puerta de mi pieza.

— Sí.

— ¿Y cuándo lo vas a traer a casa?

Suspiré.

— No sé, nunca.

— ¿Qué? ¿Pero por qué?

Preguntó en un tono dramático que me hizo reír. Caminé hasta mi cama para buscar mi cartera y la colgué de mi hombro. Mi mamá seguía esperando mi respuesta sosteniendo una expresión de tristeza e inquietud.

AfterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora